Confinados en casa con dos niños (día 3): 'Decretamos el lunes festivo'

Pero, en nuestra casa, tenemos dos motivos para estar contentos. El primero: que este 16 de marzo es festivo. Lo decretamos a última hora del domingo por unanimidad y con el objetivo de que Diego (4 años) no tenga otro «día fatal». Así que, el primer día de la semana, mientras dure el estado de alarma por el coronavirus, en nuestra morada es fiesta. Hay barra libre de colchoneta, horas extra de Wii, comida basurilla y sesión de cine infantil.

¿Irresponsables? Igual sí. Pero teniendo en cuenta el día de perros que hace y que el colegio todavía no ha volcado en la plataforma digital el plan de trabajo para los próximo quince días, nosotros consideramos que es una medida acertada. Ya tendremos tiempo de agobiarnos. [Al final del artículo tenéis un montón de enlaces de plataformas 'on line' para que los niños sigan aprendiendo desde casa].

El segundo motivo de alborozo es que el padre de las criaturas, que se había puesto algo gruñón en estos dos días de inusual recogimiento familiar, ya no está con nosotros. Ha vuelto a trabajar. Regenta un estanco y, a pesar de lo que opinen muchos, sus servicios son de primera necesidad. Me explico. Los estancos de pueblo son tiendas donde además de vender tabaco, se recargan móviles, se hacen copias de llaves, se imprimen fotos, se cambian pilas de reloj... y se ayuda y escucha a todo el que entra, aunque no venga a comprar. Porque en los pueblos la vida va a otro ritmo y muchos vecinos (la mayoría mayores) lo único que necesitan es charlar.

Nos hemos vuelto a reunir a la hora de la comida: hamburguesas con cebolla caramelizada [Imprescindible: tostar el pan en la sartén, comprar carne de calidad y echar una cucharada de azúcar a la cebolla cuando está casi frita]. Después de la pitanza hemos acordado que las cenas, durante los días que dure el confinamiento, serán ligeras, a base de verdura, ensalada, yogures o fruta. Tenemos pendiente también un calendario de comidas en época del coronavirus, para no acabar como los 'angelotes' de Rafael.

Los niños han pasado el lunes tranquilos y, lo que es más importante, contentos. Ha influido que el tiempo no invitaba a salir y que han descubierto que tienen un montón de plastilina que no está dura. Con ella se han entretenido parte de la mañana y de la tarde haciendo 'comiditas'. También han hecho una ficha.

Y han visto 'Togo', una película con un perro como protagonista, que narra cómo una epidemia de difteria amenaza las vidas de los niños del pueblo de Norme, en 1925. Varios equipos de trineos tirados por perros deben recorrer 1.000 kilómetrros para conseguir el suero que curará a los pequeños. Impresionantes imágenes de Alaska, pero te pegas dos horas con el corazón en un puño, a pesar de que el final es predecible.

Marta (9 años) está encantada porque ha oído al ministro José Luis Ábalos decir que la situación podría alargarse más allá de los 15 días. Ella es (demasiado) feliz en casa. Mientras, Diego está convencido de que ha dado con la solución al problema de todo el país. Dice que va a ponerse en contacto con los extraterrestres para que se carguen al virus. «¿Y cómo lo harás?», le pregunto. «Tú déjame a mí, mamá».