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Los transportistas son uno de los eslabones clave en la cadena que garantiza el abastecimiento a los ciudadanos. En el caso de la empresa Fernández ... Centeno, lo suyo es el producto fresco, lo que les confiere una cierta ventaja: están acostumbrados a trabajar con productos que exigen una higiene exhaustiva y con unas medidas de seguridad ingentes para mantener la cadena de frío en todo el proceso, desde el almacenamiento hasta su distribución. Esta empresa familiar, fundada por su padre, ya fallecido, y ubicada en el polígono de Villanubla, afronta la crisis sanitaria por el coronavirus entre la preocupación del futuro a medio plazo y la responsabilidad de cumplir con su cometido. José María, uno de los hermanos, actúa como responsable comercial y señalaba el primer día del estado de alarma que su intención es seguir, mantener el empleo y trabajar aunque sea a costa de los beneficios empresariales. Ana Esther es la responsable de Administración y Pedro, a pie de camión o de almacén, lo que haga falta, es jefe de Tráfico.
Actualidad del coronavirus
Lo primero que se han encontrado, asegura Pedro, es «más volumen de mercancías de lo básico, de carne, que hay muchísima más, se han multiplicado los kilos de los pedidos». Y es que la alerta sanitaria y el estado de alarma se han llevado por delante a los restaurantes y bares, lo que ha dejado en la estacada a los productores de lechazo y cochinillo, por ejemplo, pero a cambio ha provocado un aumento de la demanda en productos que se distribuyen en los supermercados y que vuelan de los lineales. «Tenemos más demanda de vehículos, que nos piden para clientes que a lo mejor no los demandaban antes, porque les hacen falta mercancías en supermercados».
En el caso de la empresa vallisoletana, trabajan «solo alimentario», así que no han padecido la fiebre del papel higiénico. «Llevamos embutidos, casi todo de cerdo, carne de distintas casas y mucho pan congelado, que ha subido bastante», explica. Y es que las panaderías, que en supermercados y otros casos trabajan con pan precocido, se han convertido imprescindibles para sobrellevar el confinamiento. «Se lo llevamos a tres supermercados y el volumen ha subido bastante». Lo que les obliga, a su vez, a tener que extremar la prudencia. «Hay que tener más cuidado porque es más volumen y al haber más se puede uno exponer más a que se contamine, no te puedes descuidar». Su ventaja, explica, es la experiencia. «Llevamos tanto tiempo que es como si fuera la campaña de Navidad. Estamos en esas circunstancias pero con otros productos más básicos».
«Ha subido mucho la carne de cerdo. Hemos tenido días que se ha vendido tanto que al día siguiente no había carne. Dos días en una semana vino tantísima mercancía que se quedaron en la fábrica sin ello y al día siguiente no pudo venir el camión». Es mucho decir. Normalmente distribuyen «de un camión a dos y medio para Valladolid, Palencia, Zamora y Salamanca», a razón de 20 toneladas por camión.
El cierre de los distribuidores para la hostelería –alguno de los más importantes ya ha anunciado su ERTE– ha hecho que varíen las cifras en otros negocios. «Nosotros tenemos de hostelería un 8%, lo llevamos a distribuidores y ellos a la hostelería. Los que tienen el 90% del trabajo con hostelería y restauración han cerrado. Nosotros llevamos mucho a carnicerías, supermercados y distribuidores y después plataformas».
Una empresa de transporte frigorífico, acostumbrada a trabajar con productos frescos, está habituada a respetar unas normas de limpieza críticas. Sin embargo, el coronavirus ha llevado a los 25 trabajadores a exacerbar esa pulcritud. «Ahora se cuida incluso más, se desinfecta mucho más que antes», admite Pedro Fernández. Y eso afecta, por supuesto, al propio lugar de trabajo de los conductores, los camiones y demás vehículos. «Antes los desinfectábamos, por lo general, semanalmente, pero ahora estamos muy pendientes, sobre todo de limpiar los mandos que toca el conductor, manetas, volante... Es constante».
Es lo que ha permitido, por ejemplo, que ninguno de los trabajadores de la empresa haya resultado contagiado por el coronavirus aún. «Ninguno de momento», asiente aliviado. «Estamos con guantes, mascarilla, desinfectantes cada vez que entra un cliente, uno para manos y otro para el vehículo... Después de cada cliente lo tienen que utilizar. Se hace de continuo».
En una empresa familiar, decidida a sortear el confinamiento sin dejar de producir ni acudir a un ERTE, prevenir que la infección llegue es casi una cuestión de supervivencia.
El descenso del tráfico, de un 67% en la capital, como contaba El Norte este martes, ha convertido el trabajo en bastante más apacible de lo habitual. «Los carga y decarga están vacíos y los camiones circulan sin problema, el trabajo se hace más rápido que nunca». Aunque las restricciones, que son beneficiosas en ese caso, pueden suponer algún disgusto. «El otro día quisieron multar a uno de nuestros conductores porque iban dos chóferes en un camión. En Salamanca. Le dijeron al conductor que como volvieran a ve a dos juntos les multaban», explica Pedro.
Aunque eso, como otros detalles que afectan al sector, es algo que se pule con el paso de la crisis. Así, donde la ley marcaba el cierre definitivo de hoteles y bares, el miércoles establecía unos cuantos establecimientos en ruta que podían estar abiertos, precisamente, para atender a este eslabón crucial del abastecimiento.
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