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Era de noche, tarde ya. La mujer sacó las llaves del bolso, abrió la puerta y dio la luz. Cuando se disponía a acceder al ascensor, alguien se le acercó por la espalda y le puso la mano izquierda en la frente mientras con la derecha la amenazaba con un destornillador. En el mismo portal, aprovechando la soledad y las sombras, aquel sujeto la obligó a desnudarse y la violó. Meses después, en la madrileña glorieta de Santa María de la Cabeza, la víctima se topó con el agresor, a plena luz del día. Simplemente lo vio. Un hombre joven, delgado, moreno... No le cabía la menor duda y avisó a la Policía. Los agentes le dieron alcance esa misma noche. Curiosamente, no hacía ni dos horas que el detenido había intentado abusar de una joven de veintitrés años, también en el portal de su casa, aunque en esta ocasión no pudo consumar el acto sexual porque lo impidió la presencia de un vecino. La chica, que tenía una herida de arma blanca en el cuello, acudió al día siguiente, lunes, a la comisaría a interponer la pertinente denuncia. Allí se dio de bruces con el hombre que había intentado violarla, ya en poder de la Policía.
El 9 de noviembre de 1987, en aquella comisaría del distrito de Mediodía, acababa la trayectoria delictiva de Mario Ayuso Gómez, de veintisiete años, vecino de Garcillán, un pueblecito de apenas quinientos habitantes situado a doce kilómetros de Segovia. La Policía había cazado al 'violador del fin de semana', como ya se refería a él toda la prensa nacional. Sobre sus espaldas recaía la sospecha de haber cometido nada menos que catorce delitos de violación o tentativa, siempre en fines de semana o días festivos.
En el pueblo, el mismo que ahora anda atemorizado por el regreso de Mario tras haberse pasado treinta y cinco años entre rejas, la noticia de la detención no causó la más mínima sorpresa. No era la primera vez que ocurría. El 'violador del fin de semana' había sido detenido en dos ocasiones en Segovia, el 21 de septiembre de 1982 y el 11 de noviembre de 1983, ambas por abusos deshonestos, y una en Valladolid, el 16 de junio de 1984, por escándalo público. «Si no está bien de la cabeza...», murmuraban sus paisanos.
El perfil del violador que la prensa del momento trazó es contundente. Mario llevaba una doble vida. Durante los días laborables, residía y trabajaba en Garcillán (en el campo, en alguna obra...), pero los fines de semana -no todos- se desplazaba a Madrid, donde, parapetado en el anonimato, daba rienda suelta a su instinto de depredador sexual. Los agentes de la comisaría de Mediodía encontraron en los bolsillos del detenido una navaja pequeña y dos cuerdas con nudo corredizo. La investigación llegó a la conclusión de que aquel era el mismo hombre que había cometido al menos otros doce delitos, consumados o en grado de tentativa, acaecidos en Argüelles, Arganzuela y Mediodía. Muchas de las víctimas declaraban que el agresor las amenazaba con una navaja o un destornillador y que les ataba las manos a la espalda.
Hoy, casi treinta y cinco años después de la última detención, los vecinos de Garcillán saben que Mario Ayuso Gómez ha vuelto al pueblo tras cumplir su condena. Pocos, sin embargo, conocen lo que la prensa dijo de él en su día. El periodista de El País Andrés Manzano estuvo en el pueblo en aquellas jornadas posteriores al arresto y reunió una serie de testimonios que contribuyeron a reconstruir la personalidad del 'violador del fin de semana'. Cuando llegó a Garcillán, el periodista se encontró con dos primos del detenido, su mejor amigo y otros jóvenes. Mario trabajaba con ellos. «El lunes no vino a trabajar, y nos extrañó, porque nunca había faltado, pero tampoco nos preocupamos demasiado», dijeron. «Hasta ahora ha tenido suerte. Hace unos cuatro o cinco años fue a Villalba, a las fiestas, y debió querer hacer algo con una señora porque regresó al pueblo amoratado. Por lo visto, alguien de Villalba le vio, o la señora gritó, y le dieron una buena paliza», contó otro vecino.
