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Portada de las tres novelas seleccionadas de la semana. El Norte
'Baumgartner', el filósofo crepuscular de Paul Auster y dos historias nazis
Los libros de la semana

'Baumgartner', el filósofo crepuscular de Paul Auster y dos historias nazis

Benito Olmo y Ulla Lenze hurgan en las heridas del nazismo en 'Tinta y fuego' y 'El operador de radio'

Víctor Vela

Valladolid

Sábado, 6 de abril 2024, 00:24

La primera tiene el nombre de su protagonista en el título 'Baumgartner'. Así se apellida el personaje principal de la más reciente novela de Paul Auster, que acompaña a un filósofo en un recorrido vital a partir de su memoria. Los otros dos libros, 'Tinta y fuego' y 'El operador de radio', comparten el conflicto de fondo, pero con dos tiempos y estilos muy diferentes. El nazismo y sus efectos es el hilo conductor para ambas novelas. La primera, de Benito Olmo, cuenta desde el presente la historia de una red que saqueaba las bibliotecas de los judíos. La segunda, de Ulla Lenze, retrata a partir de los años 30, a un alemán envuelto en una conspiración por la que le acusarán con trabajar para los nazis.

'Baumgartner', Paul Auster

  • Baumgartner. Paul Auster

  • Seix Barral 264 páginas. 20,90 euros.

«El primer día bueno de primavera: el mejor día del año» (página 12)

'Baumgartner', la novela más reciente de Paul Auster llegada ahora a las librerías españolas, es un libro melancólico y crepuscular en el que el azar (tan presente en sus obras) se alía con la memoria. Las primeras páginas son fantásticas: un tratado sobre la concentración, la vorágine contemporánea, el funcionamiento de nuestro cerebro, cómo la memoria es tan poderosa como frágil. «Por qué algunos momentos efímeros e indiscriminados persisten en la memoria mientras otros, presuntamente más importantes, desaparecen para siempre», se pregunta el narrador en la página 152. Ese narrador es S. T. Baumgartner, un filósofo viudo, entregado durante años al cultivo de la razón, que descubre que junto a las verdades científicas existen las emocionales, que el conocimiento no solo está en los libros y en lo vivido, sino también en lo soñado, en lo que contamos y nos es contado. «Recuerda este momento, chico, acuérdate de él durante el resto de tu vida, porque nunca te ocurrirá nada más importante que esto que te está pasando ahora mismo» (258).

Decíamos que ese inicio es estupendo, con STB sentado frente al escritorio mientras intenta en vano avanzar en un ensayo sobre Kierkegaard. Las llamadas de teléfono, los repartidores a la puerta de casa, las tareas cotidianas y los accidentes domésticos (ese cazo de leche), los olvidos del día anterior que de pronto se recuerdan. Todo parece conspirar para no sacar adelante la tarea. Hay un mundo ahí afuera que se empeña en colarse en nuestra en mente. Eso sí, las zancadillas no solo vienen del exterior, sino que a veces nos las ponemos nosotros mismos: un pensamiento inesperado que se cruza por la cabeza, un recuerdo imprevisto, una urgencia que en realidad no es tal. O el dolor, que lo coloniza todo. Es poderoso ese arranque de un filósofo que no se consigue concentrar. «Ni siquiera lo dejan pensar a uno» (17).

Todo ese barullo exterior tiene otra característica, además. Es inesperado. Hay multitud de sucesos al cabo del día que se empeñan en desviarnos del camino que nos habíamos propuesto. El azar (de nuevo el azar) nos zarandea. Después el libro, tal vez pega un bajón, con ese juego de cajitas narrativas tan querido por Auster. El filósofo viudo y con dificultades para escribir se encomienda a la memoria: reconstruye (también gracias a lo que ella dejó escrito) la vida de su mujer, luego de su padre, de su madre. El pasado se convierte en alimento para el presente. Los sueños y los recuerdos se cuelan en la realidad del hoy. «¿Tiene un acontecimiento que ser real para se acepte como verdad, o la creencia en su verdad ya lo hace real aunque no sucediera lo que presuntamente ocurrió?» (198). Sobre estas premisas (la verdad de los sentimientos, el peso de la memoria, el recuerdo como combustible del presente) se asienta este último libro que Paul Auster escribió mientras luchaba (siguel luchando) contra el cáncer. Una novela melancólica, con un protagonista consciente de que, aunque los días se acaban, todavía hay tardes de sol de las que disfrutar.

