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Rosi González, en el campo junto a sus perros y su ganado ovino. El Norte
Coronavirus en Castilla y León: Una llamada al campo para no sentirse solo

Una llamada al campo para no sentirse solo

Rosi González participa en una iniciativa que reúne a pastores de todo el país para compartir su experiencia con quienes viven el aislamiento en soledad

Eva Esteban

Zamora

Lunes, 11 de mayo 2020, 07:21

La suya es la historia de una «mujer diferente y afortunada», como se define, acostumbrada a pasar largas horas en medio de la nada, con la única compañía de su rebaño ovino y un séquito de perros que agrupan, aguardan y guían al ganado. En silencio y soledad. «Respirando aire puro». Porque si hay algo de lo que Rosi González, pastora zamorana de 35 años, entiende es precisamente de eso: de convivir con ella misma y lidiar con sus propios pensamientos. Solo el balido de sus ovejas logra romper el silencio que, desde hace décadas, prevalece en Santa Colomba de Sanabria.

En este pequeño municipio enclavado en la comarca de Sanabria de apenas cincuenta habitantes y perteneciente a la localidad de Cobreros no queda casi nadie. Cada vez menos. De hecho, viven más animales –solo Rosi González y su marido Alberto tienen cerca de 1.000 cabezas– que personas. Pero ella y su familia (tienen tres hijos de 15,14 y 8 años) son «muy felices». Serían «incapaces de vivir en la ciudad». Hace ahora ocho años, el matrimonio se quedó sin trabajo –ella era cocinera en un restaurante y él, mecánico en centrales hidroeléctricas–, pero se resistían a abandonar el pueblo del que son naturales y que había visto crecer a sus pequeños. No querían irse y la única alternativa era comprar corderos para criarlos y destinarlos a la venta de carne. «Lo único que teníamos claro es que del pueblo no nos íbamos, ya veríamos cómo nos las apañábamos», comenta, mientras reconoce que «somos hijos de ganaderos y era algo que no nos pillaba de nuevas». «Sabíamos dónde nos metíamos, es un trabajo duro y muy esclavo pero tiene muchísimas ventajas, era lo que queríamos», continúa.

Dice que es una de las «mejores decisiones» que ha tomado «nunca». Es su propia jefa, no tiene horarios ni que rendir cuentas «ante nadie». Agarra su garrote, alerta a los canes con un silbido, abre las puertas de la nave y «a disfrutar». Todo el monte para ella sola, sin nadie que le «moleste», ni tampoco ruidos, más allá de los emitidos por la naturaleza, que interrumpan su «paz interna». «Vivo a mi aire, sin tener problemas con nadie. ¿Tú sabes lo que es eso? No hay dinero que lo pague», asevera González.

El decreto de estado de alarma pasa de puntillas por la vida de esta ganadera. El confinamiento no cambió su rutina ni trastocó sus planes. Hace «exactamente lo mismo» que antes del 14 de marzo. Ahora, cuando el país ya ha comenzado la desescalada hacia la 'nueva normalidad', cree que su vida «no será muy diferente». Porque, de alguna manera, los vecinos de Santa Colomba de Sanabria viven en un aislamiento continuo.

«Nosotros estamos acostumbrados;entiendo que haya gente en la ciudad o en pueblos más grandes que lo estén pasando mal, y más si están solos», asevera. Numerosas personas están viviendo el encierro domiciliario aisladas, y Rosi González, del mismo modo que varios pastores de todo el país, tratarán de paliar esta soledad. Lo harán gracias a la iniciativa 'Compartiendo Soledad' de la Interprofesional Agroalimentaria del Ovino y Caprino (Interovic), en la que, a través de llamadas telefónicas, compartirán su experiencia y darán consejos para ayudar a lidiar con la falta de compañía a quienes descuelguen el teléfono.

Nadie ha levantado el teléfono

El proyecto aún está carburando –se puso en marcha el lunes pasado– y, hasta el momento, esta zamorana es la única ganadera de Castilla y León que se ha sumado a la causa. Aún no ha recibido ninguna llamada, pero González tiene «claro» lo que va a transmitir a quien esté al otro lado de la línea: «Hablarles de lo que hago y en lo que pienso cuando estoy sola, aunque dependerá también de lo que ellos me digan o pregunten». «Me llamaron de UPA para ver qué me parecía la idea, y les dije que muy buena, que por ayudar a la gente mayor hacía lo que me pidiesen, yo encantada», sostiene. «Espero que no tarden mucho en llamar y que compañeros de la comunidad, al ver esto, se animen. Tenemos que arrimar el hombro entre otros», apostilla.

Los pastores entienden bien de soledad y aislamiento, una circunstancia que, a ojos de Rosi González, «está cambiando». «Antes los ganaderos sí que estaban todo el día solos, pero ahora no, por eso no tengo esa soledad tan interiorizada», incide. Prueba de ello, comenta, es que no hay día que acuda a la nave antes de las once de la mañana. «Seré rara o estaré loca, pero los animales se han acostumbrado a ello».

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