El lunes no tenía ánimo para hablar. De hecho, no acudió al Ayuntamiento. Tampoco el martes, aunque entonces, como sus concejales, sí estuvo en su despacho. Todos tenían reuniones con jefes de servicio con los que hay que empezar a ultimar el traspado de poderes. ... Este miércoles, tras la Junta de Gobierno, en la que se ha decidido aplazar todas las cuestiones que no fueran simples trámites para no obstaculizar la labor del nuevo equipo a partir del 17 de junio, Óscar Puente ha hablado brevemente de su futuro. «Estoy en periodo de reflexión, tengo más o menos claro lo que voy a hacer y cuando lo tenga claro haré una comparecencia pública y lo explicaré», dijo.
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Y ese futuro político incluye dos opciones. O quedarse en la oposición en el Ayuntamiento o salir hacia Madrid en las listas del Congreso o del Senado. «Me satisface la cantidad de ánimo que me está dando la gente y ver las ganas que unos y otros tienen de cosas diferentes. Hay quien quiere verme en Madrid y quien quiere que siga aquí. Esa es la margarita que tengo que deshojar».
Dicen en su equipo que no lo tiene claro. Lo normal es que un alcalde caído, al menos en ciudades grandes, no siga en la oposición. La propia Valladolid es un ejemplo. Tomás Rodríguez Bolaños ya era diputado del Congreso desde 1993 cuando perdió la Alcaldía ante Javier León de la Riva. Su sucesor tampoco ha seguido después en política y solo ha ido como último de la papeleta del PP al Ayuntamiento de modo simbólico. Pero hay una cuestión que empuja a Puente a pensárselo: el legado pendiente. Más allá del debate integración/soterramiento o de la discusión sobre la movilidad, hay un gran número de operaciones en marcha, algunas dotadas con fondos europeos y, por tanto, con fecha de caducidad, cuya culminación quiere vigilar (y, evidentemente, reivindicar). Además, una oposición construida por concejales que han sido delegados de área es una oposición muy incómoda para un nuevo equipo de Gobierno en el que muchos de sus integrantes no han tenido cargos de gestión. Lo saben bien PSOE y VTLP, que se encontraron en esa situación en 2015. Un integrante de la Federación de Vecinos explicaba días atrás que las comisiones de las diferentes áreas en aquel primer mandato de la coalición de izquierdas eran muy duras, con muchas intervenciones por parte del grupo popular, pendiente de todo lo que se movía. Algo que, añadía, varió a partir de 2019, cuando el PP renovó su lista y colocó a José Antonio de Santiago-Juárez y Pilar del Olmo como cabezas visibles.
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Víctor Vela
Otro añadido a esta opción está en el hecho de qué pueda ocurrir con PP-Vox en cuatro años. Si Feijóo gana y gobierna o no, si hay repetición electoral, si asciende Ayuso y absorbe a Vox como ha hecho en Madrid… Escenarios imprevisibles en un país que en cuatro años ha pasado de encumbrar a un partido como Ciudadanos a hacerlo desaparecer del mapa. De más de cincuenta diputados y gobiernos autonómicos y municipales a no presentarse a las generales del 23J. Una oposición dura y municipalista puede servir para reflotar el proyecto socialista. De lo contrario, el PSOE tiene que buscar un perfil adecuado para la sucesión de Puente, que además es secretario provincial. Y no es sencillo. Todo el mundo mira a Ana Redondo, la número 2. Pero es un movimiento que también necesita estudio.
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Hasta aquí los 'pros', que incluirían también el orgullo declarado de Puente por luchar por su ciudad. O la probabilidad -que no hay que descartar visto el primer aldabonazo de García-Gallardo sobre la negociación- de que Vox y PP se hagan un 'Burgos 2019' y acaben por dar la Alcaldía, accidentalmente, a la lista más votada, la del PSOE. Y no se puede plantear una moción de censura hasta pasado el primer año…
Los contras incluyen, por ejemplo, el hecho de que Óscar Puente siempre se planteó no ir más allá de los 12 años como alcalde. Llegado este punto, tras ocho en la oposición y ocho como alcalde, seguir adelante no tendría mucho sentido. Quedarse en un salón de plenos en el que dirigías los debates para que el nuevo inquilino, Jesús Julio Carnero (PP), tenga la última palabra es una experiencia que ningún ex alcalde quiere vivir.
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Al mismo tiempo, Puente es una referencia del PSOE a nivel nacional. Mediático, aunque ha sido un adalid del sanchismo desde el presanchismo hasta hoy, tampoco le falta el perfil de crítico que le puede hacer crecer dentro del partido en función de cómo se desarrollen los acontecimientos. Y para eso hay que estar en Madrid. Por edad y proyección, es el momento adecuado y eso lo sabe. La cuestión es que el adelanto electoral le impide tomarse un tiempo, comenzar el mandato como líder de la oposición y valorarlo con calma. Tiene que decidirlo pronto. El plazo para presentar candidaturas va del «decimoquinto al vigésimo día posteriores a la convocatoria», según la Ley Electoral. Esto es, desde el 14 al 20 de junio. El día 17 de junio, entre medias, se constituyen los ayuntamientos.
En su posición actual, Óscar Puente tiene la potestad, que nadie va a discutir en el partido, de postularse como número 1 del PSOE al Congreso por Valladolid. Y a partir de ahí continuar con una carrera política que tenía muy clara desde que cogió el bastón de mando en 2015 y que ahora, tras el resultado del 28M, tiene que reconducir. Aún queda una tercera opción, la de regresar a la abogacía. Pero eso es algo que para un animal político como él, con la relevancia que ha ganado en su partido, se antoja una retirada prematura. De ahí las dudas.
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