'Confinados' en casa con dos niños (día 2): ¡Comemos pollo asado!

Pero no flojeo (solo llevamos dos días 'confinados' por el coronavirus) y pongo en práctica lo que recomiendan los psicólogos: aprovechar los momentos de tedio infantil para fomentar la imaginación, favorecer la creatividad y fortalecerles ante la frustración. Javier Asua lo explica en el siguiente artículo.

A las doce en punto obtengo los primeros resultados. Diego (4 años) se ha puesto a calcar una ficha de 'El capitán calzoncillos' en la ventana y Marta (9 años) ha aparecido con un matamoscas que ha fabricado con su padre con un palo de selfie estropeado.

Y hemos conseguido pasar la mañana en paz, con el único contratiempo del sangrado de nariz de Diego. No suele hurgarse, pero cuando tiene un 'coco' rebelde dice que no puede evitarlo. Y, así, ha comenzado la hemorragia. Como se explica en el siguiente reportaje, ha sido fácil contener el sangrado presionando con los dedos el tabique nasal y colocando la cabeza para delante. Sí hacia delante.

El momentanzo del día ha llegado con el anuncio del menú dominical. Tenemos pollo asado para comer y no he tenido que dar a cambio mi A3 (tampoco creo que nadie lo quiera con 398.000 kilómetros). «¿De dónde lo has sacado?», preguntan. No son tontos, llevan días viendo en la televisión los lineales de carne vacíos. «Pues otra ventaja de vivir en el pueblo», respondo. «Nos lo ha conseguido la abuela, que tiene línea directa con el carnicero del pueblo de al lado». Nos comemos algo más de la mitad y el resto lo reservo para hacer un pastel de pollo con pan de molde y unas croquetas.

Nos queda una larga tarde por delante. La película 'Violet y Finch' ha conseguido que Diego se fuera al patio a jugar a la pelota y que su padre cayera fulminado en el sofá. Marta y yo nos la hemos tragado hasta el final. Entretenida, pero triste. Un drama juvenil basado en una novela de superventas Jennifer Niven. Para un domingo tarde, puede valer.

Y estábamos a punto de apagar la pantalla, cuando aparece Diego llorando. Se le ha colado la pelota en el corral de al lado. Ya llevaba todo el día cruzado y ha estallado: «Mamá, hoy ha sido un día fatal». «Mañana irá mejor cariño», le prometo limpiándole los lagrimones. Él, sin duda, es el que peor lleva esta situación.