Manzano desvela en su crónica que, el día de su detención, Mario llevaba en un bolsillo de la chaqueta una carta dirigida a una mujer. En ella le pedía perdón y ayuda porque «tengo diez años de cárcel pendiente y solo usted puede hacerlo». En esa misma nota manuscrita, Mario aseguraba que tenía novia y quería casarse. La Policía desconocía que sobre él pesara semejante condena. Sí trascendió que el presunto violador había pasado por el psiquiátrico de Segovia en tres ocasiones. Durante la primera estancia, entre febrero y junio de 1982, recibió un tratamiento de psicoterapia con ansiolíticos suaves y sesiones con psicólogos psiquiatras. Volvió en octubre de 1983, cuando ya había sido detenido una vez, pero la familia lo reclamó y el médico tuvo que darle el alta. Andrés Manzano habló con el director del centro: Mario poseía una personalidad anormal y sufría una psicopatía que se manifestaba de cuando en cuando por la tendencia a hacer algo violento, perverso. Curiosamente, las dos veces que había sido juzgado en Segovia tras las primeras detenciones nadie se dirigió al psiquiátrico para pedir información sobre su estado. «Siempre que vino aquí lo hizo bajo fuertes sentimientos de angustia, de ansiedad», declaró a la prensa el director del centro.
La vista oral contra el 'violador del fin de semana' se desarrolló en la Audiencia Provincial de Madrid, a comienzos del verano de 1989, en medio de una gran expectación y el foco mediático encendido. Mario Ayuso Gómez, que entonces tenía treinta y un años, estaba acusado de veintiún delitos de violación, y el fiscal pedía para él una condena de 282 años de cárcel. Efectivamente, cuando fue detenido, en noviembre de 1987, el presunto violador se encontraba en libertad provisional tras haber sido condenado a cuatro años de prisión por otro delito de tipo sexual. En sus conclusiones, el ministerio público exponía el proceder del acusado: «Entre los meses de enero y noviembre de 1987, Mario se trasladó en numerosas ocasiones, siempre en fines de semana, desde su pueblo de Garcillán, en Segovia, hasta Madrid, donde se ocultaba en algún portal para esperar a sus víctimas. Tras amenazarlas con un destornillador o una navaja, les robaba y las agredía sexualmente», cuenta el diario ABC en su edición del 29 de junio de 1989.
Durante el juicio, Mario reconoció haber realizado aquellos desplazamientos a Madrid, pero aseguró no recordar todos los hechos que se le imputaban. Según declaró, en su pueblo, la gente le había pegado varias veces por masturbarse en mitad de la calle y que sus problemas sexuales se originaron mientras estuvo prestando el servicio militar. «Cuando estoy con una mujer -dijo- siento algo que me da y no puedo resistirme a cometer ese tipo de actos».
Mario Ayuso Gómez fue condenado a 181 de prisión. El fallo lo responsabilizaba de cuatro delitos consumados de robo con violación en grado de tentativa, uno de violación, tres de violación en grado de tentativa y uno de abusos deshonestos. La Sala concluyó que tenía una personalidad en la que se apreciaban «rasgos neuróticos, torpeza intelectual e inmadurez» y que estaba afectado por «ideas obsesivas en lo referente a la sexualidad que disminuían ligeramente su voluntad».
Hace unos días, Mario salió de la cárcel y se dirigió a Garcillán, a su casa. El pueblo tiene en 2022 más habitantes que en 1987 pero sigue siendo pequeño y en él todo se sabe. El expresidiario apenas sale, aunque lo han visto en la calle y cuando ha ido a comprar el pan. También ha visitado la tumba de sus padres. El temor es libre, pero ha cumplido con la justicia.
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