Cuatro 'thrillers' superventas y otras ideas para regalar en el Día del Libro

Por ejemplo, puede ser un buen momento para recuperar 'Bajo tierra seca', la novela con la que el vallisoletano César Pérez Gellida obtuvo el premio Nadal. O 'El niño', el regreso de Fernando Aramburu a las librerías'. También ha regresado Gabriel García Márquez con 'Nos vemos en agosto', su novela póstuma. Y esta primavera han vuelto Paul Auster con 'Baumgartner'.

Más títulos que merece la pena destacar son 'Ya casi no me acuerdo', libro de relatos de Clara Morales, 'Los alemanes', de Sergio del Molino y 'Amor capital', de Karmele Jaio, 'La distancia que nos separa', de Maggie O'Farrell o la saga de Blackwater, de Michale McDowell. Y además, una de las sensaciones del año, 'Los escorpiones', de Sara Barquinero o el monumental trabajo periodístico de Leila Guerriero en 'La llamada'.

«Quise convertir una pantera en un perrito faldero. Ahora bien, los animales salvajes son como los hombres. Los podemos engatusar, maquillar, disfrazar. Podemos alimentarlos de amor y de esperanza. Pero no podemos cambiar su índole» (339)

Es imposible negarle a Joël Dicker su abracadabrante capacidad para confundir al lector, para hacerle creer cosas que en realidad no han sucedido... o que si han pasado puede ser que incluso ocurrieran justo al contrario de lo que en un primer momento habíamos pensado. Las novelas de Dicker son deliciosamente tramposas. Su estructura es un ingenio de pistas falsas que, al final, suelen casar (o eso parece sin la lupa minuciosa de una segunda lectura). Es verdad que a veces el resultado final no es satisfactorio. Ahí tenemos esa astracanada titulada 'El enigma de la habitación 622'. Un bluf de desenlace imposible que Dicker haría bien en esconder de su currículo porque madre mía. El estilo (y la estrategia narrativa) ya estaba en 'La verdad sobre el caso Harry Quebert', la novela que le granjeó una legión de seguidores dispuestos a dejarse engañar una vez más. Aquí, en 'Un animal salvaje', los giros de tuerca y los truquitos de guion están al servicio de una historia sin cadáveres ni desapariciones. No hay crímenes. Pero Dicker mantiene su propuesta literaria. Nadie es como parece que es. Y nada de lo que parece haber pasado tiene por qué ser verdad. Los saltos en el tiempo, las escenas dos veces contadas desde perspectivas distintas sirven para abrochar la historia de dos parejas que comparten urbanización en las afueras de Ginebra. Por un lado están Sophie y Arpad. Son dos triunfadores. Ella, abogada de éxito. Él, asesor financiero. Ocultan un pasado, claro. La otra pareja es la formada por Greg (pronto sabremos que es policía) y Karine. Tanto Greg como Karine se sienten fascinados por la personalidad de Sophie. Hasta el punto de que él no puede evitar espiar a su vecina escondido entre los arbustos. Será así como descubra algo que lo cambiará todo. Y eso que no es el único que espía a Sophie y Arpad, porque también hay un tipo que los sigue desde un Peugeot gris. Y sabemos, además, que dentro de unos días se cometerá el atraco a una joyería. A partir de aquí, Dicker disemina las piezas para poco a poco reconstruir una historia de fortunas en negro, obsesiones enfermizas, temporadas carcelarias, tipos del pasado que vuelven y engaños amorosos. El animal salvaje del título es una metáfora de esos lobos con piel de cordero que no pueden evitar su naturaleza delictiva. Y también remite (algo habitual en Dicker) a un libro que servirá de detonante y símbolo. Aquí es el texto de un olvidado escritor italiano de principios del siglo XX que evoca el recuerdo de un tipo que quiso amaestrar una pantera en su finca sin saber que las bestias atacan hasta a la mano que las da de comer. Dicker sirve lo que se espera de Dicker.

