El primero es saber qué pasaría si alguno de los consejeros, viceconsejeros, secretarios generales, directores generales o incluso asesores o cargos de confianza de Vox se negaran a obedecer a Abascal. Entiendo que serían expulsados de la formación. Y, por lo tanto, serían considerados 'tránsfugas', por lo que, quizá, Mañueco deba prescindir de ellos de todas formas. Pero quizá no tenga por qué y prefiera hacer el menor número de cambios posibles. En cualquier caso, ese es un asunto orgánico que afecta a los afiliados, no a los consejeros. Ahí llega el segundo problema: no sé muy bien quién es Abascal para dar una orden a un no afiliado como, por ejemplo, Gonzalo Santonja, actual consejero de Cultura. Si Santonja optara por quedarse, estaría en su derecho. Y sería el derecho de Mañueco decidir si acepta su continuidad y en qué condiciones. Por lo tanto, a falta de conocer la decisión del consejero de Agricultura, Gerardo Dueñas, pudiera darse el caso de que, al final, los únicos que salieran del gobierno sean su vicepresidente, Juan García Gallardo y Mariano Veganzones, consejero de Industria. Es decir, las dos piezas más molestas para Mañueco, que se vería aliviado, con un horizonte plácido por delante, con los presupuestos aprobados y sin el desgaste que supone gobernar con un partido díscolo e inmaduro.
Ello supondría un fracaso para Vox, sin duda. Porque a la crisis que provoca en el gobierno de Castilla y León y en su propia reputación como partido de gobierno, podemos unir una crisis interna de insurrecciones sucesivas e imprevisibles que cuestionarían el liderazgo del propio Abascal. Porque no veo ningún motivo por el cual una persona deba renunciar a su trabajo solo porque Castilla y León vaya a acoger a veintitrés menores no acompañados. Podría entender lo contrario, es decir, que alguien se fuera por no hacerlo, por dejar tirados a unos niños, por dejar tirados a los canarios o por dejar tirado un mínimo sentimiento de humanidad, solidaridad y civilización. Personalmente no entiendo que un cristiano pueda dar ese paso. Porque este no es un tema de inmigración en general, sino de saber qué hacemos con veintitrés menores que nos necesitan, más allá de ideologías. Me parece incomprensible que, después de todo lo que han exigido para entrar en los gobiernos, hayan decidido salir de los mismos por no querer acoger a veintitrés menores sabiendo que las comunidades no tienen competencias de inmigración ni de control de fronteras y que se trata solamente de un asunto de solidaridad, no solo con los niños sino con Canarias. Es un tema, en último término, de patriotismo. Y, por cierto, que por mucho que digan el acuerdo de gobierno no recoge ni una sola referencia a la solidaridad interterritorial ni a abandonar a su suerte a menores no acompañados. Castilla y León no decide cuántos menores vienen. Y si no tienes nada que ver en la decisión, ¿cómo vas a ser culpable de sus consecuencias? No conozco a nadie que crea honestamente que hay que dejar a esos menores hacinados en Canarias. El error de Vox es mayúsculo, el proceso de radicalización imparable, sus compañías peligrosas y el objetivo de fondo difuso. Porque puede tener cierto sentido estratégico que Vox ahonde en su imagen de luchar contra la inmigración ilegal. Pero es que no es el caso.
La tercera duda es Pollán. Si bien el presidente de las Cortes no es parte del gobierno, sin duda está ahí como parte de un acuerdo de gobierno. Si realmente Vox quiere romper el pacto con el PP, ¿hasta qué punto debe romper también sus derivadas? ¿Y qué culpa tiene Pollán de esto? Y aún no hemos entrado en el cuarto punto: los ayuntamientos. En los pasillos del Congreso fuentes de la dirección nacional de Vox aseguraban que, en principio, los ayuntamientos estaban fuera de esta decisión. Pero que, por supuesto, dejarían de estarlo si tomaban decisiones en la misma línea que los gobiernos autonómicos. Y, evidentemente, lo harán. Porque vayan donde vayan los menores, siempre será un ayuntamiento. Y cuanto más grande el ayuntamiento, más posibilidades tendrá de que le toque. Es decir, si solo un menor acabara en un centro de menores de Valladolid: ¿Vox saldría del ayuntamiento de la capital? ¿Cómo lo haría? ¿Tumbando los presupuestos y no votando a Carnero en la subsecuente cuestión de confianza que acabaría con Pedro Herrero como alcalde al ser el PSOE la lista más votada? ¿De verdad Vox cree que sus votantes le han votado para que el PSOE recupere Valladolid? Si la respuesta es no, ¿para qué salir de un gobierno si vas a sostener a su alcalde desde fuera?
El escenario es incomprensible. Es posible que Vox haya llegado a esta improvisación por un cálculo electoral, es decir, porque creen que, tras la investidura de Illa, Sánchez podría convocar elecciones y esta decisión les beneficia. Se equivocan. Aunque la inmigración sea un tema central, han elegido mal la excusa. Es posible que con esta decisión haya reforzado el voto más radical. Pero, a cambio, ha logrado que su voto global sea residual. Queda claro que cuando Feijoo es valiente -como en el caso de la renovación del CGPJ o este mismo asunto- y lidera a sus barones sin dejarse influenciar por cantos de sirena interesados, el PP sale ganando. Y Sánchez perdiendo.
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.