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John Banville, en el Círculo de Recreo, de Valladolid. Carlos espeso

Banville: «Los egos creativos son terribles, es mejor que estemos encerrados»

El escritor irlandés, irónico y reflexivo, rememoró cinco décadas dedicadas a la ficción en la Feria del Libro de Valladolid

Victoria M. Niño

Valladolid

Domingo, 5 de junio 2022

En el año del 'Ulises', John Banville prefiere hablar de 'Dublineses'. Si el sábado Eimear McBride confesaba la revelación que le supuso la novela de Joyce que vio la luz en 1922 y cambió el rumbo de la novela, para el narrador de Wexford, « ... un chico de pueblo», fueron los cuentos leídos a los 11 años los que le lanzaron a la escritura. «Todas mis historias eran copias muy malas, hasta que a los 17 escribí una que no me pareció mía». Y desde entonces no ha parado de escribir y de publicar quien fue reconocido con el Premio Príncipe de Asturias de las Letras de 2014.

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Se refiere al oficio de escritor como un confinamiento continuo, elegido, con su imaginación, «esa facultad de construir vidas», que nada tiene que ver con la evasión. «La literatura no te aleja de la vida, no es una huida hacia fuera sino hacia dentro. El arte, en general, nos da más de nosotros mismos, no menos». Más tarde volvió a esta idea, pero mientras contestó a la pregunta de su relación con el 'Ulises' con una historia personal, «evitando la respuesta, como los políticos», bromeó.

«Cuando tenía 11 años me enamoré de una chica de Liverpool que venía a la playa, cerca de Wexford. Nos veíamos durante cuatro semanas en verano hasta los 17 años. Entonces cometió el error de invitarme a conocer a su familia en Liverpool. No es que el 'Ulises' estuviera prohibido en Irlanda, pero no era fácil adquirirlo. Lo compré allí y ella me dejó. Así que las primeras páginas tienen la huella de mis lágrimas. Es una obra maestra que funciona como las parejas célebres Leopold Bloom y Joyce, Sherlock Holmes y Watson. Leí muchos ensayos críticos e incluso parodias antes de la novela y cuando me puse con ella, me defraudó».

Ironiza con la edad, con el tiempo y acepta que «escribir libros hoy es irrelevante. Lo hablaba con un amigo, antes éramos líderes en algún sentido, ahora para mí escribir libros es como meterlos en una botella y lanzarlos al mar esperando que alguien en apuros en alguna isla los encuentre y le iluminen. Siempre hay lectores», y refiere una anécdota.

Mantener el temple

«Un día mi mujer fue a Marks & Spencer a comprar. La cajera, al ver la tarjeta de crédito, le preguntó si tenía relación conmigo y al contestarle que sí, le dijo: 'La novela 'El mar' es lo más bonito que he leído nunca'. Podrían dedicarme 20 reseñas elogiosas en los periódicos y no significarían tanto como esta frase. Los escritores no escribimos para la crítica ni para la Academia, sino para la gente normal, si es que existe eso, como dijo Joyce». Se reafirma con su colega Richard Ford, «ambos nos decimos que hay que mantener el temple, los tiempos cambiarán. No veré la nueva era pero así será. Con mi primera mujer, que murió, vivimos la época de la guerra y fueron tiempos gloriosos, teníamos libertad de pensamiento y de espíritu. Me entristece la gente joven, sometida a disciplinas, encapsulado su pensamiento. Pero quizá sea solo un viejo necio que dice lo mismo que todos cuando habla de los jóvenes».

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Banville no aprecia las ideas fijas, «como Nietzsche decía 'me contradigo ¿y qué?'». Se exime así de estar de acuerdo hoy con lo que dijo ayer. «Crecí en un ambiente católico en el que te repiten que tenemos un alma y que al final va al cielo. A mí me horrorizaba la idea de ir al cielo y encontrarme con el abusón del cole, con mi tía castigadora, con un montón de indeseables. Prefería la idea del infierno».

Celebra no haber dejado de escribir. «Cuando se lo sugería a mi primera mujer ella se horrorizaba y me contestaba '¿qué harás, ser político? Te dedicarías a destrozar el mundo'. Y es que nada hay más peligroso que un artista fallido, fíjense en Stalin, en Pol Pot. Otra amiga judía lamentaba que la Academia de Viena no hubiera aceptado al Hitler pintor. Nos habríamos ahorrado la II Guerra Mundial. Un ego creativo es terrible, así que es bueno que estemos encerrados, si no causaríamos un daño tremendo. Dublín es la ciudad de los poetas fracasados y lo siento por ellos pero son gente venenosa que si les das poder lo usarán mal. El arte es un negocio serio, no trata de la evasión ni del entretenimiento, sino de la propia vida».

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'Las singularidades'

Si el arte tiene alguna función es la de «enfatizar el sentido de estar vivo, nuestra extrañeza ante el mundo». Tras acabar con su alter ego, Benjamin Black, que ha firmado ocho historias policiacas –la última ambientada en San Sebastián–, John Banville ha dedicado seis años a la novela que será publicada en octubre en inglés y el próximo enero en español, 'Las singularidades'.

«Veo que el título les ha dejado pasmados», bromea. «Será la última que haga de estas características. Es una novela llena de vida y evasión –ironiza–. La he corregido hasta veinte veces, el editor estaba desesperado ya. No creo que tenga fuerzas para otra así», sonríe. Yconcluye «todo lo que merece la pena requiere esfuerzo, también leer una novela».

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