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Las piscinas han aprovechado la ola de calor para maquillar los datos de un verano a la baja. Tras una temporada pasada de ensueño, los negocios hablan de una pérdida de ingresos entre el 15 y el 20% debido a un mes de julio con vaivenes en las temperaturas y a que los segovianos se han ido más de vacaciones que en 2022. Con todo, la segunda quincena de agosto, que suele ser una época deficitaria para las piscinas ante la habitual bajada de temperaturas, ha dado unos días de consuelo al sector antes de que la bajada de los termómetros anticipe el fin de temporada como la discoteca que enciende las luces en la última canción de la noche.
«La ola de calor ha influido positivamente, a ver quién aguanta en casa con estos calores», resume Juan José Velasco, coordinador de Sima Deporte y Ocio, gestora de las piscinas de La Lastrilla, Marugán y Villacastín. Habla de un mes de agosto «bastante bueno» tras un julio «muy raro». La consecuencia: «El aforo en las piscinas ha sido más bien flojito. Pero en agosto empezó fuerte el calor y se ha notado». Un alivio que se ha notado en otras piscinas del alfoz como Valverde del Majano y que será efímero. «A partir del sábado, vamos a perder dinero porque la gente se va a cansar de piscina. En cuanto refresque un poquito, qué bien que me quedo en casita». Pero sus piscinas abrirán hasta el día 31 para honrar el compromiso de bonos de temporada.
El verano pasado fue idílico para el sector porque las piscinas eran una alternativa perfecta para convivir con la pandemia sin excesivos riesgos. Ayudó el clima: temperaturas altas sin apenas tormentas, y cuando llegaron, no fueron en fin de semana, el agosto de una instalación así. Los aforos no se han superado –en La Lastrilla nunca ha habido más de 600 personas– y la media de este año está entre 350 y 400. «Este año no hemos llegado ningún día a las 500, ni siquiera con estos días de calor». Marugán, con una amplia pradera, se ve afectada por las piscinas privadas de las urbanizaciones cercanas. Villacastín ha ganado bañistas por el cierre de la piscina que había en una urbanización que pertenece a Ituero y Lama, pero esta semana no ha pegado el subidón de otros lugares debido a las fiestas patronales. Otras piscinas como las de Nava de la Asunción han notado un aumento considerable estos días.
La Lastrilla recibe a bañistas de Segovia –fundamentalmente San Lorenzo– y de otros pueblos de alrededor que también tienen la suya. Tiene la particularidad de servir de instalación de verano y de invierno. El 31 de agosto cierra y a partir del día siguiente empieza el vaciado y el proceso de limpieza y reparaciones para llenarla de nuevo –calentar el agua lleva un par de días– de cara a abrir el 18 de septiembre ya como instalación cubierta hasta el próximo verano.
Óscar Martín, uno de los gestores de la piscina de Boceguillas, califica la última semana como «una auténtica locura». El martes, en lo peor de la ola de calor, completaron aforo de una instalación bastante amplia con espacio para 450 bañistas. «Nos tocó decir a ciento y pico personas que no podían entrar en el recinto». Es el primer año que este vecino de Grajera que se dedica a la construcción gestiona una piscina. «Nos dijeron que la última semana de agosto iba a ser muy tranquila, pero han sido los días más fuertes que hemos tenido en todo el verano».
La piscina de Boceguillas acoge a muchos vecinos de la zona, pero también tiene bañistas de entornos más lejanos como Aranda de Duero, Cantalejo o Ayllón. Su concepto de negocio les permite convivir con Riaza –el pueblo cabecera de la comarca, con una población flotante cercana a los 10.000 visitantes– porque su modelo apuesta más por el bar y restaurante. «No competimos. La gente que viene aquí suele quedarse a tomar algo o a cenar». La amplia zona de césped hace que sea una instalación cotizada pese a que la piscina en sí no es excesivamente grande.
El aforo de una piscina se gestiona a través de un conteo de entradas. Superado el límite, la única forma de entrar es que se marche alguien, algo poco habitual en épocas como esta. «En los días fuertes de calor, como pudo ser el martes, la gente está haciendo cola desde las 11 y media para coger sitio en la sombrilla o en la sombra de los árboles». Media hora antes de la apertura –con un calor que ya impone–, había más de cien personas hacían cola en la entrada con la intención de pasar el día entero. La empresa permite el uso de sillas domésticas o que los bañistas traigan su propia comida.
Este concepto de pasar el día entero también repercute positivamente en la hostelería, subraya Martín. «En las comidas, lo notamos muchísimo. Suelen ser más tranquilas, la gente suele alternar más en la cena. Yo no estoy nunca de lunes a viernes, pero esta semana me ha tocado dejar de trabajar para llegar pronto a las comidas porque no se da abasto, es imposible. En una ola de calor no puedes prever el volumen de gente que va a venir. Y quieren comer». Y bañarse.
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