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Las librerías acaban de recibir tres títulos que abordan la posibilidad de renacer, de cambiar de vida... aunque eso no conduzca siempre a una existencia mejor. Las recomendaciones literarias de esta semana son 'La vida feliz', de David Foenkinos, 'Primero estaba el mar', de Tomás González, y 'Luciérnaga', la novela con la que Natalia Litvinova ha ganado el premio Lumen.
«No es raro que las personas con las que tratamos a diario sean las que menos nos conocen» (65)
La vida feliz David Foenkinos
Alfaguara 224 páginas. 19,90 euros.
Hay una escena, justo cuando llevamos un tercio del libro, en la que Éric, el protagonista de 'La vida feliz', experimenta un cortocircuito vital. Está de madrugada en un hotel de Seúl. Se mira en el espejo y, durante apenas un segundo, descubre que no está el reflejo de su imagen. Ha desaparecido. Ocurre en apenas un suspiro, pero, cuando vuelve a verse en el cristal, sabe que ya es otra persona. ¿Cómo ha llegado hasta aquí? Éric tenía un cargo importante en Decathlon, estaba separado de su mujer, apenas veía a su familia y lidiaba con una severa depresión cuando una antigua compañera de clase le contacta. Amélie, que así se llama la vieja amiga, trabaja como asesora para el gobierno de Macron y le pide que se incorpore a su equipo para una importante negociación con Samsung en Corea. David Foenkinos es un escritor muy hábil en esos relatos cotidianos, llenos de referencias a la actualidad, en los que suele incrustar sus relatos. Así que Amélie y Éric van a Corea, tontean, se alojan en el mismo hotel y justo cuando parece que el negocio se va a cerrar, Éric desaparece. No solo su imagen en el espejo, sino también él. Amélie no sabe dónde se ha metido. En realidad, Éric ha callejeado de madrugada por Seúl hasta encontrar 'Happy life', una tienda revolucionaria en la que el cliente puede celebrar su propio entierro como un modo de renacer. Una vez que te has visto muerto, tu vida puede cambiar. O tus ánimos pueden verse revitalizados para que tu vida cambie. Es lo que le ocurre a Éric que, de regreso a Francia, intenta llevar allí esa idea de 'Happy life'. Mientras su desastrosa vida parece encauzarse (y ojo, volverse a poner en riesgo a medida que asume más responsabilidades y compromisos), la de la existosa Amélie parece entrar en barrena. «Ninguna otra época ha estado tan marcada por el deseo de cambiar de vida. En algún momento de nuestra existencia todos queremos ser otra persona. Hay un gran deseo de morir y renacer», se escribe en la página 149. Y de eso va esta vida feliz de Foenkinos.
«Me había dedicado a masturbarme con los libros por miedo a enfrentar la vida en carne y hueso» (93)
Primero estaba el mar Tomá González
Sexto piso 176 páginas. 17,90 euros.
Aquello parecía una buena idea. J y Elena habían decidido emprender una nueva vida en común en un lugar privilegiado, lejos de la ciudad y sus bullicios, de la familia y sus trampas. Solos en un lugar que en sus sueños se presentaba como el paraíso. El objetivo era sencillo: «Disfrutar el mar, una buena canoa para pescar y remar, algunas vacas y gallinas» (92). Sin embargo, el plan comienza a resquebrajarse justo antes de poner un pie en el destino final. El primer capítulo, con sus descripciones sucias, ya nos advierte de que esta aventura no terminará bien. Esas páginas iniciales están llenas de jeeps harapientos, calles polvorientas (que serán un lodazal en cuanto llueva), un hedor de aguas negras que poco tienen que ver con la postal paradisíaca del oceáno. Y además, Elena viajaba con una máquina de coser familiar que acaba destrozada en el viaje. Las costuras, sí, acaban de estallar. Tomás González escribió en 1983 una novela agobiante sobre cómo los sueños se pueden convertir en pesadillas y que ahora, en 2024, recupera la editorial Sexto Piso. Con un suspense medido (apenas unas líneas anticipatorias salpicadas por la novela), cuenta cómo esa pareja se quiebra, cómo esa vida se tuerce en cuanto los personajes aspiran a algo que saben que nunca conseguirán. Así, entran en juego préstamos, ambiciones, deudas, engaños y mentiras, sospechas, desconfianzas, malentendidos... toda esa marejada que convierte en ingobernable el mar que parecía más plácido. Aunque nos creamos a salvo, en cualquier momento puede llegar la inundación y hasta el mar más «inodoro e insípido» se convierte en un lugar que huele «a podrido», donde se cruzan «muerte y vida» (111). Y todo ello, contado con una prosa caribeña, muy atenta a las descripciones, con palabras que en sí mismas parecen tener olores y sabores. E imágenes potentes, como ese ataúd construido con las maderas de una cama que durante meses fue nido de amor.
«De noche la piel se relaja y las heridas, las visibles y las invisibles, se abren» (75)
Luciérnaga Natalia Litvinova
Lumen 240 páginas. 19,90 euros.
Las personas que fueron evacuadas del entorno de la central nuclear de Chernóbil recibieron el nombre de 'Luciérnagas' (150) y Natalia es una de ellas. «Cuando era niña, creía que por las noches la radiación salía de mí e iluminaba el cuarto como una pequeña lámpara (...) Me cuestionaba si ese polvillo me haría daño al abandonar mi organismo y si ese daño se propagaría». Ya no es solo el pánico a lo que lo tóxico puede ocasionarnos, sino también el miedo a que nosotros mismos seamos veneno para los demás. 'Luciérnagas', el premio Lumen de novela, es un libro que -a medio camino entre la memoria y la fantasía- cuenta la historia de una familia en un territorio afectado por la explosión de Chernóbil y de su posterior exilio, cuando la narradora tenía diez años, a Argentina. Es una novela sobre la extrañeza de la migración. sobre cómo la herencia del pasado puede contaminar nuestro presente. («Tengo demasiadas preguntas sobre el pasado de nuestra familia, tantas que temo convertirme en una», 104). Sobre cómo el silencio -intentar tapar el desastre nuclear, ocultar la raíz familiar- agrava el problema («Mis pensamientos son tan densos que parecen un ancla, me encallan en este lugar» (106). Y sobre cómo la escritura puede ayudar a restañar heridas y, a partir de ahí sanar. «¿Qué es lo importante? ¿Qué no lo es? ¿Y si lo importante naufraga en el mar tumultuoso de la memoria? Escribir es como bucear. El peso de la historia me hunde. Conocer el fondo y no olvidarse de él es volar después» (205). Escrita en capítulos cortos, como escenas fragmentarias de la memoria, la primera parte cuenta la infancia en el entorno de Chernóbil y la segunda, con un estilo emparentado con la fábula, recrea la historia familiar de Natalia: el pasado de su abuela Victoria, que fue deportada para trabajar en una granja nazi durante tres años y, a su regreso, acusada de traidora, obligada por la represión estalinista a trabajos forzados intenta 'descontaminarse' de su condición de luciérnaga. en los pantanos para extraer turba. Allí, en aquellos lodazales, le picó una serpiente y ese veneno se transmitió de generación en generación, como una suerte de maldición que contamina a los que vienen detrás. Ese material tóxico (que juega en varios planos simbólicos) es la clave de una novela que en la tercera parte se traslada a Argentina, donde la niña Natalia intenta 'descontaminarse' de su condición de luciérnaga.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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