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Un majuelo con viñas centenarias es uno de los paisajes más admirados por Bruno Criado del Rey Sáez, socio fundador de Tempranillo Wine Tours, y también un buen escenario para explicar por qué en la provincia Valladolid tiene las características perfectas para la producción de vino.
«Aquí se dan varias condiciones para hacer excelentes vinos. La fundamental, el suelo», sentencia este ingeniero agrónomo, que llega a la cita con un enorme mapa topográfico de Castilla y León debajo del brazo. Una herramienta que utiliza para dar contexto a la formación de la Meseta Central: «Es una amplia extensión llana formada por sedimentos que son producto de varios fenómenos geológicos que han ido sucediendo durante millones de años».
El dueño de Tempranillo Wine Tours se remonta a la orogénesis alpina para relatar la formación de las montañas que rodean Castilla y León y su relieve. Este proceso dura unos 80 millones de años, en él las placas tectónicas oceánicas de África y Eurasia colisionan y levantan las montañas.
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Posteriormente, un proceso erosivo, provocado por lluvias torrenciales, arrastra materiales desde las montañas hacia los valles, donde se acumulan y rellenan con agua y sedimentos. Este proceso se prolonga durante millones de años, creando un lago que, al final, es desbordado cuando la fuerza del agua rompe un muro granítico que separa la región castellano y leonesa con Portugal, los Arribes del Duero. Así, el lago se vacía y se forma la red de ríos y el relieve que hoy conocemos en Castilla y León.
Al secarse el lago, se formaron suelos sedimentarios debido a millones de años acumulando materiales, lo que originó un altiplano o meseta a una altitud media de entre 600 y 1000 metros sobre el nivel del mar. Esta altitud y la continentalidad del clima, que combina características mediterráneas con influencias continentales, provocan veranos secos, inviernos fríos y grandes oscilaciones térmicas entre el día y la noche. Estas condiciones, especialmente las temperaturas frescas por la noche en verano, son ideales para el cultivo de la uva.
En el caso de la provincia de Valladolid, además del clima y la altitud, se suma una rica variedad de sedimentos. Al sur se pueden encontrar suelos más arenosos, mientras que en los páramos y en la cara norte de la Ribera de Duero son calizos y en toda la provincia existen terrenos aluviales y pedregosos. Una de las particularidades es que en las zonas de los páramos de Villamuriel, Cerrato, Pesquera y Campaspero el terreno es «caliza que viene del fondo del mar de los Picos de Europa».
El centro geográfico de la meseta y de la comunidad autónoma de Castilla y León es Valladolid, una zona baja que es el punto de encuentro de los ríos Pisuerga y Duero. El Pisuerga es el río que aporta mayor caudal al Duero porque viene del Norte, antes de su confluencia el Duero viene de una zona más seca y no recoge tanta agua como el Pisuerga que viene de la cordillera Cantábrica, además hace acopio de agua del Carrión y del Arlanza. «Por eso se dice que el Pisuerga lleva el agua y el Duero la fama», resume Criado del Rey, echando mano del refranero popular.
En las zonas de la meseta cercanas a las riberas de los ríos se dan unas condiciones climáticas y edafológicas de suelo perfectas para el cultivo de la vid y para producir vinos de calidad. Estos factores son ideales para el cultivo de la uva en Valladolid, ya que favorecen la maduración de la uva y son perfectos para producir ricos vinos.
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