  • 'Tinta y fuego' Benito Olmo.

  • N de Novela. 480 páginas. 21,90 euros.

«Cualquier bibliotecario sabe que la mejor manera de perder un libro es cambiarlo de sitio» (página 92)

«Mi trabajo es encontrar libros, no personas ni criminales de guerra», dice Greta, protagonista de 'Tinta y fuego' en la página 366. A esas alturas de la historia, ya sabe que en lo que anda metida se ha alejado mucho de su empleo original. Greta es una cazadora de libros: rastrea las librerías de viejo, las bibliotecas de saldo, las ferias y mercados para localizar ejemplares que tienen un valor especial. Por ser singulares. Por ser especiales para alguien. Un día, Greta recibe el encargo de encontrar los ejemplares de una de las muchas bibliotecas que desmantelaron los nazis. Entre las muchas propiedades que robaban de los judíos estaban también los libros. Y hay personas empeñadas en localizar esos libros para devolvérselos a sus propietarios originales. Este es el punto de partida de esta novela y de la misión de Greta. Sin embargo, por el camino, se dará cuenta de que los robos nazis eran mucho más numerosos de lo que ella pensaba... y que el valor de esos libros hace que todavía hoy se produzca un reguero de muertes, de Madrid a Berlín, de Roma a Polonia, con parada (casi) final en Cádiz.

Benito Olmo ha construido un artefacto tal vez en ocasiones demasiado explicativo y que habría ganado con algunas elipsis para que la acción avance a un ritmo más fluido (por ejemplo, antes del viaje a Polonia, en torno a la página 228). Es uno de los tramos en los que se hubiera agradecido un poco de tijera. Pero, más allá de la trama, lo atractivo del libro (al menos para los letraheridos) es ese amor que desprende cada página no solo por la lectura, sino por el libro como objeto. Y por todo ese comando de bibliotecarios, libreros y lectores que lo cuidan y protegen como el valioso objeto que es. Una novela de acción, intriga y reparación histórica con los libros como protagonistas.

'El operador de radio', Ulla Lenze

  • 'El operador de radio' Ulla Lenze

  • Salamandra 288 páginas. 21 euros.

«Quien tiene el poder no tiene automáticamente la razón» (198)

La historia promete. Un joven procedente de Alemania se refugia en Estados Unidos con la esperanza de escapar de la pobreza y del incipiente poder del autoritarismo en Europa. Sin embargo, allí, en Nueva York, se verá inmerso (sin quererlo ni buscarlo, pese a las advertencias de amigos y pareja) en una red de espías nazi. Operación Polvo Solar. Josef es un apasionado de las radios y su conocimiento para transmitir mensajes será aprovechado por quienes quieren convertir sus ideas en una lucha política. Este colaboracionismo involuntario (acrecentado por su trabajo en una imprenta) le perseguirá durante el resto de su vida. También en su retorno a Alemania, con su hermano. También en su llegada final a Argentina. En todo estos sitios, Josef, aun siendo la misma persona («quiero seguir siendo un don nadie», 132) debe adaptar su personalidad. Será Joe, será José, pero la identidad no es pétrea y se transforma con el paso del tiempo y las circunstancias. «Al fin y al cabo él mismo había pasado de ser renano a un neoyorquino» (71). Y sin embargo, debe luchar contra los prejuicios de quienes verán siempre en él un alemán y lo asociarán, de forma sospechosa, con el régimen nazi.

Así, esta novela habla sobre la identidad, sobre los prejuicios ante la migración y también sobre la inocencia de un personaje envuelto en una conspiración que le sobrepasa (un pelele zarandeado que se da cuenta de que lo es mientras ve una película). La historia promete, sí. Pero creo que la estructura elegida por la autora para contarla no rema a favor. Hay unos saltos temporales excesivos (de Alemania a Nueva York y Sudamérica) sin que se justifique en términos de sorpresa narrativa. No hay giros inesperados que ayuden a comprenderlo ni cambios vitales en el personaje que emocionen al lector. Tal vez una historia más ordenada, con un mayor acento a las tensiones de cada tramo (la conspiración, la relación con su chica en NY, con su hermano en Alemania) habrían ayudado a que la novela ganara entidad. Creo.

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