La música puede sonar distinta, pero la letra es prácticamente la misma: salvar el Cine Castilla. Antes de que el Pleno del Ayuntamiento lo aprobase por unanimidad el pasado 4 de mayo a iniciativa del grupo municipal de Ciudadanos, ya lo habían intentado los Consistorios ... presididos por Tomás Rodríguez Bolaños y Javier León de la Riva: lograr la cesión gratuita del inmueble, que desde agosto de 1982 es propiedad de la Junta y lleva décadas languideciendo en ruina, para dedicarlo a actividades sociales y culturales pero contando con la dotación necesaria para su rehabilitación.
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El origen de este emblemático edificio está íntimamente ligado al del propio barrio, que adoptó el apellido de José Antonio Girón, ministro de Trabajo entre 1941 y 1957, por su especial interés en proporcionar una vivienda digna a las familias que llegaban a trabajar desde el entorno rural. Las obras, iniciadas por la Obra Sindical del Hogar y continuadas por el Instituto Nacional de la Vivienda, convirtieron aquel extenso campo de labranza, que enlazaba lo que luego se conocería como el barrio de la Huerta del Rey y el futuro –muy futuro- Parquesol, en una suerte de pueblecito en las afueras de la ciudad.
En mayo de 1955 se entregaron las primeras 168 viviendas. El resto -hasta 723- se irían adjudicando en los cinco años siguientes, hasta julio de 1960. Lo último en construirse fue, precisamente, el llamado Hogar del Productor, lo que luego sería el Cine Castilla. En origen, obedecía a la filosofía falangista de centralizar el ocio y el descanso de los obreros, denominados «productores» para huir de connotaciones de clase, en un centro específico que estaría regido por el sindicato vertical. Muy pronto, el Hogar del Productor pasaría a ser gestionado por el Frente de Juventudes.
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Enrique Berzal
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Testigos del momento, reunidos en el documental 'Scarlett en la calle del Olvido', realizado en 2011 por la productora La Industria Visual y la asociación cultural Rémora, aún recuerdan en sus paredes imágenes de Franco, José Antonio Primo de Rivera, Onésimo Redondo y José Antonio Girón, acompañadas de las enseñas de Falange. De hecho, en diciembre de 1966 se proyectó la película 'Franco, ese hombre' como parte de los actos propagandísticos a favor del referéndum de la Ley Orgánica del Estado. Y es que, como han escrito María Jesús González, Fernando Frau y José Luis Sanz, la estructura edificatoria del Hogar del Productor era, precisamente, la de un cinematógrafo, con un gran salón de espectáculos como elemento central y rodeado de diferentes locales como café, bar, salas de tertulia y juego, aulas y un amplio patio interior.
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Denominado Cine Castilla desde finales de 1975, siguió siendo un elemento clave para la dinamización del ocio y el entretenimiento del barrio, pero también el lugar escogido para reuniones y asambleas de diferente tipo, incluso para mítines electorales en los primeros comicios de la democracia. Su función como cine comercial obligó a los propietarios a acometer las obras necesarias para construir un ambigú e instalar dentro un cafetín. Ofrecía sesiones dobles y continuas a un precio módico, pero también servía como sala de teatro durante las fiestas del barrio.
Lo cierto es que el Cine Castilla, ubicado entre la Avenida de los Cerros y las calles del Hogar y Tajahierro, nunca fue un negocio rentable. A principios de los años 80 adoptó la fórmula de sala de arte y ensayo, proyectando películas de difícil comercialización para espectadores muy exigentes. Un anuncio de esos años lo presentaba como «el lugar de encuentro y comodidad de los amantes del buen cine». Es más, en septiembre de 1984, ya como «Cinestudio Lumiere-Cine Castilla», decía equipararse a «las ciudades más importantes del mundo» en el sentido de ofrecer «un cine de repertorio en el que por el precio de una se pueden ver dos grandes películas de autor y en el que además de ver cine se pueden encontrar más cosas que hacen que ir al cine sea mucho más que un pasatiempo». Entonces publicitaba tickets de descuento en los que, por 175 pesetas, el espectador también podía disfrutar del servicio de bar.
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Abandonada su función como cinematógrafo desde marzo de 1986, durante un tiempo sirvió de sede al Centro de Estudios Musicales Castilla. También utilizó sus locales la Asociación de Vecinos y, hasta no hace mucho, el Teatro Corsario. Asediado por el abandono y la ruina, las demandas nunca atendidas de su cesión gratuita al Consistorio por parte de la Junta, pero con fondos suficientes para su rehabilitación, su sumaron a las voces, cada vez más continuas, de la asociación vecinal 'Valle Olid' y del grupo municipal de Izquierda Unida, que pedían poder dedicarlo a actividades sociales y culturales. En 2015, varios vecinos convocados por la Asociación lavaron y pintaron su fachada como acto reivindicativo, y a este mismo objetivo respondieron los actos culturales y festivos celebrados en junio de 2017. El último intento en este mismo sentido fue el pleno municipal del pasado 4 de mayo.
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