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Calle Cigüeña, aún sin asfaltar a principios de los años 70. AMVA

El cronista | Callejeando por Valladolid

La calle Cigüeña, resultado de la industrialización de los años 50 y 60

Esta vía atraviesa los barrios de San Isidro y Pajarillos y cuenta con un gran ajetreo de gente que se para a charlar o hacer recados en los numerosos comercios locales

Jesús Anta

Valladolid

Viernes, 12 de abril 2024, 00:12

En 1997 la calle Cigüeña cambió radicalmente su fisonomía: cerró el Mercado Central de Abastos, que estaba desde 1969. El ayuntamiento construyó unas nuevas instalaciones al otro lado de los puentes del Cabildo: MERCAOLID, un complejo de instalaciones y servicios que superó el viejo concepto de mercado de abastos de alimentos. Aquella decisión supuso, también la desaparición de un tráfico de camiones y vehículos desde primeras horas de la mañana muy molesto para el vecindario.

Los bajos comerciales del entorno que ocupaban algunos negocios relacionados con el mercado, tales como almacenes auxiliares, bares y restaurantes, fueron cerrando, y poco a poco se ocuparon por nuevos comercios, oficinas bancarias y supermercados.

Mercado Central hacia 1975. AMVA

La calle Cigüeña comienza en el paseo de San Isidro, por lo que una parte del vecindario se reivindica como barrio San Isidro, no Pajarillos, es una de las que articulan Pajarillos y probablemente la calle con mayor trasiego de gente del barrio solo comparable con la de Villabáñez, con la que se cruza.

En la acera de los impares, nada más comenzar Cigüeña, está la calle de la O, cuyo nombre tan peculiar viene de la cofradía de finales del siglo XV «Nuestra señora de la O y del bendito san Isidro».

Llama la atención el enorme grado de relación entre el vecindario, pues son numerosos los corrillos de gente que se paran a charlar tranquilamente en lo que van y vienen a la compra u otras gestiones, o para matar el rato en lo que se hace la hora de comer, sobre todo entre la población más mayor, que es muy numerosa.

Dispone Cigüeña de una notable cantidad de comercio para atender la práctica totalidad de las necesidades cotidianas del hogar en la que además de hostelería, supermercados y tiendas de fruta o carnicería, no faltan establecimientos de telefonía móvil, farmacias, peluquerías e incluso una clínica dental.

Bien es cierto que habría que hablar de «dos calles cigüeñas» perfectamente diferenciadas: el primer tramo, hasta que se cruza con la calle Faisán, a la altura del colegio Cristóbal Colón, y el segundo, que llega hasta el río Esgueva y que atraviesa el grupo de viviendas conocido como «29 de octubre»: así bautizaron las 570 viviendas de promoción pública que se entregaron en 1964, en honor al día del año (1933) en que se fundó la Falange Española. Tramo, este último, que carece de vida comercial pues los bajos de los bloques de pisos son todos, viviendas.

Es sobradamente conocido los problemas que arrastra este grupo de casas, tanto social como urbanísticamente, y que en los últimos años se está tratando de resolver mediante la mejora de las condiciones de habitabilidad de las viviendas. Y una mayor intervención de los Servicios Sociales del Ayuntamiento.

La calle Cigüeña es el resultado de la industrialización del Valladolid de los años 50 y 60. Hasta entonces, lo que terminó por ser Pajarillos eran tierras de cultivo o barbecho, pensadas años antes para acoger industrias –de hecho, la calle se la puso el nombre de Fábricas-, que salieron al mercado para construir sobre ellas grandes edificios residenciales. Pajarillos Bajos por más detalle, dado que en la parte alta de la zona ya había desde el siglo XIX un buen puñado de casas que pasaron a conocerse como Pajarillos Altos.

Entre las familias que compraron las viviendas hay muchas que proceden de los municipios del entorno: Montemayor de Pililla, Cogeces, Campasero, etc. pues unos cuantos bloques fueron construidos por un promotor nacido en Montemayor, que incentivó la venta de sus viviendas y bajos comerciales a sus conocidos de aquel entorno rural cuando Valladolid seguía creciendo en los años 70: entre 1961 y 1980 se construyeron en toda la ciudad algo más de 76.000 viviendas, que supuso el 75 % de todas las viviendas construidas en el siglo XX hasta 1980.

La calle está flanqueada por cinco centros educativos, desde un preescolar a un instituto, el Leopoldo Cano, que comenzó a funcionar 1969 como sección delegada del Bachillerato femenino del Instituto Núñez de Arce.

Instituto Leopoldo Cano, con las tapias decoradas con un mural de 130 metros de Nano Lázaro. J.A.

Otro espacio singular de la calle es una gran plaza con el nombre de Biólogo José Antonio Valverde (1926-2003), un vallisoletano que fue profesor de Investigación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas y que entre otras iniciativas, en 1964 fundó la Estación Biológica de Doñana (Sevilla) en la que promovió una escuela científica que colocó a España entre las primeras potencias mundiales en Biología de la Conservación, y en 1969 consiguió que el Gobierno declarara Doñana como Parque Nacional.

Escultura de Miguel Isla en la plaza José Antonio Valverde. Al fondo el Centro Cívico. J.A.

La plaza está presidida por la escultura titulada Homenaje a Berruguete, del reconocido escultor Miguel Isla. La plaza está rodeada de los edificios del antiguo mercado: tras unos años de incertidumbre sobre qué hacer con ellos se optó por su conservación y rehabilitación. Ahora es un agradable conjunto de servicios sanitarios, deportivos y sociales, inaugurado en 2003 como Centro Integrado Zona Este. Su construcción ha recibido el reconocimiento de los expertos que defienden la arquitectura moderna. Las paredes del Centro Cívico ubicado en este edificio están decoradas con murales del pintor vallisoletano Pablo Ransa, que bien merecen ser visitados.

Como en buena parte de las calles vallisoletanas, con acierto se han plantado numerosos árboles de diversas especies que dan a Cigüeña un agradable aspecto y sobre todo frescor en los calurosos días del estío.

La próxima semana, la calle Real de Burgos

En la siguiente entrega de Callejeando, Jesús Anta relatará la historia de la calle Real de Burgos, una vía que nace de trocear la, en otro tiempo, larga calle que enfilaba desde la plazuela de la Cruz Verde hasta Santa Clara atravesando el Prado de la Magdalena.

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