![Caballistas acompañan a los toros durante el tramo campero.](https://s2.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/2024/08/28/foto-encierro-cesarmata--758x531.jpeg)
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Sincronía de garrochas y monturas para consumar un encierro impecable con los toros de Núñez del CuvilloEl encierro de este miércoles se consumó con el sabor añejo de las viejas faenas de campo en los predios de bravo. Y empezó con el actuar ignorante de quienes no entienden de qué se trata todo esto. El toro de lidia nace en silencio, ... y ese debe ser su escenario. Los decibelios chirriantes en la puerta de los corrales junto al Puente Segoviano muestran el incompleto desarrollo cognitivo de un puñado de personas a los que la brutez, en combinación con otros elementos, impide comprender la tradición.
El caso es que un toro colorado de Núñez del Cuvillo salió entre el alboroto con exceso de ímpetu hacia su derecha. Y si solo hirió, sin gravedad, a dos mozos fue porque úicamente buscaba la huida ante esa algarabía que mezcla inconsciencia con deslealtad a una costumbre que hunde sus raíces en tiempos inmemoriales.
La variedad fue la nota inicial del encierro. Diversos los astados gaditanos, en los que se combinan las sangres Domecq, Núñez y Osborne, en sus pelajes. Desde el clasicismo del negro hasta los más llamativos colorados y jaboneros. Incluso uno de pelo melocotón. Como aquellos de Hermanos Molero, que se criaban en Dehesa La Granja, predios ganaderos en la zamorada Vadillo de la Guareña.
En hechuras, remates y volúmenes los núñezdelcuvillo también mostraban diversidad en genotipo y fenotipo. Lo propio de una extensísima vacada cuyo cuartel general está establecido en El Grullo, cerca de Vejer de la Frontera. Allí, aún ejerce el mando el nonagenario Joaquín Núñez.
Tras las últimas semanas en la palentina La Cigoñera, las reses de embestidas codiciadas por las primeras figuras del escalafón, han acometido su último trayecto. Y lo han hecho con ánimo prófugo, aunque con sometimiento final a las citaciones y requerimientos, bajo severos apercibimientos, de Pedro Caminero y de Pepe Mayoral.
Como en todas las familas, los astados de Núñez de Cuvillo también ofrecían sus filias y empatías en grupos más pequeños. Básicamente en dos tercetos. En el primero de ellos, un toro colorado, ojo de perdiz y bociclaro, llevaba la voz cantante. Y el galope centrífugo. Tras el paso angosto de Las Máquinas y superar la carretera de Cantalejo, puso rumbo hacia el norte, alejándose peligrosamente, junto con sus dos obedientes hermanos, del túnel bajo la autovía de Pinares por el que está previsto el paso.
Mientras tanto, el bloque más rezagado realizaba su trayecto en armonía de bóvidos y équidos, con las garrochas al hombro de los caballistas. La incertidumbre se hospedaba en las mentes de los directores de campo. Aún les quedaba una oportunidad de unir a los dos tercetos. La orografía y una pequeña arboleda, ubicada a apenas un kilómetro del embudo parecían el lugar perfecto para consolidar la débil solidez de la manada. Un tiempo de reposo tan necesario como inquietante.
Pero sucedió. La comitiva logró detener a los toros y a sus guardianes mansos. Diez minutos bastaron. Ahora quedaba superar la fase crítica. Las posiciones y flancos que ocupaban los caballistas daban a entender, claramente, que nada se iba a dejar a la improvisación.
El mayor número de monturas se ubicó, como una pared équida, a la izquierda del sentido de la marcha de las reses bóvidas. Delante, intentando congregar a un buen número de cabestros, los caballistas más expertos, para templar con la grupa y las garrochas los ánimos secesionistas de los toros, en especial, pues ahí seguía ejerciendo su liderazgo, del colorado.
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