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Miércoles, 8 de abril 2020, 11:02
Enseñanzas que se sonsacan en una pandemia. Así podría titularse la carta que ayer hizo pública la doctora Carmen Castaño, perteneciente a la zona básica de salud de Segovia Rural. El primero de esos aprendizajes consiste en descubrir hasta donde puede llegar en su sacrificio profesional. En el centro de Trescasas donde trabaja, el coronavirus también se ha cobrado bajas de facultativos y enfermeras, pero hay «otros que están funcionando con la mitad de personal». Otra lección es que, por imposible que parezca, ha estallado una crisis sanitaria de proporciones universales. «Nunca imaginamos vivir con tanta incertidumbre y miedo. Sobre todo en Europa nos creíamos a salvo y, de pronto, nos hemos dado cuenta que somos vulnerables y frágiles», reflexiona.
Coronavirus en Segovia
Tres semanas después, la doctora ha logrado reposar en mitad de la «crisis, del caos y el desastre» para «ver lo más profundo de las personas». Quiere decir que en su mundo, el de los sanitarios, este tiempo breve pero convulso ha bastado para comprobar que «en los momentos difíciles es cuando emerge lo mejor y lo peor del ser humano». En la carta relata cómo «he visto compañeros que están haciendo un esfuerzo más allá de lo humanamente posible, trabajando los siete días de la semana, las horas que sean necesarias, consolando a quien lo necesita, esforzándose al máximo para ayudar a pacientes y familias, superando su propio miedo al contagio, llorando de impotencia y de agotamiento, dejando su casa y a sus familias para protegerlas porque nadie corre más riesgo que nosotros». Están en primer línea porque es su trabajo, porque «simplemente hemos elegido la profesión más bonita del mundo, que es ayudar a quien lo necesita».
Aunque confiesa que «quiero quedarme con lo positivo», también dice que hay colegas que «equivocaron su profesión, personas que se han dejado llevar y paralizar por el miedo, egoístas que buscan excusas que nadie les ha pedido y que han encontrado en la huida su vía para escapar». «Pero no es el momento de pedir responsabilidades, ya tocará», precisa la doctora. Sus palabras no son para esas personas, sino para los compañeros a los que rinde «un homenaje y expreso mi gratitud por el sentido del deber, la humanidad, la responsabilidad, la solidaridad, la entrega, la honestidad, el esfuerzo, la compasión, el trabajo y el amor».
La otra gran lección se la da su tarea diaria de seguimiento a los pacientes. «Cuando todos los días llamas y siempre hay alguien que te da las gracias, desconocidos que te muestran su agradecimiento... eso me emociona». Si además, la noticia al otro del teléfono es que le han dado el alta, «la alegría es grandísima y supone una inyección moral enorme».
«La sensación es que la última semana los primeros contagios han empezado a disminuir, pero esto no ha de hacer que la gente se relaje». Y es que comienza a observar que «cada vez vienen más con patologías sencillas» que hasta ahora el virus había relegado al domicilio o a la consulta telefónica.
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