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Su voz retumbó en la noche del martes por la megafonía del parque central de Bomberos de Valladolid. Nueve palabras suyas bastaron para que todos los efectivos disponibles salieran a toda velocidad hacia un siniestro que, a la postre, se ha convertido en la explosión ... de gas más devastadora de los últimos 20 años en Valladolid. «Ha habido una fuerte explosión en la calle Goya». Esa fue la frase que pronunció Jesús del Caño en aquel instante y así comenzó una intervención que permitió auxiliar a los vecinos de un edificio de veinte viviendas que tembló por una imponente deflagración que ha llevado a Valladolid a todos los informativos nacionales.
«Recibimos una llamada de un particular y nos describió que había escuchado una fuerte explosión, pero no sabía dónde era, aunque creía que podía ser por la calle Goya. Automáticamente, saltó el 112 y empezaron a entrar datos más concretos de gente que decía que había fuego y vecinos pidiendo auxilio». Así comienza Jesús del Caño su relato de cómo vivió la explosión de gas de la calle Goya desde el departamento de telecomunicaciones del parque de Bomberos de Valladolid, al que ahora pertenece después de una vida entera dedicada al Cuerpo. «Dimos la salida y el 112 nos llamó por teléfono para decirnos que tenían al otro lado de la línea a una persona que estaba en el 3ºC, que se encontraba atrapada, y decía que había mucho humo y que no sabía qué tenía que hacer. Estaban sonando los tres teléfonos y toda la información que recibíamos se la trasladamos al jefe de grupo y este, al ver que la cosa era bastante seria, decidió mandar otra autoescala y un bomba que lleva mucha cantidad de agua desde el parque de Canterac», añade.
El conductor de esa autoescala que salió desde Las Delicias es Roberto Martínez, que antes de que le activaran ya sospechaba que tendría que salir a toda velocidad del parque. «Tenemos un perro de rescate y yo estaba con él en el patio después de entrenar. De repente, sentimos un petardazo muy fuerte y el perro nunca se asusta con los petardos, está bastante acostumbrado, pero esta vez empinó las orejas y giró la cara. Esa reacción me hizo sospechar que ese estruendo era una explosión y, aunque esa no era nuestra zona, decidimos vestirnos por si nos activaban y rápidamente nos activaron», explica este hombre de 49 años, que lleva tres años siendo Bombero, ha sido otros veinte años policía local de Valladolid y, además, pasó seis años en el Ejército, Cuerpo este último con el que protegió a la población civil de los estragos de la guerra de Yugoslavia. «Lo que ha pasado en la calle Goya me ha recordado mucho a cuando estuvimos en Yugoslavia, aunque esto lo veías en cada calle. Había edificios derruidos por las explosiones en todos lados, pero en una ciudad como esta impacta mucho más. El edificio ha quedado como si le hubiese caido una bomba», asevera.
A su llegada a la calle Goya, Roberto Martínez y sus compañeros hicieron lo siguiente: «Desplegamos la escala y se subieron dos compañeros porque había una persona pidiendo auxilio en el cuarto. Sacamos a otra persona mientras los compañeros que llegaron primero trataban de apagar el fuego en la zona más afectada y otros entraban por el portal para buscar más personas. Desde mi puente de mando de la escala divisé toda la intervención y pude ver cómo se sacaban a varios vecinos en una acción que estuvo muy bien coordinada», explica Martínez, quien reconoce que el trabajo desempeñado hasta controlar el incendio y sacar a todos los vecinos fue agotador. «Acabamos todos reventados», concluye.
Por su parte, Jesús del Caño sabe bien cómo es esa sensación de cansancio tras una intervención tan compleja como esta. Este bombero veterano, para el que el próximo año será el de su jubilación, vivió el siniestro del martes lejos de las llamas, pendiente de las llamadas, pero no siempre fue así. El 10 de febrero de 1998 formó parte del operativo que trabajó en la explosión de la Rondilla y fue uno de los efectivos que sacó a una de las dos víctimas mortales de aquel suceso del pasado.
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La explosión de la calle Goya ha hecho revivir a Jesús las sensaciones que tuvo hace 25 años y reconoce que echó en falta estar en primera línea en el barrio de La Farola. «Por una parte sí que me hubiera gustado estar ahí porque llevas la profesión en la sangre, aunque hay otros compañeros que han entrado y al final cada uno tiene que estar en su puesto», reconoce este bombero, que encuentra similitudes entre lo que vivió el martes y lo que recuerda de la explosión de hace 25 años. «Cuando di el aviso por megafonía, dije más o menos las mismas palabras que pronunció mi compañero hace 25 años. Esta vez, cuando estaba dando la salida, me dio por pensar en lo que pasaba por la cabeza de mis compañeros durante el viaje hasta el lugar del siniestro. Ese trayecto se hace largo y corto a la vez. Te vas vistiendo, te vas equipando, pero la cabeza empieza a decirte que te serenes porque muchas veces, cuando ves algo tan grande, quieres actuar muy deprisa y hay que ir tal y como lo haces en las prácticas, tranquilo», concluye este veterano.
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