Algunos de los vecinos deslojados esperan en el polideportivo de Camarzana de Tera. j.c.castillo
Incendio en la Sierra de la Culebra (Zamora)

«Solo pensamos en que el fuego no se nos meta en casa y en el momento de volver»

El cansancio y la angustia merman los ánimos de los vecinos desalojados de Boya, San Pedro de las Herrerías y Villardeciervos, que esperan que el incendio dé tregua a sus pueblos

Sofía Fernández

Valladolid

Viernes, 17 de junio 2022

El polideportivo municipal de Camarzana de Tera se ha convertido desde las diez de la mañana de este viernes en el refugio de casi un centenar de vecinos de pueblos cercanos como Villardeciervos, Boya o San Pedro de las Herrerías, que intentan desde entonces templar ... los nervios como pueden.

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No son los únicos vecinos afectados por un voraz incendio que arrasa el corazón de la Sierra de la Culebra. La Junta calcula que cerca de 300 vecinos se encuentran en centros habilitados en otras localidades, una cifra que podría multiplicarse por dos si se contabilizan las personas que se han trasladado a lugares particulares.

El humo y el rápido avance de las llamas responden a una situación climática extrema, vientos de 30 km/h, con rachas de 70 Km/h, más de 35 grados, baja humedad y tormenta seca. Estos factores han provocado la evacuación, además de los citados pueblos, de Cabañas de Aliste, Torres de Aliste, Pobladura de Aliste, Mahíde y Palazuelo de las Cuevas.

Muchos están cansados, a una noche sin pegar ojo se le ha sumado un desalojo al filo de las cinco de la mañana para salir con lo puesto como sucedía con los 15 vecinos de San Pedro de las Herrerías.

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Algunos consiguen esbozar una sonrisa y matar el tiempo con algún chascarrillo. Y otros, en cambio, mantienen la cabeza gacha y la mirada fija en el suelo. Pero todos piensan lo mismo. En dos cosas; la primera, «que no se nos meta el fuego en casa» y la segunda, «que llegue el momento de que nos dejen volver. Todos queremos regresar cuanto antes».

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Están relativamente cerca, a unos 30 o 40 kilómetros pero, por la forma en la que han salido de sus casas, aseguran que les da la sensación de estar mucho más lejos. «Ha venido la Guardia Civil con un megáfono, hemos salido sin nada y aquí estamos», afirma Pilar Blanco, quien desde hace décadas divide su lugar de residencia entre Barcelona y Villardeciervos. «Cómo vamos a estar, tenemos mucha preocupación y andamos pendientes de la información, porque si el fuego se mete en la Peña de Castro no hay quien libre Villardeciervos», asegura está vecina.

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Coincide con los comentarios que circulan por los corrillos del pequeño y, desde la mañana de este viernes, acogedor polideportivo de Camarzana. «Los incendios se apagan en invierno para no sufrirlos en verano. Hace años que ya no hay ganado que limpie la maleza, que llega a tal altura que no sé ni dónde están mis fincas», afirma Blanco, que ronda los setenta años.

Sabe de lo que habla, su padre fue guardia forestal. «Antes nuestra sierra estaba mucho mejor, pero lo dejan, lo dejan…y mira lo que pasa», asegura mientras llega un familiar que pide, en dos palabras, algo en lo que coinciden los que apenas tienen ganas de hablar, «más medios». Más medios para apagar un incendio que avanza devorando ya más de 10.000 hectáreas de monte bajo, pino y castaño, un fuego que amenaza su fauna famosa por la presencia de ciervos, jabalíes y lobos y que pone en peligro el motor de trabajo de muchos de los pueblos de la zona, el turismo de naturaleza.

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Personas mayores

Pilar no dormirá en una de las camas que ha habilitado Cruz Roja en el antiguo matadero del municipio zamorano con capacidad para un centenar de personas. «Mi marido tiene prótesis en la cadera y estamos mejor en un hotel, por eso, nos vamos a Puebla de Sanabria, pero, como todos, esperamos volver pronto a nuestra casa», se despide la mujer.

No es la única que abandona las instalaciones. Ángeles Moral también se marcha y lo hace de la mano de su madre, también Ángeles, de 92 años. «Vinimos a la vez que empezó el fuego, nos da mucha pena ver lo que está pasando, en un principio no pensábamos que fuese tan exagerado, pero anoche la sierra estaba roja y parecía que el fuego se te iba a meter en casa», explica la mujer mientras mira a su madre. «Hace 20 años que mi madre no venía a Villardeciervos y nos ha tocado vivir esto. Nos volvemos a Madrid, es muy mayor para que pase la noche aquí, no puede estar en estas condiciones». Emprenden el camino de vuelta con la incertidumbre de dejar sus casa a merced de la evolución de las llamas.

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«Solo pienso en volver, he tenido que dejar allí a mi perra Luna, la que me hace compañía»

BERNARDINA VEGA

VECINA DE BOYA

Otros se quedan, no tienen opción y prefieren no alejarse mucho para volver cuanto antes. Es el caso de Bernardina Vega, una vecina «de toda la vida» de Boya. A sus 85 años no ha vivido una situación similar. Ha venido con su hermano y su cuñada y ocupa una de las sillas de aquellos que esperan a que el fuego les dé tregua. Se arma de paciencia junto a una bolsa con lo poco que ha podido coger; una muda, algo de fruta y los medicamentos «porque soy diábetica». Bernardina sonríe pero está triste. «Estoy mal, solo pienso en volver, he tenido que dejar allí a mi perra Luna, un pastor alemán, la que me hace compañía y llevo todo el día con la mente puesta en ella», explica.

Le llega alguna noticia de su pueblo, dicen que «el fuego ya está allí y que están haciendo lo posible para que no pase la carretera porque sino…llega a las casas». No suelta el teléfono móvil, «me han cosido a llamadas mis hijos, me dicen que no piense en nada que pronto se va a solucionar, pero no sé yo. Aquí nos están tratando muy bien pero queremos volver», finaliza la vecina de Boya, una localidad a la que esta tarde era imposible acercarse. Los accesos están cortados y custodiados por agentes de la Guardia Civil varios kilómetros antes de llegar al pequeño municipio que espera el regreso de sus casi 50 vecinos.

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De momento, el centenar de residentes de Boya, Villardeciervos y San Pedro de las Herrerías, la mayoría personas mayores, pasarán la noche -que se antoja larga- en Camarzana de Tera, la localidad zamorana que les acoge.

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