Cuéllar
La casta de los Cebada Gago mide el valor de las monturasSecciones
Servicios
Destacamos
Cuéllar
La casta de los Cebada Gago mide el valor de las monturasNo hay quinto malo, dice el aforismo taurino. Se debe tal sintagma a la época en la que el ganadero pintaba algo en la tauromaquia. Y decidía el orden en el que se lidiaban los clásicos seis toros, seis, de cada corrida. Y colocaba como ... segundo astado del lote del lidiador más afamado (que por ello ni abría ni cerraba plaza, ubicado en el medio de la terna anunciada) al que él entendía –quién mejor- que sería el toro de mejor juego, para facilitar el triunfo de quien, sin duda, había 'recomendado' su ganadería para el festejo. Aquellos tiempos quedan lejos, muy lejos. No tanto como el origen de las fiestas taurinas en Cuéllar (1215). Aunque lo que es propiamente encerrar tiene su data documentada más antigua en 1499. Hace un rato, vamos.
El caso es que los Cebada Gago que se soltaron desde los corrales del Puente Segoviano han hecho honor a la fama de encastados que los precede. Una ganadería con elementos que podrían encajarla en la denominación de dura, aunque con claros, y evidentes en hechuras y pelaje, datos genéticos entroncados familiarmente con muchas de las vacadas que crían toros de nobilísima condición. Ahí están las sangres de Torrestrella, Núñez y Jandilla, tronco Domecq que ejerce de reserva de seguridad de esta amplísima procedencia. Esta divisa permite comprobar la importancia de la selección a la hora de dotar a sus toros de una personalidad propia, sin posibilidad de homologación. Incluso, en su momento, tenían la vitola de astifinos. Ahora ya no tanto.
Salieron cinco de los corrales, pues no se repuso el astado que fue rechazado en el reconocimiento del día anterior por un problema en la visión. Lo que se conoce coloquialmente como una nube. Premonitoria de las que luego se posaron, cual inmenso y cárdeno dron, sobre el recorrido y la villa cuellarana. Se echó de menos a un sexto elemento, dado, además, la compatibilidad existente entre el rito popular matutino y la corrida vespertina. Previsión se llama el medicamento que evita estos síntomas.
El caso es que la casta de los cebadagago se fue pregonando durante todo el tramo campero. De ahí las continuas secesiones, con la inicial del toro que tuvo que ser arropado por tres bueyes para evitar su huida definitiva, al hilo de las 'tablas' metálicas que colindan con la autovía de Pinares.
Noticias relacionadas
César Mata
La copiosa manada de bueyes hizo sonar sus zumbos sin límite presupuestario. Bajo las copas de los pinos, cual lección numérica, avanzaban en tres plazos: tres toros, más allá dos y luego esa dupla se subdividió. En escapada libre, sin duda encastado. Aunque, cabe advertir, también existen los mansos encastado, y sí no busquen crónicas de los desaparecidos toros de Atanasio Fernández. Aunque ahora la mayoría reniegan de tal procedencia, y solo recuerdan su origen de Lisardo Sánchez…
Pasó el estrechamiento, sobre el arroyo Cerquilla, con la mirada en un lejano horizonte. Con tres mansos cruzó el castaño. Después la dupla se deshizo, y cuando se juntaron cuatro bureles se logró pasar por debajo de la vía que une las capitales de Segovia y Valladolid. Entonces, por esas paradojas de la naturaleza, el primer escapado, pasó a colocarse en último lugar. Puede que la trama tenga sus complicaciones, y que se acaben confundiendo los personajes, pero la resolución fue emocionante.
Hasta que no se pasó del otro lado de la autovía no se logró juntar a los cinco. Que estuvieron un largo rato de nuevo hermanamiento. Rumiando un futuro cercano. Que el castaño tenía ya inscrito en su ADN.
Se puso en marcha la comitiva y el ritmo se fue acelerando, con los toros fuera del camino que sirve de referencia, más a la izquierda, en el sentido de la marcha, de lo habitual. Pero las cabalgaduras ocuparon posiciones con acierto y bravos y mansos enfilaron el descenso del embudo con buen tranco, dispersos. Los cuatro primeros sometidos al rumbo de los bueyes. El quinto, a su 'bola'.
Remontó un pequeño talud antes de entrar a las calles (donde debería haber existido alguna orden de la autoridad para evitar que varias decenas de personas ocuparan un espacio prohibido por la norma y, también, por el sentido común) y se puso en modo fuga, ma non tropo. Buscó la salida para recuperar la libertad, pero su GPS erró el tiro. Tuvo que remontar una loma donde ya le esperaba un grupo de caballistas que, con la ayuda de unos bueyes conducidos ex profeso hasta allí, logró reconducir su trayecto, repetir los últimos 200 metros de embudo y que el toro hiciera su recorrido entre talanqueras hasta la plaza.
Intenso e interesante este quinto encierro, al que le faltó un toro y le sobró pericia. La de los caballistas más comprometidos que, bajo las órdenes de Pedro Caminero y Pepe Mayoral, permiten que, otro año más, que Cuéllar emerja como el espacio sagrado de la tauromaquia popular. Ese guiño trepidante y arriesgado a la comunión entres ser humano y naturaleza indómita.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.