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Semana Santa en Valladolid
El Rosario del Dolor despeja los cielos sacando a las calles el taller de Gregorio FernándezGregorio Fernández en todo su esplendor. Vallisoletanos y visitantes custodiaron anoche a su vecino más ilustre. Muchísimas personas volvieron a acompañar al Rosario del Dolor ... en lo que significa una muestra del mejor legado artístico del escultor, su escuela y sus discípulos. Una recopilación de los pasos más sobresalientes del barroco español, que es vallisoletano, en una noche donde los termómetros empezaron a descender y un cielo amenazante que acabó despejándose, pero un sobrio discurrir por el casco histórico donde cofrades de fila y cofrades de acera volvieron a responder a la llamada de la Semana Santa de Valladolid.
Una entrañable convocatoria iniciada con los brillos de la luz natural pero que, pronto, la noche hizo deslumbrar el esplendor de devotas y sobresalientes tallas de fe y de arte. Y una cita también muy de familias que abarrotaron las gradas de la Plaza Mayor en lo que significó un desfile muy atractivo para mayores pero también para pequeños: los adultos con rostros más serios y más pendientes del momento orante y artístico del discurrir de las cofradías mientras los niños se quedaban más en las curiosidades y las anécdotas. Digno de mención también fueron las muchísimas pandillas de chavales.
Éste era el ambiente de la Plaza Mayor pero también trasladado desde el comienzo de la procesión, desde la misma calle de la Platería, pese a empezar con más de un cuarto de hora de retraso por cuestiones de organización pendientes de la meteorología, que estaba a rebosar de espectadores, con varias filas haciendo pasillo a las cofradías participantes en el desfile -Oración del Huerto, Nuestro Padre Jesús atado a la Columna, Cristo de los Artilleros, Cristo Despojado, Siete Palabras y Vera Cruz- en algo así como dando la venia a los cofrades a procesionar y custodiar el patrimonio de siglos.
Un ambiente entrañable y acogedor a lo largo del recorrido si bien hubo zonas como la plaza del Ochavo, Santa Ana, Atrio de Santiago o Fuente Dorada congrega tantas miradas y tanta admiración que parecía como una primera perspectiva de estos grandes grupos escultóricos salidos de talleres a comienzos del siglo XVII.
Fue una procesión de cuentas, de misterios, de rezos… que viene a significar una representación de la gran factoría escultórica de Gregorio Fernández en las calles: Nuestro Padre Jesús Atado a la Columna, el Ecce-Homo o Nuestra Señora de los Dolores, una sobresaliente representación del patrimonio de la Cofradía de la Santa Vera Cruz que pudo ayer cruzar el dintel de su penitencial después de derrumbe de la cúpula hace nueve meses y tras una reconstrucción casi en tiempo récord donde incluso parecía un don providencial la circunstancia de poder salir en procesión y de manera solemne tanto con La Borriquilla el pasado domingo como con algunas de estas grandes tallas además del conjunto de la Oración del Huerto, del discípulo Andrés de Solanes, también de la Vera Cruz.
Ésta es siempre una procesión emotiva, de esas en que las imágenes invitan a cruzarse la mirada con ellas. Hasta hace pocas fechas en el templo de San Miguel o de manera más artística en la muestra de Gregorio Fernández y Martínez Montañés que acogió la Catedral, y durante estos días, como en la procesión vivida anoche, sobre históricas carrozas y cuyo discurrir invita al silencio. Junto a éstos, otros pasos como fueron el Camino del Calvario, también de Gregorio Fernández, que alumbró la Cofradía del Cristo Despojado y La Crucifixión del Señor, con varias imágenes atribuidas a Francisco Díez de Tudanca y a Alonso de Rozas, que procesiona la Cofradía de las Siete Palabras.
Éstos últimos, dos pasos que despertaron mucha curiosidad entre el público: de Camino del Calvario por su monumentalidad y movimiento, donde el sayón conocido como de la trompeta parece que dirige el desfile y La Verónica lleva entre sus manos el nuevo paño de este año, la obra pictórica de Helen Fernández con el rostro de Cristo retratado. Respecto al paso con el crucificado, por su lado, además de por su monumentalidad y expresividad muchas personas le sentían como el Cristo de su pueblo y es que recibe culto en la parroquia de Bercero.
Una calidad artística y emocional que incluso habiendo visto desde un mismo punto toda la procesión animó a muchos a seguirla hasta el final del recorrido, hasta el Atrio de la Vera Cruz, donde a la llegada de la imagen mariana se cantó la Salve popular. Un desfile, en definitiva, convertido en un compendio de la historia más barroca de la Semana Santa de Valladolid con simbolismos actuales advertidos por las actuales tablillas o matracas para observar también pendonetas del Huerto o del Atado, la cruz luminosa del Ecce-Homo u otros enseres característicos como la trompeta de las Siete Palabras. Y justo al finalizar en Platerías, con alguna hermandad hacia su sede, empezó a llover.
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