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En 18 años se sabrá, censo mediante, si la arenga de Jorge Buxadé (Vox) en pro de la natalidad propia, la que busca conseguir «25 millones de españolitos», como una secuela de la película «8 apellidos muy españoles y mucho españoles», tuvo éxito. Emocionado ... por el nacimiento del primogénito de Juan García-Gallardo el día anterior, le felicitó y después se dirigió a la audiencia: «Los que estáis en edad de procrear, poneos a ello». Y de pronto alzó el dedo índice y advirtió: «¡De forma ordenada!».
Pensaría Raúl de la Hoz, candidato del PP, que con orden o desorden, lo importante es el resultado. Va a llevar a Bruselas, dice, la lucha contra la despoblación, para impulsar políticas que afronten ese problema. Un problema europeo, español, castellano y leonés y, especialmente, zamorano, dado que es la provincia que más sufre este mal de toda España. Y sin embargo su partido, en algunos momentos en los que él ya era procurador en las Cortes de Castilla y León, llegó a negarlo. Lo que convirtió su programa de campaña en un boomerang arrojadizo para los del PSOE. Aunque luego él lo devolvería afirmando que Iratxe García (PSOE) lleva 20 años como eurodiputada y en ese tiempo «no ha tenido cinco minutos» para presentar un plan europeo como el que él se propone llevar a cabo, pero sí para hacerse fotos con Puigedmont.
Un PSOE que tomó Valladolid con medio consejo de ministros y Pedro Sánchez. Bueno, con tres de 22, pero hay que descontar los de Sumar. Y hay que añadir que una de los tres era la candidata número 1, Teresa Ribera, y otro era Óscar Puente, que representa la hiperactividad ministerial, Twitter mediante. Puente abrió campaña, medió campaña y cerró campaña. Entre acto y acto dejó unos recados para Jesús Julio Carnero, incluido llamarle «Modus». Y Carnero se los devolvió con creces delante de su jefe Feijóo. Hasta le endosó asuntos, como el abandono de la estación de autobuses, que son competencia autonómica.
Los mítines de Valladolid
Antonio G. Encinas
Antonio G. Encinas
Antonio G. Encinas
Sánchez se hizo fotos, muchas fotos, es probablemente el que más fotos se hace. Literalmente. Porque es él quien coge el móvil, apunta y dispara el selfi con quien se lo solicita. Milei, la motosierra, los hombres de negro, la ultraderecha. Por si alguno de los suyos no había cogido aún el argumentario.
Feijóo, como Sánchez, pasó por Valladolid. Esta vez no hubo fotos en las vías ni promesas de soterramiento, aunque se lo recordara Jesús Julio Carnero. Eso sí, tuvo tiempo para hacer una comparativa entre Felipe II y Conrado Íscar, presidente provincial del PP. «Se parecen», dijo. Aunque en el reino de Conrado Íscar, la plaza de san Pablo, donde se celebró el mitin, afortunadamente sí se puso el sol, porque la torradera que caía a plomo sobre los militantes era de aúpa, por mucho que triunfaran los sombreros-PP azules tipo trilby.
Ni PP ni PSOE fallaron en sus mitines, claro. Lleno total. Concejales, alcaldes, militantes… En San Pablo se podía hacer un Consejo de Gobierno de la Junta de Castilla y León. Pero se entrometió la segunda carta de Pedro Sánchez y se complicó lo de ajustar los tiempos. Tenían que hablar Conrado Íscar, Jesús Julio Carnero, Isabel Blanco, Raúl de la Hoz, Alfonso Fernández Mañueco y el propio Feijóo. Pero aunque el tiempo estaba tasado, la carta de Sánchez obligaba a una respuesta de Feijóo y, lo que es más importante, a tiempo para la televisión. Así que De la Hoz, que se aprestaba a terminar según lo previsto, se quedó cortado un segundo cuando le hicieron señas de que continuara. Cosas del reajuste de escaleta en vivo.
No es lo único que ha cambiado. El mitin del PSOE tenía cinco intervinientes, luego cuatro, luego otra vez cinco, y por el camino se cayó Ana Redondo. No pudo repetir su grito de «¡soy sanchista!», que tanto dio que hablar en la campaña de las municipales de mayo de 2023.
Peor es el caso para aquellos que hacen la campaña de la pobreza. Donde PP y PSOE disfrutan de camáras con grúa, pantallas gigantescas y un coro de jóvenes promesas situado siempre en el tiro de cámara adecuado, los demás recurren a la imaginación. Vox tuvo sus jóvenes -es un público objetivo que han sabido captar- y a Buxadé, pero se quedó fuera Santiago Abascal, que esta vez no pisó Valladolid. Además de banderas, muchas banderas, banderas como capa, como sobrecamisa, como faldamenta, también había un tipo con una camiseta de El Capote con el lema «el sol no se ponía en nuestro imperio». Ojo, que esa es una frase de tiempos de Felipe II. Ya saben, el que se parece a Conrado Íscar. Y eso es PP.
Por Sumar iba a venir Estrella Galán, la número 1 de la lista, pero al final vino, en un pispás fugacísimo, Yolanda Díaz. Y con el mismo escenario, la plaza de la Universidad, se topó con un viento de tormenta primaveral que azuzó el polen y las alergias. La acompañaba María Sánchez, que era la número 2 de Unidas Podemos por Valladolid a las Cortes de Castilla y León. ¿Y quién era el 1? Pablo Fernández, que ahora es el 3 por Podemos a las europeas. Si Podemos crece y suma 3, Pablo Fernández se irá a Bruselas y el escaño de las Cortes irá para María Sánchez. Es decir, para Sumar.
Pablo Fernández es de los que hizo campaña a golpe de tren, con el trolley a cuestas. Con actos pequeños, entrevistas en los medios y con fe en que haya un punto de inflexión. Y eso le acerca a su otrora enemigo acérrimo y hoy compañero de Grupo Mixto, Francisco Igea. Se ha aliado con Izquierda Española, como Soraya Rodríguez, y en ese grupo heterogéneo ha tomado cuerpo Cecilio Vadillo con su plataforma por el soterramiento. El candidato, Guillermo del Valle, incluso se puso la camiseta de la plataforma en una concentración en Madrid ante el Ministerio de Transportes. Un ex compañero de Soraya Rodríguez, Javier Nart, sigue en Ciudadanos. Y su misión ha sido convencer a quien quiera escucharle de que el partido aún existe. Aunque la mitad de sus procuradores autonómicos de la legislatura pasada -Marta Sanz, Miguel Ángel González, Luis Fuentes, David Castaño- estuvieran en San Pablo aplaudiendo a Feijóo banderola en mano. Al lado del Palacio de Pimentel, donde se presentó al pueblo a Felipe II. Aquel rey que se parecía a Conrado Íscar.
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