«La gente malvada sonríe mejor que las buenas personas» (122)

Esa grieta que se abre en el título de la nueva novela de Javier Castillo es el síntoma de la distancia cada vez más insalvable que puede abrirse entre personas que se querían. La grieta de hoy puede ser el abismo de mañana. «Deberíamos prestar más atención al silencio de nuestros hijos», puede leerse en la página 376. Así que, ante nuestros pies, está el precipicio en el que podemos terminar cuando todo alrededor es silencio, mentiras, sentimientos fingidos, miradas hacia el lado contrario de lo que se debería mirar. 'La grieta del silencio' es la tercera entrega de novelas protagonizada por los periodistas Miren Triggs y Jim Schmoer, y por el inspector del FBI (ya jubilado) Ben Miller. Los habituales de Javier Castillo los conocerán por 'La chica de nieve' y 'El juego del alma'. Quienes no tenían ni idea de quiénes son, pueden acercarse sin miedo a esta novela, porque (aunque se pierdan matices) puede seguirse perfectamente como pieza independiente.

El autor echa mano de una historia muy sencillita (podría resumirse en un par de párrafos), pero planteada con ritmo adecuado (ni moroso ni acelerado) y giros más o menos inesperados. La historia se remonta a principios de los años 80, cuando Daniel, el hijo de Ben, desaparece misteriosamente sin que nadie sepa dónde se ha podido meter. De su rastro camino del colegio a casa solo ha quedado una bici abandonada en mitad del trayecto. ¿Dónde se ha metido? Durante toda su vida, Ben se ha dedicado a buscar a personas desaparecidas con la esperanza de encontrar a su propio hijo. Y ahora que se ha jubilado, lo intenta por última vez con ayuda de sus amigos periodistas Jim y Miren. El caso removerá un pasado doloroso para Miren y destapará una sórdida red de abusos que parece haberse prolongado durante décadas.

Una clave en la investigación serán las cintas que con su voz Daniel grababa en su casete cuando era pequeño. Cuenta el autor que le gusta recurrir a estos productos populares hoy casi desaparecidos (el casete, el vhs, las fotos polaroid) para que sus tramas avancen. Y, en ocasiones, la historia le pasa por encima a sus personajes, más pendientes de lo ocurrido en el pasado, de las oportunidades perdidas, que de disfrutar el presente. «No eres las heridas que tienes» (88). Muchos de los personajes de Castillo, especialmente Miren, están atrapados en ese laberinto del que a veces es tan difícil salir. El libro apunta directamente a esa sociedad enferma que prefiere retirar la mirada para no intervenir, critica a esas familias que no están atentas a los cambios de sus hijos y anima a los pequeños a contar sus problemas a las personas de cofianza. Porque las grietas que abre el silencio pueden ser definitivas. Y con esta novela, dice Castillo que cierra esa trilogía que hace años comenzó con 'La chica de nieve'.

«Te vuelves adicto al like, a la aprobación, a la notoriedad. Pero un like no es solo un like. Puede ser una puerta que se abre» (387)

Ya conocimos a Axel en 'Axel', la novela con la que el periodista deportivo Luis García-Rey se estrenaba en el mundillo del 'thriller' patrio. Lo hacía con el asesinato de un locutor de radio, en una historia de camellos, mafias, parejas abiertas y adictos al sexo. Ahora, Axel regresa convertido en el inspector de los famosos. La resolución de aquel caso le ha catapultado al éxito mediático. No solo le ascendieron, sino que su fama creció tanto que una vez a la semana le invitan a la tele para analizar la crónica negra del país. Tiene como compañera a Loor, la policía que da título a esta segunda entrega porque es ella quien se verá envuelta en un lío mayúsculo que habrá que resolver. Loor ha conocido, a través de una app de citas, a una famosísima influencer. Quedan a cenar. Luego van al piso de la estrella de Instagram. Tienen sexo. Y Loor se queda dormida. A la mañana siguiente, la influencer está muerta, pero Loor no recuerda nada. Y, de forma paralela, tenemos a Borja Madrid, una estrella del pop venida a menos que ahora ve reverdecer su carrera tras la reunificación del grupo que en su día tuvo con su hermano. Borja (y su hermano) tuvieron un lío con la influencer. Y todo se enreda aún más con el hallazgo de nuevos cadáveres.

