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Extremadura, año 1917. En la estación de ferrocarril de Zafra, una pareja de la Guardia Civil detiene a Jacinto Padilla, capataz de la finca Monterroso, una de las haciendas más famosas de la comarca y que hace tan solo unas horas ha ardido hasta acabar ... casi en cenizas. Pero no solo preocupa el incendio, sino que también la dueña de la propiedad, Antonia Monterroso, ha desaparecido sin dar señales de vida. ¿Quién ha quemado la finca? ¿Dónde está Antonia? ¿Y de quién son los cadáveres que hallarán a medida que avance la investigación?
Este es el punto de partida de 'Bajo tierra seca', la novela con la que César Pérez Gellida ha ganado el Premio Nadal, uno de los galardones más importantes de las letras españolas. El escritor vallisoletano ha urdido en estas páginas su historia más ambiciosa, con una estructura bien engarzada, giros inesperados, personajes poderosos y un escenario hostil en el que viven unos seres capaces de todos por medrar y sobrevivir.
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César Pérez Gellida
A continuación, presentamos en unas líneas a los protagonistas de esta historia ambientada en la Extremadura de 1917, un territorio de pobreza extrema donde unas pocas familias se aprovechan de la miseria de los demás para hacer negocio. «Fuera de las fronteras patrias se libra una guerra de ámbito mundial que en solo tres años ya se ha cobrado millones de víctimas. Dentro, la debilidad de los sucesivos gobiernos, horadados por la sombra de la amenaza militar, la siniestra luz de la Iglesia y cómo no, por su propia inoperancia política, ha provocado el descrédito de la población hacia un sistema incapaz de adaptarse a las necesidades de una sociedad cada vez más agrietada. Más agriada. Menos halagüeña aún es la situación socioeconómica de las regiones latifundista como la extremeña, donde unas pocas familias concentran la escasa riqueza de la tierra y el caciquismo domina la miserable cotidianidad de quienes no tienen más remedio que trabajarla», describe Pérez Gellida en las primeras páginas. Y junto a eso, la gripe española, que deja tras de sí miles de víctimas.
En este contexto, se mueven los principales personajes de 'Bajo tierra seca'.
Martín Gallardo
Es teniente de la Guardia Civil en el puesto de Almendralejo y la persona que se encargará de investigar el misterioso incendio en la hacienda Monterroso. Nacido en El Burgo de Osma, castellano recio, tiene bigote de herradura, espalda ancha y el cuerpo lleno de heridas y cicatrices. Pero no solo el cuerpo. Se convirtió en «uno de los miles de desgraciados que como él fueron llamados a filas para tratar de amarrar las posesiones territoriales de ultramar». Así, a finales de siglo XIX, estuvo destinado en Filipinas, donde formó parte de la V Compañía de Caballería. Allí, durante tres años, junto a Sebastián Costa, permaneció encerrado en un campo de prisioneros de Angat, junto a otros nueve mil españoles que fueron capturados por los tagalos, cuando los rebeldes filipinos se alzaron en armas contra los militares españoles. De aquella dura experiencia conserva tormentos personales y su adicción al opio. Lleva siempre encima un pequeño estuche negro, que compró en Manila en 1897, con lo necesario para entregarse a la droga y olvidarse de la realidad. Ha visto tantas desgracias que ha dejado de creer en Dios y apenas tiene confianza en los demás. «El ser humano es una basura y se comporta como tal». Durante la investigación que está a punto de emprender, confirmará esta impresión.
Antonia Monterroso
Todos le conocen como 'la viuda', pero ninguno sabe su verdadero nombre. En realidad, Antonia es Senka, una balcánica que trabajaba junto a su madre acróbata y contorsionista en un circo ruso que recorría el centro de Europa con su espectáculo. Con el estallido de la I Guerra Mundial, el circo se disolvió y madre e hija terminaron en Portugal, donde vivía un extrapecista que dijo que las acogería pero que en realidad atendía un prostíbulo en Lisboa. Seska vive allí una experiencia traumática que le lleva a odiar a los hombres que maltratan y hacen daño a las mujeres. Y además, se verá obligada a huir, a labrarse una nueva identidad y emprender una vida en España con un nombre que no es el suyo. A partir de ese momento, será Antonia Monterroso. Es una mujer que, por su físico, llama la atención en la Extremadura de principios del siglo XIX. Es rubia, de rasgos eslavos, ojos azules, mirada eléctrica, mide 1,87 metros y pesa 89 kilos. Además, como sufre piorrea, lo solucionará con una dentadura postiza de porcelana y oro que se convierte en una de sus características más destacadas. Esa, y la fama que se labra en la comarca después de perder a dos maridos. El primero fue Gregorio Espinosa, un panadero de Jerez de los Caballeros que procedía de una de las familias más acaudaladas de la zona. El segundo, Domingo Palomo, el dueño de la finca que finalmente llevaría el apellido de ella, la hacienda Monterroso.
