La calle San Isidro, que une la plaza de la Circular y el paseo de Juan Carlos I. A. Mingueza

El Cronista | Callejeando por Valladolid

La calle San Isidro: la puerta de entrada a Valladolid

El 'paseo' que luce el nombre del patrón de los agricultores mira a la historia de la ciudad con episodios vinculados a la invasión francesa o la Guerra Civil

Jesús Anta

Valladolid

Viernes, 14 de julio 2023, 00:02

Por paseo de San Isidro se conoció 'de siempre' el tramo cañariego que arrancaba de las antiguas puertas de Tudela, situadas más o menos a la altura de la actual vía del ferrocarril. Aquel paseo tiene, ahora, el nombre de calle de San Isidro, que ... comienza en la plaza Circular y que se prolonga hasta el cruce con el paseo de Juan Carlos I, es decir, hasta los pies de la ermita de San Isidro. A partir de ese punto muda su nombre por el de avenida de Soria.

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La ermita de San Isidro Labrador y la fuente de La Salud eran lugares concurridos: la primera por los actos litúrgicos y patronales y la segunda para pasar los días festivos. Por eso, en el siglo XVIII, el Concejo hizo una plantación de árboles que adornaban los dos paseos, uno a cada lado de la cañada o carretera de Soria, muy transitados especialmente en verano.

La fuente de La Salud, enclavada a la izquierda de la calle de San Isidro, en el paseo de Juan Carlos I, ya era muy apreciada por el vecindario en el siglo XVI y el Ayuntamiento la cuidaba pues, además, regaba un importante plantío de árboles -allí hubo hasta guarda-. Y, por supuesto, a ella acudían a coger agua de su caño aguadores y amas de casa.

La fuente de La Salud ya era muy apreciada por el vecindario en el siglo XVI

Relata el historiador Javier Burrieza, en su libro 'Almanaque vallisoletano', que desde finales del siglo XV existe constancia de una cofradía llamada 'Nuestra Señora de la O y del bendito San Isidro', con sede en la iglesia de San Andrés, pues por aquellos tiempos aun no existía la ermita. Esto, de entrada, sirve para explicar el porqué del nombre tan curioso de esa 'calle de la O' que hay a la izquierda de la calle de San Isidro en su confluencia con Cigüeña. Es el nombre más corto del callejero de Valladolid.

La calle San Isidro, en los años setenta del siglo XX. Archivo Municipal

Sigue escribiendo Burrieza que la ermita se construyó en el páramo, ya que era el lugar donde los labradores llevaban a trillar las mieses: una actividad que se ha llevado a cabo hasta no hace tanto. Es más, si vamos con ojos atentos al suelo en los aledaños del parque de Canterac, en el entorno de la fábrica de Iveco y los campos de fútbol del Betis, aún se verán tramos del empedrado típico de las eras.

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La ermita de San Isidro Labrador es la única que queda de las muchas que tuvo Valladolid -buena parte de ellas se convirtieron en parroquias absorbidas por el crecimiento de la villa- y se construyó a finales del siglo XVII. Por cierto, no muy lejos de la ermita, el Ayuntamiento puso el nombre de Santa María de la Cabeza a una de las nuevas calles que hay en el páramo, por encima del parque de la Fuente de la Salud, por ser el nombre de la esposa del santo labrador.

Junto a la ermita hay una nave que acoge una colección de aperos y mobiliario de antaño: 'Aperos del ayer'. Fuera de los días de San Isidro (15 de mayo) solo se puede visitar concertándolo previamente. Sus paredes externas están decoradas con paisajes realizados por Pascual Aranda y junto a él se alza una escultura de Tordolín de Padilla (seudónimo de Emilio Torres) titulada 'Monumento en honor al agricultor castellano'.

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En nuestro discurrir por la calle no podemos pasar por alto los originales grupos de viviendas que asoman por la calle Málaga, a la derecha de San Isidro. De originales balcones redondeados, son una buena muestra de la arquitectura modernista de finales de la década de 1930.

Panorámica de Valladolid desde San Isidro, de Joris Haffangel, fechada en 1565.

Aunque termine oficialmente la calle, esto no debe pararnos para continuar por la avenida de Soria, pues frente al cuartel y viviendas de la Guardia Civil que hay a la izquierda está una de las construcciones y servicios públicos más interesantes de la historia de Valladolid, como es la Estación Depuradora de Aguas del Duero.

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El cuartel de la Guardia Civil se construyó en 1977, en paralelo al tiempo en el que se levantó el poblado de la Esperanza (1979) para realojar a la mayoría de la población que ocupaba la antigua cantera de San Isidro, aprovechando en parte las cuevas que dejó la explotación de áridos.

La estación depuradora

La estación depuradora, llamada de San Isidro y abastecida mediante un canal que traía las aguas del Duero desde Quintanilla Onésimo, comenzó a prestar servicio en 1886. Y, sin duda, a pesar de los conflictos que originó su discriminatorio servicio de abastecimiento de aguas, que funcionaba según el poder adquisitivo de los que se enganchaban a la red, aquello fue la solución para abastecer a una ciudad de 66.000 habitantes que arrastraba escasez de fuentes y de las aguas que se traían desde Argales (que no daban ni de lejos para atender la demanda de la población). Cuando comenzó a operar la estación depuradora tenía la ciudad una pequeña red de fuentes abastecidas por aguas del río Pisuerga.

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La lógica de haber establecido la depuradora en este lugar viene dada por la altitud que en su momento tenía sobre el caserío de Valladolid: en 1886 las casas no superaban las cuatro alturas y el agua depurada llegaba a las viviendas simplemente por gravedad.

En 1973 se abrió el paso subterráneo que une la vía con la plaza de la Circular

Poco más adelante, frente al cuartel de San Isidro, la fábrica de Iveco es la última heredera de la evolución del accionariado de lo que en origen fue SAVA, fábrica puntera en España de vehículos industriales fundada en 1957 por Francisco Escrimieri.

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El 3 de agosto de 1973 se abrieron al paso de coches y peatones sendos túneles que aliviaron el denso tráfico de la carretera de Soria, que hasta entonces tenía que pasar por encima de las vías del tren y esperar su paso tras las barreras.

Sin duda, la calle y el páramo de San Isidro son unos de esos enclaves cuajados de historia: en el páramo de San Isidro se habilitó en 1913 un aeródromo; a principios del siglo XX la Fuente de La Salud era el lugar elegido por los obreros afiliados a la UGT para celebrar el Primero de Mayo; en torno a la fuente, en 1762 acamparon tropas francesas; en la gravera -luego ocupada por chabolas- se perpetraron fusilamientos de republicanos tras sumarísimos consejos de guerra; la ermita sirvió de hospital en un episodio de cólera de 1885; y desde este enclave se dibujó una de las dos panorámicas más antiguas e imprescindibles para conocer el Valladolid del siglo XVI. Una fue la de Wyngaerden, que dibujó Valladolid desde la cuesta de la Maruquesa, y la otra -desde el alto de San Isidro- la de Joris Haffangel, fechada en 1565 y que se conserva en la Biblioteca Nacional Austriaca de Viena.

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