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Preparación de los judiones de La Granja. Antonio de Torre

Segovia

La Granja surfea la ola de calor con una judiada a 37 grados

La comida más multitudinaria de la provincia, con más de 10.000 raciones repartidas, da brillo a las fiestas pese a las altas temperaturas

Luis Javier González

Real Sitio de San Ildefonso

Martes, 22 de agosto 2023, 21:01

La robusta arboleda del Real Sitio de San Ildefonso se inventó para días como el de este martes. La pradera granjeña de El Hospital probó que hay tradiciones a las que no tumba una ola de calor, así que la gran judiada, la comida ... popular más multitudinaria de la provincia, empezó a servir platos a eso de las 14:30 horas con el termómetro marcando 37 grados. Con una cola llena de gente que se limpiaba el sudor sin haber catado siquiera el contundente caldo que esperaba tras horas de cocción. Porque el judión en La Granja no es una legumbre ni es para el invierno, sino que es un símbolo identitario que se consume cuando toca: en fiestas. Y haga como haga.

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No deja de ser curioso que la tradición la iniciara otra peña con nombre de legumbre, El Garbanzo, en 1976, para luego pasar a manos municipales porque el evento creció hasta repartir más de 10.000 raciones –el doble de la población empadronada en todo el municipio– y empequeñeció a los garbanzos de Valseca o Cantimpalos. «Para nosotros, el evento más importante de todo el año», explica el presidente de la Asociación de Cocineros de Segovia, Vicente Calle. Como ejemplo, en el mismo lugar prepararon hace unas semanas una paella para un millar de comensales con la Fundación Personas.

Cuando llegó de madrugada el ejército de los fogones –una veintena, asistidos por algún cocinero local– les esperaban 1.100 kilos de judiones que llevaban en remojo desde el sábado. Hicieron falta 18 perolas divididas en dos filas. Los preparativos empezaron a las cinco y a eso de las siete, antes que el año pasado, ya estaban cociendo las judías con la carne. El primer añadido es una bolsa de laurel con huesos de jamón; después va el chorizo y la morcilla asturiana. El sofrito es a base de cebolla, aceite y pimentón. Tras más de tres horas de cocción, algo más de una hora de reposo y a servir. De postre, melón: un camión con cinco palés de diez cajas de altura por cuatro filas. Multipliquen.

Todo funciona como una cadena de montaje. «Lo bonito de esto es que cada uno tiene su función muy marcada», subraya Calle, que admitió las complicaciones de la temperatura. «El trabajo más fuerte, que era picar todo el chorizo y la morcilla, lo hemos hecho antes de las 10 de la mañana. Entre el calor y la lumbre que tenemos aquí...» Porque la sensación térmica cerca de los fogones es aún mayor que los números del termómetro.

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La petición a Protección Civil fue que no faltara agua. Y alguna cerveza. «Estamos acostumbrados a trabajar con calor en las cocinas durante toda la vida». Sobre todo, describe una tarea de vigilancia. «Esto es como cuando te pones a asar, la mayoría lo hace el horno. Hay que estar pendiente del fuego porque a diferencia del gas, que es más uniforme, lo hacemos con leña». A la hora de la comida el ambiente era muy relajado, pero la procesión vino antes. «Estamos en tensión desde las cinco de la mañana, es muy importante que todo esté en su punto porque vienen muchas personas a comer».

Todo un pueblo comiendo, a su estilo. Había quien sacaba un gazpacho de la nevera para refrescar el cuerpo y el típico baúl lleno de botellines de peña. Algunos no se quitaron el peto pese a la canícula –el orgullo granjeño– mientras otros se habían dejado la camiseta en casa. No faltó la música popular, que para algo son fiestas, aunque también hubo rincones adolescentes con su sonido propio. El calor invitaba más si cabe a que los mayores esperaran a la sombra a que alguien les trajera el plato, todo un reconocimiento hacia generaciones de La Granja de San Ildefonso que llevan casi medio siglo comienzo judiones en el corazón del verano. Y lo que les queda.

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