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Todos los días, a las ocho de la tarde, el fino sonido de la dulzaina acompasa los aplausos de los vecinos de la calle Serrano en la localidad segoviana de San Rafael. Es Pete, el cartero del pueblo, que toca la 'Respingona' para deleite de ... todos los espinariegos, los que escuchan su música en vivo y los que lo hacen a través de las redes sociales porque Nati, su hermana, se encarga de grabar el momento con el móvil y difundirlo después por Facebook.
«Salí a aplaudir a los profesionales sanitarios el primer día y aquello me pareció muy soso, quizá porque en el calle somos pocos vecinos. Así que, en lo sucesivo, decidí subirme la dulzaina y tocar alguna pieza. La cosa se fue animando y la gente me lo pide. Ayer vinieron a verme los de Protección Civil», cuenta Antonio María Rubio, alias Pete, cartero de oficio y dulzainero vinculado «desde hace muchos años» a la Escuela de Dulzaina de San Rafael, el pueblo donde nació hace casi cincuenta y seis años.
Coronavirus en Segovia
Pete se arranca con alguna pieza que los vecinos reconocen a la perfección. «Son tantos años, que tengo un repertorio amplio. Este 23 de abril, como es la fiesta de Villalar, tocaré la 'Respingona', tan característica de estos lugares, y la 'Entradilla', del maestro Marazuela. Pero toco de todo: jotas, pasacalles, pasodobles... Y si me piden algo que no sé, me lo aprendo. Estos días he aprendido a tocar el 'Resistiré'», señala.
Antonio es un tipo muy querido en San Rafael. Extrovertido, alegre y dicharachero, presume de haber nacido en este hermoso rincón de la sierra de Guadarrama. «Soy nacido, crecido y embrutecido en San Rafael, ¡figúrate!», bromea. Los vecinos esperan el momento de la dulzaina con devoción, pero también con curiosidad. Cada día, Pete sale a tocar con un sombrero o gorro distinto. «Siempre toco con la boina, pero empecé a cambiar y a la gente le llamó la atención. Cada día me pongo un gorro distinto. Tengo muchísimos, sombreros y gorros de todas las clases. Así los saco y les da el aire. La gente ya está pendiente de ver qué gorro llevo cada tarde», dice el cartero.
Como en la ciudad de Segovia y en todos los pueblos de la provincia, el confinamiento ha desplegado en San Rafael un manto de tristeza infinita. Por las mañanas, algunos vecinos aprovechan para salir y hacer las compras de rigor; por las tardes, no se ve un alma: ni siquiera un coche en la bulliciosa travesía de la N-VI que tantos vehículos suelen cruzar a diario. La vida parece haberse esfumado de estos parajes. Por eso cobra más valor el gesto de Antonio; por eso lo agradecen tanto los vecinos que tienen la suerte de poder escuchar sus jotas, aunque sea en las redes sociales. «Me dicen que toco bien, y es porque llevo muchos años. En el 2000 grabamos un disco y todo. Aun así, hay alguna pieza que se me da peor, pero las que toco procuro habérmelas aprendido para hacerlo bien», afirma. «En San Rafael y El Espinar sabe tocar la dulzaina mucha gente porque hay tradición. Bueno, hago lo que puedo. Yo, con esto, lo único que pretendo es animar un poco el ambiente y alegrar la vida a la gente, aunque solo sea unos minutos», añade Pete, que lamenta no haber podido desplazarse este año a Villalar de los Comuneros (Valladolid) para celebrar como se merece la fiesta castellana: «Este año ha sido imposible. Ojalá podamos ir al año que viene, cuando toda esta crisis del coronavirus haya terminado ya».
La covid-19, en datos
Por las mañanas, de siete de la mañana a dos y media de la tarde, Antonio coge su moto y reparte la correspondencia. Normalmente, desempeña su trabajo en San Rafael, pero desde que empezó la pandemia también se desplaza a El Espinar. «Como soy el único que tiene moto...». El caso es que no para: «No me dejan parar. De un sitio a otro. Con todo esto, estamos trabajando el doble. Yo hago lo que puedo, me esfuerzo para llegar a todos los destinos que me corresponden, hasta que dé de sí, claro, porque como me coja el bicho...».
Eso es lo peor. Que uno caiga enfermo. Para que no ocurra nada malo, no contagiarse y no contagiar, Pete sale todos los días de casa bien equipado. «Voy con los guantes y la mascarilla. Ya no pedimos la firma al entregar los paquetes en mano. Todo se hace a distancia, y es bueno tomar una serie de precauciones, pero, claro, inevitablemente, estamos en contacto con todo, todo el día tocando buzones, llamadores, timbres, papeles... Y aunque mantenemos la distancia reglamentaria, hablas con unos, con otros. Está claro que, si está la cosa de contagiarte, en un momento determinado te vas a contagiar. Toco madera. Aunque opino que, si vas con miedo, acabas contagiándote. Estoy convencido», sostiene.
Antonio María Rubio asegura no tener un ápice de miedo, aunque sí respeto. Al principio parecía que el coronavirus era poco, una simple gripe, pero el panorama se ha puesto feo. Ya son muchas las personas que han perdido la vida desde que empezara la crisis. «No tengo miedo por mí, pero sí lo pienso por mi madre, con la que vivo. Tiene 90 años y me da miedo cogerlo y que lo enganche ella. Afortunadamente, aunque la casa es pequeña, tiene dos plantas. Ella y mi hermana viven arriba y yo suelo estar abajo. Solo subo para comer y, cuando llegan las ocho, salir al balcón y tocar la dulzaina». Pese al riesgo, Pete confía en la salud de hierro que siempre ha tenido: «Nunca he cogido una gripe y apenas resfriados, pero... ¡nunca se sabe!».
El cartero de San Rafael cree que la pandemia está respetando a El Espinar, aunque casos hay: «Para ser un municipio tan poblado, el tercero de la provincia después de Segovia y Cuéllar, no está habiendo tanta incidencia. O tenemos suerte o se está llevando bien. Yo creo que todo el mundo hace lo imposible por evitar el contagio».
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