Son días de escudriñar señales en busca de pistas que permitan adivinar, o intuir, si la moción de censura interpuesta por el PSOE prosperará o se quedará en un amago. La única certeza, al margen de los dimes oficiales y los respaldos teóricamente inmutables ... , es que lo que ocurra someterá a uno de los tres líderes en liza a un examen a su propia fragilidad. Los tres partidos mayoritarios en el arco parlamentario de Castilla y León viven procesos de renovación. El del PSOE, a medio plazo, con el Congreso Federal en octubre; el de Ciudadanos, perpetuo en plena desbandada de cargos públicos y con una evolución que dependerá mucho de los resultados del 4 de mayo en Madrid; y el del PP, con unos congresos provinciales que desembocarán en el autonómico y en los que Génova ya ha dejado claro que busca consolidar el respaldo a Pablo Casado con afines en los puestos principales.
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Luis Tudanca se juega mucho desde el mismo discurso de la moción de censura. Es el candidato propuesto, y por tanto debe defender el modelo de Gobierno por el que apuesta para Castilla y León y por qué es mejor que el vigente. Gane o no, algo que se desvelará cuando termine la votación, ese discurso se va a analizar a fondo en el PSOE. El secretario autonómico de los socialistas siente que tiene el apoyo de los militantes. «Si pierde, que dimita», le espetó el secretario general de los populares, Francisco Vázquez. No será así, aunque esa derrota llegue.
El PSOE contaba con presentar la moción de censura, pero no ahora. Apuntaba más bien a después de Semana Santa, en función de si esa temida cuarta ola llega o no, o en el momento en que volviera a explotar el Tribunal Supremo con la resolución definitiva sobre el toque de queda suspendido cautelar y durísimamente por los magistrados el pasado 16 de febrero. Más cerca, en definitiva, de mitad de legislatura. Pero la moción de Murcia impulsó las elecciones de Madrid y, de rebote, llevó al PSOE de Tudanca a buscar el golpe de efecto definitivo. Si salían Murcia y Castilla y León bien, al PP ya solo le quedaría el cogobierno de Andalucía y, en el mejor de los casos, enfrentarse a unas elecciones en Madrid que se han convertido en un todo o nada en el momento en que ha entrado Pablo Iglesias en liza.
Aseguran fuentes socialistas que se estaba hablando con Ciudadanos. Que se ha seguido hablando después de presentada la moción. Que había malestar entre los naranjas con el tándem de Gobierno. Y desde Ciudadanos insisten en que no. Que no ha habido conversaciones formales ni con su coordinadora autonómica, Gemma Villarroel, ni con Inés Arrimadas, ni con David Castaño, portavoz en las Cortes… Ni por supuesto con Francisco Igea, al que se apunta como objetivo a derrocar junto a Fernández Mañueco. La premura con la que se ha resuelto todo ha provocado que Tudanca no consiguiera llegar a la moción con todos los apoyos resueltos, algo que se había propuesto. Tenía dos semanas para ganarse los cuatro síes naranjas que necesita, contando con los dos de Podemos y sin tener que meter en la ecuación a UPL y a Por Ávila. El posible voto de la procuradora por Salamanca María Montero, que el viernes dejó Ciudadanos pero no el acta, no es suficiente.
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Salamanca, Ponferrada, Soria, Segovia. La gira de Luis Tudanca por la comunidad autónoma, en la última semana, ha sido como una reedición de la última campaña electoral. Se ha reunido con algunos de los representantes fuertes del partido y ha mantenido encuentros con sindicatos o colectivos sanitarios. Pese a no buscar el voto popular, sino el apoyo de los procuradores de Ciudadanos, la gira le ha servido para construir el relato del porqué de la moción: la mala gestión de los recursos sanitarios, la falta de entendimiento del Ejecutivo con el Diálogo Social... Y en cada lugar, una llamada a la «responsabilidad» de Ciudadanos.
En el PSOE hay dudas. Algunos líderes de la región piensan que no era el momento, que se ha precipitado. Al mismo tiempo, se alegran del cambio de rumbo de los de Tudanca en el último año. Coinciden en que el pacto PP-Cs dejó muy tocado al único secretario autonómico socialista que ha ganado unas autonómicas en Castilla y León en 30 años. Le pedían una oposición más dura, más trabajada. Coincidió el principal momento de malestar con un gesto de Tudanca hacia Ferraz, al no acudir al primer Comité Federal tras las elecciones del 10 de noviembre, justo después de que se le impusiera como delegado del Gobierno a Javier Izquierdo en sustitución de la 'tudanquista' Mercedes Martín. Firmó un pacto por la reconstrucción con PP, Cs, Podemos y Por Ávila del que otros hombres fuertes de los socialistas recelaban.
El cambio de actitud comenzó a gestarse en la segunda ola y desembocó en el chispazo del auto del Supremo sobre el toque de queda. Aseguran los socialistas que les llegaron voces de malestar de los procuradores de Ciudadanos y empezaron a sopesar lanzar una moción de censura que, hasta el día 10 de marzo, no tenía fecha concreta ni excesiva prisa por llegar.
