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El 22 de mayo del año pasado el aparcamiento del estadio Zorrilla acababa invadido por cientos de aficionados... rojiblancos. Festejaba el Atleti su undécimo título de liga, y de paso sepultaba la decepción firmada en el otro bando y arrinconaba las lágrimas blanquivioletas que ... se habían ido gestando las semanas previas. Ese día lo certificó el notario, pero la defunción llevaba ya días sobre su mesa.
Alegría y tristeza se dieron la mano con apenas unos metros de separación. Es la ley del deporte; tiene que haber llanto para que haya festejo. Nada más triste que el rival celebre en tu propia casa en medio de un funeral.
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Luis Miguel de Pablos
Juanjo González
Aquel 22 de mayo sembró decepciones y dejó una profunda huella difícil de borrar. También alguna que otra promesa en el vestuario: «Hay que devolver a esta ciudad a Primera».
Ese día se inició una labor de reconstrucción y se puso en marcha también la cuenta atrás.
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Cuando se encaja una decepción de las dimensiones de un descenso, el primero de los pasos pasa por cobrarse un determinado número de cabezas. En el fútbol está todo escrito y en estos casos hay cargos que tienen una fecha de caducidad muy específica. Antes de dar explicaciones en sala de prensa, Ronaldo Nazário hizo sus dos primeros movimientos. Sacrificó a técnico (Sergio González) y director deportivo (Miguel Ángel Gómez) y puso patas arriba la secretaría técnica en busca de un modelo en las antípodas del que envió a Segunda al Real Valladolid.
Con un perfil más presidencialista e intervencionista, el brasileño echó mano de su círculo de confianza y descolgó el teléfono para contratar a su compatriota Paulo André. Coincidieron en el Corinthians en 2009, y desde entonces el Fenómeno siempre le tuvo presente en sus oraciones.
«Considero que sus reflexiones y sugerencias son excelentes puntos de partida en asuntos como las categorías inferiores, la relación con los agentes, el calendario, la pretemporada, las concentraciones y, sobre todo, la opinión pública, que a menudo no refleja la realidad» llegó a dejar escrito Nazário en 2012.
Sin un cargo definido, Paulo André trabajó para el Real Valladolid, en la sombra y sin ruido alguno, de forma paralela al secretario técnico de facto, Fran Sánchez. Hasta entonces en el Granada, en su salida del club rojiblanco metió en la maleta a dos ayudantes (Luis González Casas y José Manuel Hernández) y una idea prácticamente innegociable: el perfil de técnico pretendido para ocupar el banquillo.
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Después de la última experiencia, Ronaldo no quería un entrenador de perfil bajo en la categoría de plata. Su apuesta era firme en este sentido. Quería un equipo protagonista que no especulara y fuera a por los partidos desde el primer minuto. No le valía un entrenador resultadista. Su declaración de intenciones era meridianamente clara: jugar al ataque y ascender por la vía rápida. El resentimiento que guardaba tras el descenso lo ha expulsado en estas últimas semanas de temporada lanzando varios dardos sobre la 'ultradefensiva' forma de jugar del Valladolid de Sergio González.
Fran Sánchez puso sobre la mesa el nombre de Pacheta, y el recuerdo del 1-3 de su Huesca en Zorrilla hizo el resto. Un entrenador humilde con perfil de motivador nato que no se detiene en la consecución del primer gol.
Su llegada no tardó en encajar en el vestuario, y también en el despacho oval, donde el propio Ronaldo reconoció de puertas para dentro su capacidad para escuchar y modificar planteamientos con el tren en marcha.
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El arranque de temporada no fue todo lo bueno que se esperaba –tres derrotas dentro de las seis primeras jornadas– y el primer gabinete de crisis apuntó al sistema elegido por Pacheta. Ahí radicó una de las claves. Cualquier otro técnico hubiera insistido en el error, y el de Salas se sentó a escuchar a su plantilla y no tuvo reparos en modificar su idea inicial.
A la vuelta de Girona, la obcecación por los tres centrales dio paso a un 4-4-2 mucho mejor recibido por el vestuario. El cambio de hoja de ruta tardó en cuajar, pero cuando lo hizo el equipo puso velocidad de crucero y encadenó once jornadas sin perder (8 victorias y 3 empates).
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El equipo de Pacheta regresó de Tenerife (1-4) con una falsa sensación de superioridad que no tardaría en desinflarse. Fueron primero Oviedo y luego Las Palmas los encargados de bajarlo a tierra firme, y abrir una pequeña espita en su rendimiento en el centro del campo. El dominio al que le sometió el cuadro insular, apoyado en una superioridad apabullante en el centro del campo, mandó al técnico al rincón de pensar... y de ahí salió una medular reforzada con un tercer centrocampista.
Al estadio Santo Domingo de Alcorcón (jornada 33ª) saltó el Real Valladolid con un tridente formado por Roque Mesa-Aguado-Monchu, y de ese nuevo plan ya no se apeó hasta la última jornada. Ese tercer invitado resultó ser otra de las claves.
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Lógicamente tú puedes cambiar cuantas veces quieras de sistema si tienes jugadores para ello, y el salto a los tres mediocentros nos descubrió al mejor Iván Sánchez, hasta entonces relegado a un papel intrascendente. Esta ha sido, sin duda, otra de las claves en el tramo final de temporada. La gestión de la plantilla para sacar el mayor rendimiento de todos en situaciones tan críticas como la generada con la sanción de cuatro partidos a Sergio León.
Sin el cordobés en el campo, la presencia de Iván Sánchez y su capacidad de asociación tanto con Plata como con Luis Pérez reportaron al equipo un plus en su amenaza por banda derecha. El sacrificio de jugar con un solo delantero quedaba compensado con el juego por bandas
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No puedes aspirar a un título o en este caso al ascenso si no cuentas en tu plantilla con un '9' de referencia o un goleador que pelee por liderar los ránkings de la competición. Lo ha tenido el Eibar (Stoichkov) y el Almería (Sadiq), y equipos que han peleado por jugar el 'play-off' como Girona (Stuani) u Oviedo (Borja Bastón). En Valladolid el club supo jugar sus bazas para retener a Weissman tras el descenso, y su apuesta no solo le ha dado la razón sino que el beneficio ha multiplicado la inversión. Las veinte dianas del israelí –dos menos que Stuani y Bastón, pichichis de la liga, sin lanzar un solo penalti– se han traducido en no pocos puntos.
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El técnico ha demostrado que no se casa con nadie y que se ciñe al rendimiento de los jugadores para configurar un once. Dio la titularidad en el arranque de temporada a Roberto y el meta madrileño pagó con el banquillo la estrepitosa derrota en Huesca (3-2). Se jugaba la jornada 19ª y el Pucela había encajado 23 goles hasta esa fecha; el relevo llevó al once a Masip, que ha encajado 20 goles en los últimos 23 partidos.
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Es otro tanto que se puede apuntar la secretaría técnica. Acostumbrados a analizar las medianías que llegan en las ventanas de invierno, las adquisiciones que ha realizado el Real Valladolid esta temporada son dignas de elogio. Las llegadas principalmente de Monchu y de Iván Sánchez, ambos sobresalientes en su respuesta, han dotado al equipo de un fondo de armario que presuponía en pretemporada y que con el paso de las jornadas se ha demostrado que era corto. La incorporación obligada de un central como Josema se ha saldado con aprobado, y el único lunar lo ha protagonizado la cesión de Morci, muy por debajo de lo esperado.
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