Jacinto Padilla
Es el capataz de la finca. Natural de Baena, en el antebrazo izquierdo luce con orgullo un tatuaje de la Virgen del Río y en la mejilla izquierda una cicatriz que le atraviesa el rostro «de norte a sur». En julio de 1915, comenzó a trabajar en la hacienda (como oficial agrícola de primera, con mucha experiencia en la cría de cerdos), cuando la propiedad todavía estaba en manos de Domingo Palomo, quien se convertiría en el segundo marido de Antonia. Jacinto se convertirá en un fiel seguidor de Antonia, de quien está profundamente enamorado, hasta el punto de perder la cabeza y hacer cualquier cosa por ella. «Fue la pasión descontrolada lo que le llevó a convertirse en lo que es hoy. Aunque quizá fuera la lujuria». La detención de Jacinto en la estación de trenes de Zafra es el detonante para esta historia, cuando le acusan de quemar la hacienda.
Francisco Espinosa
Es el hermano mayor de los Espinosa, una familia poderosa que quiere investigar la muerte de Gregorio, el primer marido de Antonia, porque creen que ahí hay algo extraño.
Sebastián Costa
Nacido en Villamalea (Albacete), es el antiguo compañero de armas de Martín Gallardo en Filipinas. A su vuelta a la Península encontró trabajo en La Protectora, una agencia de Barcelona pionera en la investigación privada. A esos detectives recurre Francisco Espinosa, con el encargo de que espíen a Antonia para conocer las intenciones que tiene con su hermano Gregorio. Es un tipo con el rostro de trazos rectos, tupida barba embetunada y ojos opacos, que a menudo viste con un bombín.
Ramón Acevedo
Hace más de veinte años que descubrió que el respeto se puede comprar con dinero, así que ha dedicado su vida a amasarlo. Como estraperlista y proxeneta. «Es el hombre que dice cómo y cuándo se hacen las cosas y los demás las hacemos sin rechistar», dicen de este hombre, convertido en cacique y usurero de la comarca, que pondrá sus ojos en la propiedad de Antonia.
Aurelio Jardiel Acevedo
Sobrino de Ramón. Aunque no tiene muchas luces, trabaja a sus órdenes como secuaz.
Patricio Carvajal
Es otro de los hombres de confianza de Acevedo, a quien encargan los trabajos sucios.
Rosario
Es una joven que cuida niños en casas de ricos y ha empezado a ejercer la prostitución para conseguir algo de dinero y poder así alimentar a su hijo Lope y cuidar el hogar en el que vive con su tía Menchu. Conoce a Martín después de mantener con él un encuentro en la pensión en la que el Guardia Civil se hospeda.
Matilde
Atiende la pensión en la que Martín se aloja durante la investigación del incendio y los posteriores crímenes.
Sixto Simon
Es un corredor de seguros de Sevilla al que recurrió Antonia para cobrar el segundo del incendio de la panadería de su primer esposo. Durante ese viaje a Sevilla, Antonia va con él a los toros y luego visitan un edificio en el que Sixto tiene previsto construir un hotel, para lo que pide a Antonia que se asocie con él.
Abraham Enrique
Protésico sevillano que hizo la dentadura de Antonia.
Joaquín Carmona
Médico forense que viaja a la hacienda Monterroso para investigar los cadáveres allí encontrados.
Pedro Berrocal
Natural de Almonte (Huelva), junto a su hermano se dedica a explotar negocios relacionados con las minas de Río Tinto. De gran envergadura física y más de cien kilos, le llaman 'El peludo', por la gran cantidad de vello que le cubre el cuerpo. Después de visitar a Antonia en su propiedad, ha desaparecido misteriosamente.
Los compañeros de Martín
Hay varios agentes y mandos de la Guardia Civil implicados en esta historia. Como Pedro Lobato 'Lobito' (rubio y arrogante, pese a su rostro aniñado), Román Aguado (orondo y con el bigote nunca recortado), Darío Pacheco, Ginés García, Manuel Gutiérrez 'Guti', Cristóbal Sánchez, Remigio López, el comandante Recio y el capitán Valenzuela. Entre todos ellos, destaca Benito Yáñez, un cabo de «pelo cano, bigote de morsa amarilleado por el tabaco y notable barriga». Está al mando del puesto de Zafra y es un tipo corrupto, sin escrúpulos y muy poco cerebro.
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