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El PSOE celebrará su Congreso Federal en octubre y acto seguido llegarán los congresos autonómicos. Deben tener lugar antes de que finalice el año. En ese momento se examinará la gestión de Luis Tudanca, cuyo futuro, a pesar de ser el ganador de las elecciones, dependerá mucho de qué ocurra con la moción de censura y, sobre todo, con su papel como 'presidenciable' en el caso de que la pierda.
Francisco Igea tiene poco que ganar a corto plazo con la moción, sea cual sea el resultado. Se le han unido los 'oficialistas' en su defensa del pacto de Gobierno con el PP, pero un 'sí' no le garantiza demasiado mientras el partido continúe igual. Acaba de perder a Marta Marbán, su principal aliada en las primarias, que ha dejado Ciudadanos harta de que no se incluyan voces críticas en el Comité Permanente ni en la Ejecutiva. Si el PSOE gana la moción, se quedará como procurador, pero perderá a todos los suyos, que forman parte del Gobierno autonómico pero que renunciaron al escaño o no lo tenían: Ana Carlota Amigo, José Miguel García, David Martín, Juan Pablo Izquierdo… Estaría más aislado que nunca en su grupo parlamentario, que además quedaría reducido, puesto que un triunfo del PSOE supondría que varios de sus procuradores habrían apoyado a Tudanca.
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Ciudadanos, además, se encuentra en un momento crítico. La moción del PSOE es un jaque con vocación de mate. Si apoyan al PP, argumentos para que el rival haga ver que son la misma cosa, lo que favorece el voto azul. Si apoyaran masivamente al PSOE, como el partido decidió hacer en Murcia, se repetirían las acusaciones de romper los pactos y de propiciar la inestabilidad. Desechada esa opción a tenor de las declaraciones de la formación, si la moción se decide por el voto de unos cuantos, ruptura del grupo parlamentario. Las elecciones en Madrid, incluso, pueden suponer una nueva crisis de identidad. Ya se pidieron explicaciones a Inés Arrimadas por el fiasco de Cataluña, del triunfo con 36 escaños a séptima fuerza del arco, con 6. En Madrid parten con los 26 conseguidos en 2019 con un 19,42% de los votos. Si no superan el 5% de sufragios se quedarán sin representación.
Además, gane o pierda el PSOE la moción, Ciudadanos se queda en una posición de debilidad que hasta ahora no tenía. El PP ya sabe que no habrá otra moción. Los 35 procuradores del PSOE han firmado la suya y no pueden presentar otra hasta dentro de un año, ya casi en año preelectoral. El único modo de pasar por otro susto sería que Ciudadanos se 'mocionara' a sí mismo con el apoyo de otro procurador (Podemos, Por Ávila, UPL y Vox), para sumar los 13 necesarios para poder presentarla. Así que el PP, que siempre ha tenido esa amenaza de un cambio de apoyo de Ciudadanos sobre la mesa, deja de tenerla. Y eso incluye que puede remodelar el Gobierno si Mañueco lo considera necesario.
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El líder de los populares también ha encajado con incertidumbre y nervios el anuncio de la moción. Se va a enfrentar en breve a los congresos provinciales y al autonómico, donde Génova quiere reforzar el papel de los afines a Pablo Casado. Se prevé pelea en Palencia, en León, incluso en Salamanca… El encontronazo con el presidente y el secretario general del partido, Teodoro García Egea, después de que decidiera contratar como asesor al despedido ex gerente Pedro Viñarás le supuso que la dirección nacional le abriera un expediente. Diferentes fuentes del PP insisten en que en Madrid se tiene muy presente que las elecciones autonómicas se perdieron. Por primera vez en tres décadas. Que el Gobierno en coalición ha sido un oasis gracias al pacto labrado en Madrid. Y que la pérdida de poder territorial en Castilla y León es evidente: Valladolid, León, Burgos, Segovia, Soria y Ponferrada están en manos socialistas; Ávila es el reducto de Por Ávila, nacido de una escisión del PP; Zamora tiene a Izquierda Unida con mayoría absoluta en la Alcaldía; Palencia se cedió a Ciudadanos, con tres ediles, para que no gobernara el PSOE.
Para colmo, la amenaza de Vox, más palpable aún en Castilla y León, actúa como palanca para que desde Madrid se planteen la situación de Fernández Mañueco. La derrota en la moción de censura le dejaría a merced de Génova, ya que mantener la Presidencia es su gran aval de cara a que pueda repetir como candidato dentro de dos años. La amenaza del caso de las primarias de Salamanca, aún pendiente de resolución en los tribunales, puede hacerle daño.
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Los tres líderes del hemiciclo se juegan, por tanto, parte de su futuro a medio plazo. Y se resolverá cuando aún no se ha alcanzado la mitad de la legislatura y mientras la pandemia continúa agazapada, pero viva.
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