Secciones
Servicios
Destacamos
A medida que pasan los días nos vamos habituando al confinamiento hogareño por el coronavirus. Parecía imposible, pero tras 96 horas de encierro, todos estamos encontrando nuestro espacio y en qué invertir el tiempo. A pesar de que tenemos un horario colgado en la ... pared de la cocina, el día es muy largo.
Así que cada loco con su tema. Marta (9 años) mata el rato con un curso de mecanografía que le ha instalado su padre y escuchando Coldplay en bucle; Diego (4 años) toca todos los palos, igual monta la casa de muñecas de playmobil, que se pasa un par de niveles de Lego Piratas del Caribe, que dibuja la nave espacial en la que irá a Marte para «decir a los extraterrestres que venga en nuestra ayuda».
Más información
BERTA MUÑOZ CASTRO
BERTA MUÑOZ CASTRO
BERTA MUÑOZ CASTRO
Berta Muñoz Castro
Y yo siempre detrás de él, dejándole hacer, pero repitiendo el mantra de «mi vida, tú no te preocupes, que el coronavirus es muy listo y no quiere a los niños, que dais mucho la lata». Y se queda tan tranquilo.
Cada vez que pronuncio esa frase Marta me sonríe y me lanza una mirada casi adulta, sabedora de que ya superamos los 500 muertos y las cifras de contagiados se multiplican por minutos. Y en el fondo de sus preciosos ojos adivino un mensaje que me deja en 'shock' y que se podría traducir en un «mamá no nos faltes nunca».
Y me da el subidón. Ella lo sabe. Y aprovecha la coyuntura para pedirme que le dedique algo de tiempo, con sutileza. Algunas veces basta con una trenza de raíz, otras con un postre casero y la mayoría se conforma con que esté a su lado mientras lee para buscar juntas el significado de las palabras que no entiende.
Hoy ha conseguido que el pastel de pollo que tenía preparado para comer el miércoles acabara en el mantel para la cena. [Dejo al final la receta]. Los chicos, que son mucho mas disciplinados, han seguido a rajatabla el decreto de cena ligera a base de cork flakes y leche.
Marta ejerce sobre mí (sin pretenderlo) un efecto similar a la burundanga, esa droga que dicen anula la voluntad del que la consume. Con su padre me pasa algo similar.
¡Su padre! Ay dios mío. El confinamiento, el estrés de organizar horarios, comidas, lecturas, artículos, me ha llevado, para variar, a olvidarme de que tengo pareja.
Menos mal que él siempre está ahí, intentando sin éxito que deje el móvil, sugiriendo que me olvide un rato de los niños y me vaya a dar un paseo al pinar, invitándome a jugar con ellos a 'torturas' después de cenar... Insistiendo en que no me preocupe tanto de organizar la vida de todos y un poquito más en vivivirla.
Pero el confinamiento con niños no ayuda nada. Ya lo habréis comprobado. A medida que la paz entra por la puerta, la intimidad sale por la ventana. «¿Qué hay de lo nuestro?», me dijo (creo que el lunes) guiñándome el ojo derecho. «Lo nuestro, cariño, se aplaza hasta nueva orden». Ya nos avisará Ábalos.
Como os conté en el artículo del domingo, suelo aprovechar los muslos del pollo que en esta casa nadie se come para hacer un pastel y unas croquetas. Ahí va la receta del pastel que, aunque no parezca apetecible, está muy rico. Es muy sencillo de preparar: picamos la carne, dos-tres huevos cocidos, una lata de aceitunas sin pipo y unos cuantos pepinillos e incorporamos dos latillas de atún y lechuga (opcional). Colocamos tres rebanadas de pan de molde en una bandeja y añadimos el relleno mezclado con mayonesa, ponemos una segunda capa de pan y relleno y acabamos el pastel con otra capa de pan. Cubrimos todo con mayonesa y decoramos con pimiento rojo, pepinillos y lo que queramos. Y tenemos la comida o la cena para dos adultos y dos niños.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.