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Romeo pensativo, antes de una carrera, junto a a su técnico, Juan Carlos Domínguez.

Iván Romeo, el Perico Delgado vallisoletano

El campeón del mundo de crono sub-23, del que sus técnicos aseguran que tiene «al menos una gran vuelta» en sus piernas, es conocido por sus descuidos desde que se inició en la escuela de Arroyo

Juan J. López

Valladolid

Domingo, 29 de septiembre 2024, 20:11

En su bolsa siempre faltaba algo, aunque de la necesidad hizo virtud en decenas de ocasiones. Calcetines, maillot, calas... Hasta las zapatillas se dejó olvidadas en una prueba de la Copa de Castilla y León cuando era infantil. «Tuvo que coger su madre el micrófono ... del speaker y pedir unas zapatillas para la bici de talla 42 o 43 que es lo que usaba ya... No lo recuerdo con seguridad, pero terminó con unas que les dejaron y seguro que ganó», recuerda Juan Carlos Domínguez.

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El exciclista vallisoletano habla de su pupilo. Del nuevo campeón del mundo de contrarreloj en la categoría sub-23. «A Iván lo cogí de mi mano enseguida», recuerda Domínguez, quien defiende que a él y a su hermano Sergio enseguida les vio algo cuando entraron en la Escuela Ciclista de Arroyo con ocho y seis años. «Eran unos buenos trazas, pero tenían un potencial enorme, y eso que Sergio era muy pequeño», valora mientras recuerda a ese niño «gordito» que hoy mide 1,93 metros, y al que ya se le pide que coja peso para ser todavía más potente en la contrarreloj, una modalidad que «le va a cambiar la vida».

La crono «perfecta» de Iván en Zúrich que le dio el arcoíris se fraguó muchos años atrás, en la carretera entre Wamba y Torrelobatón. Allí, a veces a Romeo le 'castigaban' sin poder entrenar, «porque sus relevos dejaban a todos atrás». «Yo ya le dije a su padre Roberto, que aunque no mejorase nada desde cadetes iba a ser muy bueno... Si es que me costaba a mí seguirle», indica Domínguez, ganador de un prólogo en el Giro de Italia, y uno de los abanderados del pelotón en Valladolid desde su Íscar natal, y que fue uno de los que recibió llamada del corredor profesional del Movistar al poco de enfundarse el jersey de campeón del mundo desde la ciudad suiza.

«Su madre me decía que no ganaba etapas... Y le dije que iba a ganar mucho más que eso»

Juan Carlos Domínguez

El título de CRI realzó aquellos entrenamientos entre los Torozos vallisoletanos, pero también aquellas sesiones en el Polígono de Arroyo, donde Domínguez ejercía de moto para que Iván aprendiese «el oficio» de contrarrelojista, con un ritmo constante que a Romeo, al contrario que a muchos corredores, le gustaba –y le gusta–. Es ahí donde radica uno de los pilares que lleva a sus técnicos, a sus compañeros y amigos, a pensar que «será uno de los grandes».

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Domínguez no tiene dudas de que el control que tiene en la lucha contra el crono le otorga la posibilidad de aspirar a una gran vuelta. «Las de una semana, seguro, y las de tres, yo creo que también las tiene en las piernas, porque además de ser muy bueno contra el crono, es que sube muy bien, y pese a su altura. Se parece un poco a Indurain. En su día decían que no podía ganar o subir puertos... », valora su entrenador y descubridor, en un momento donde además el propio Romeo negocia la renovación con el Movistar, con la posibilidad de prorrogar su contrato a 2028, con la firma actual hasta diciembre de 2025.

Las comparaciones con Remco Evenepoel también están ahí. «Es pronto, pero ojo que Iván tiene que coger más cuerpo y viene muy fuerte por detrás. Es que lo que ha hecho es muy gordo», analiza Domínguez. Una victoria que lo va a cambiar todo, con la curiosidad de que antes de que le llegara y durante muchos años, la propia madre de Iván le preguntaba a Juan Carlos por la falta de triunfos de su hijo... «Quizá no gane etapas ahora, pero va a ganar cosas mucho más importantes», le contestaba el excorredor de Íscar, que siempre vio a Iván a un alumno aventajado.

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«Perdió muchas cosas, porque le ha pasado de todo... Es un poco Perico», bromea Domínguez en relación a la fama de despistado que tenía el excorredor segoviano, que incluso llegó tarde a un prólogo del Tour de Francia cuando era favorito para ganarlo. «Iván no ha llegado a esos extremos, pero no poder competir porque se le olvidaba el dorsal, porque le faltaba esto u lo otro, era habitual. A su hermano también le pasaba».

Romeo, en su etapa cadete.

Lo que ha tenido siempre es la «pasión» por la bici. Desde que entró en la escuela de Arroyo. «Y la competitividad», advierte Domínguez. «Competitivo, pero honesto», añade de inmediato, en relación a ese 'pique' que existía con otros corredores de la escuela, y rivales a los que ha ido dejando en la cuneta con el paso de los años. Del 'gordito' al que se llevaban al duatlón de Antequera para que «hiciese deporte», al corredor que absorvía «como una esponja» todo lo que le decía. «Yo le decía que el enemigo que tenía en una crono, era él mismo, y el otro día terminó por derrotarlo, y a lo grande», concluye.

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