Luis García-Rey ha construido en torno a Axel y Loor una saga de novelas que se acerca a la actualidad (onlyfans, el sexo virtual, el sensacionalismo mediático) con la mirada descreída e incrédula de quienes crecieron en los 80 y 90. Es inmensa la lista de referencias que pululan por el libro. De 'Superdectective en Hollywood' a 'Los goonies', de 'No me chilles que no te veo' a 'Regreso al futuro'. Y eso, unido a letras de canciones que se incrustan en la trama, como ya hemos visto, por ejemplo, en Gómez Jurado. En 'Axel' la historia se demoraba un poco en páginas de relleno. Aquí, pese a que son casi 600, el ritmo no decae tanto. La historia avanza de forma más fluida y la prosa de García-Rey es más divertida, más entretenida, con guiños divertidos que dibujan sonrisas en el lector. Es interesante cómo se acerca a ese mundo subterráneo de Internet, del sexo cibernético, de los delitos que ahí se cometen, con personajes (hasta los más insospechados) que se conectan para encontrar placer en un clic. Y junto a eso, el mundillo acharolado y mentiroso de los influencer, el enchufismo de la política y la presión sobre todo tipo de profesionales, el morbo mediático y el postureo de las estrellas de rock. 'Loor' gana enteros respecto a 'Axel', en un 'thriller' entretenido que juega con las reglas del género.

«Se tarda una vida en alcanzar la libertad y un minuto en aburrirse de ella» (95)

«Usted me asalta en un restaurante y me cuenta una historia digna de una novela de aeropuerto», dice en la página 412 un personaje de 'El hijo olvidado' cuando se ponen sobre la mesa los hilos de la trama. Y atención, porque hay ingredientes para todos los gustos. Tenemos el agente de baja que investiga por su cuenta un caso en el que está involucrado un familiar. Tenemos un joven inocente que es falsamente acusado y llevado a la cárcel. Tenemos agresiones carcelarias. Tenemos explotadores sexuales. Tenemos tiroteos en lugares sin cobertura. Tenemos suicidios que en realidad son asesinatos. Tenemos investigadores que se cuelan en escenas del crimen que no les corresponde investigar. Tenemos muertos inesperados, policías corruptos, periodistas señalados. Tenemos un grupo de poderosos que se creen capaces de eludir la justicia. Tenemos conspiraciones.

Hay mucha chicha en esta novela en la que Mikel Santiago demuestra el dominio del género. La historia, que a primera vista puede parecer enrevesada, no solo está bien dosificada, sino que el autor sabe dónde y cómo meter los resúmenes de lo que hasta ahora sabe el lector, para que ordene las ideas y no se le pierda ninguna pista. Esta es una novela que habla de la familia (el tío policía que ayuda al sobrino falsamente acusado) y de hasta qué punto conocemos a los que consideramos cercanos. Por eso, varios personajes se aliarán al ver que otras personas (exparejas, amigos, compañeros de trabajo) han de arrastrar una etiqueta que no les corresponde (hay suicidios que no lo fueron). Y, sobre todo, nos cuenta cómo lo más sórdido, todo eso que aparece escondido a los ojos de la mayoría, puede emerger con una mínima casualidad: por ejemplo, un accidente de coche donde menos te lo esperas. Mikel Santiago ha escrito una novela adictiva que tiende numerosos anzuelos que parecen inconexos para pescar la atención del lector... hasta que al final quedan anudados.