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José Manuel Vega (Valladolid, 1974), ingeniero y escritor, ha derribado tabiques al tiempo que levantaba los capítulos de una novela. Quiso la casualidad (o tal vez la coincidencia no es fortuita) que se comprara una casa y emprendiera una reforma al mismo tiempo que dibujaba la estructura de su segunda novela. El punto de partida de 'Toda la verdad sobre Aldo Fortuny' (recién publicada por Plaza & Janés y que el autor publicará el 29 de marzo en la Casa del Libro) tiene mucho que ver con ese frenesí de ladrillos y rodillos que Vega vivía en la vida real. «La escritura ha transcurrido paralela a los ocho meses, más o menos, que he estado de reforma en mi casa». Y eso ha alimentado la trama de este libro de misterio rural que nace de una imagen potente que se desvela en las dos primeras páginas de la novela. «Imagina que te compras una casa, empiezas la reforma, y cuando tiras un tabique (la chimenea en este caso) descubres que dentro está el cadáver de una personas desconocida».
-¿Y ahora qué?
-Eso es lo que se pregunta Sira, la protagonista. ¿Qué hacemos ahora? Sira tiene 37 años y, después de una vida en Madrid, siente que no termina de encontrar su hueco. A los problemas sentimentales se unen las dudas laborales. Así que decide hacer las maletas y marcharse a vivir al pueblo de la sierra donde pasaba los veranos. Allí ha comprado una casa y empezado la reforma.
-Y se encuentra con ese cadáver.
-Exacto. El cuerpo lleva allí muchos años, nadie sabe quién es. El arquitecto que lleva la reforma, nada más empezar el libro, le plantea dos opciones a Sira. «Podemos avisar a la Guardia Civil, que llamará al juez, investigarán, te harán parar la obra, será un lío para ti ahora que intentas cambiar de vida».
-¿O bien?
'Toda la verdad sobre Aldo Fortuny'. José Manuel Vega
Plaza&Janés 328 páginas. 21,90 euros.
-«Cogemos los restos (que no sabemos de quién son ni cuántos años pueden llevar aquí), los enterramos en el jardín y tiramos para adelante como que no ha pasado nada». Y entonces Sira, un poco agobiada por las circunstancias personales, decide lo segundo, enterrar de nuevo los restos y seguir como si no hubiera pasado nada. Pero no puede dejar de pensar en quién podría ser esa persona.
-Así que empieza a preguntar a los vecinos del pueblo.
-Cada uno le cuenta una cosa. Verdades, medias verdades, mentiras directamente. Hasta que Sira descubre, primero quién era esa persona y después por qué acabó ahí, en el interior de su chimenea.
-Y eso trastoca esa pequeña comunidad donde todos se conocen... o creen que se conocen.
-La trama podría haber estado ubicada en cualquier sitio. Aunque estés en una ciudad, esas relaciones se establecen, por ejemplo, con tus vecinos de portal. Pero me apetecía ubicarlo en el pueblo de Navacerrada y los aledaños, en la sierra de Guadarrama, entre Madrid y Segovia. Primero porque es donde vivo, lo conozco bien y puedo buscar ubicaciones originales que incluso animen al lector a visitarlas. Pero, además, me permitía conectar con personajes y leyendas de la zona.
-Como Agnes, una de esas misteriosas vecinas.
-Es esa señora, habitual en muchos lugares, un poco solitaria, que está todo el día en el campo, que recoge hierbas, que habla sola. Algunos piensan que está un poco loca. Otros piensan que es un poco bruja, que puede echarte el mal del ojo. Quería que este personaje tuviera un discurso plagado de las leyendas de la zona y que, al mismo tiempo, fuera contando ciertas verdades, datos que ayudan a la protagonista a avanzar en su investigación.
-Y frente a la fantasía de Agnes...
-Está Alan, otro vecino, un matemático muy brillante, un investigador que, frente a las leyendas, muestra un comprotamiento completamente racional. Es una persona muy inteligente, pero también muy tímida, con problemas para relacionarse. Me parecía muy interesante colocar a Sira, la protagonista, entre esos dos mundos, el de la fantasía de Agnes y el del puro raciocinio de Alan. Desde un principio tuve en mente un personaje así, tal vez por mi formación profesional, por aquello de que soy ingeniero.
-¿Y cómo llega un ingeniero a escribir novelas?
-Y no soy el único. Están Luis Zueco, Eloy Moreno... No es tan raro. A mí, desde pequeño, siempre me gustó escribir. Empecé escribiendo libros técnicos, sobre economía y empresas. Esa fue mi entrada al mundo editorial. En verano, para despejarme de tanto libro profesional, me gustaba leer novela negra. Y, como un reto personal, me pregunté si sería capaz de dar el salto hacia la ficción. Así surgió 'La arquitectura del mal'. Y ahora esta segunda novela, con un registro totalmente nuevo.
-Habíamos dejado a Sira investigando quién era ese cadáver de la chimeneas. En un momento, lo cree descubrir y acude a la prensa.
-Hay personas anóminas que, en un determinado momento, sin buscarlo, se convierten en héroes. Pienso en ese inmigrante ilegal que escaló un fachada en París para salvar a unos niños. O ese portero del incendio de Valencia que se jugó la vida para salvar a unos ancianos. Hay gente así, que de repente se convierten en héroes y de los que luego, muy pronto, nos olvidamos.
-La memoria es importante para descubrir la identidad del cadáver.
-Sí. Y en ese sentido, en esa reforma real de mi casa he encontrado cosas que me han servido para rellenar los huecos de la trama.
-¿Por ejemplo?
-La pareja que vivía antes en mi casa ya falleció. No tenían descendencia y dejaron allí muchos objetos personales. Encontré, por ejemplo, un montón de diapositivas de sus viajes, sus eventos familiares. Es un poco inquietante revisar todo eso, porque te sientes un 'voyeur', el espía de unas vidas que cambian a través de sus fotografías. Eso me sirvió para introducir en la novela un álbum de fotos que da algunas pistas para resolverlo todo. En el fondo, la novela habla de que somos incapaces de conocer a fondo a las personas, tanto a las que tenemos alrededor como a las que ocuparon, antes que nosotros, los sitios en los que ahora nos movemos.
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