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La fachada en sí ya da pistas de lo que puede haber detrás. Bien lo saben los vecinos del número 2 de la plaza de Caño Argales. Especialmente aquellos que viven pared con pared con el centenario edificio de Alimentación Heras, que hace esquina con ... la calle de Panaderos en este céntrico entorno. Entre sus viviendas y el inmueble, inmerso en una rehabilitación por ahora pausada, existe un pequeño patio interior que deja ver toda la cara posterior, la menos visible para los viandantes y desde donde se aprecia la situación actual del inmueble. Su interior se vació con el arranque de los trabajos de rehabilitación, que se iniciaron en 2022. Y así está, hueco, a la espera de una nueva distribución -aquí se proyectaron siete viviendas-. Esto es lo que observa todos los días desde la galería de su cocina Manuel García, vecino del tercer piso del inmueble que pega con el que sigue sin ocupar.
Allí vive desde 2010, pared con pared con un edificio abandonado y que solo ha visto con vida gracias a su último inquilino, la tienda de Alimentaciones Heras, que cerró en 2015. «Cuando empecé a vivir, el aspecto era peor. Pero eso tampoco significa que ahora esté bien», explica. El vecino se refiere a la situación inicial del inmueble, donde además tenían que convivir con nidos de palomas que habitaban el interior del edificio abandonado y provocaban ruido y suciedad.
«Cuando llegaron los trabajadores ese problema se acabó. Vaciaron el interior y quitaron unos balcones que daban al patio. Pero desde hace meses nadie pasa por aquí». La rehabilitación es responsabilidad de la empresa Rentur Renta Urbana SLU, después de que el Ayuntamiento otorgara licencia para la demolición y construcción del inmueble en 2022. Ante la situación, este periódico se ha puesto en contacto con la entidad, que ha rehusado hacer declaraciones al respecto.
Desde entonces, los vecinos han tenido que lidiar en un primer momento con la entrada de algunos vándalos al edificio abandonado y ahora deben convivir con el deficiente estado del mismo. «Estaba en el salón y escuché un ruido. Cuando me asomé a la ventana vi que se había desprendido parte de una chimenea, que cayó al patio interior. También se llevó por delante alguna teja», explica el vecino en referencia a un desprendimiento que se produjo el pasado 3 de noviembre. «Hemos intentado ponernos en contacto con el Ayuntamiento y con la empresa responsable, pero de momento nada», añade. Sobre el tejado también se observa un antena rota que busca el equilibrio en la superficie. «Si se cae, puede ir para un lado o caer en la calle».
De hecho, el riesgo de desprendimientos ha obligado a cerrar un trozo de acera de la calle Panaderos, que permanece clausurado desde hace unas semanas. Una acera que en realidad es un paso habilitado sobre las plazas de aparcamiento para salvar los cimientos de hormigón de una de las estructuras que sujeta la fachada del inmueble desde hace 2022. Los peatones que deseen pasar por aquí deben cambiarse de acera o bien caminar por la calzada en el momento en que no pase un vehículo. La restricción al paso solo la mantienen unas vallas que cortan el paso y un cartel informativo. «Peatón circule por la otra acera». ¿Y se cumple el aviso? Pues no.
La solución es tan fácil como mover la valla, que es lo que deciden algunos de los viandantes que se topan con la verja. Así que el paso está reabierto, hasta que el precinto se vuelva a recolocar, y hasta que otro peatón lo vuelva a abrir. Y así. Los vecinos pidieron al Ayuntamiento una intervención para colocar aquí un paso peatonal, pues los más cercanos se encuentran a cincuenta metros de distancia, en el cruce con General Ruiz y con Nicolás Salmerón. También remitieron un escrito al concejal de Urbanismo, Ignacio Zarandona, para que requiera a la propiedad o ejecutara «las acciones necesarias en el edificio para reabrir la acera». «La respuesta que hemos recibido es mantener una reunión con Mayte Martínez -es la concejala del barrio- la próxima semana. A ver qué pasa entonces y qué nos cuenta», comenta Teresa García, portavoz de la asociación de vecinos de Caño Argales.
Así está la parte visible del aspecto del edificio. Mientras, el patio interior también funciona como almacén de andamios después de la paralización de la reforma. Sobre la pared, se observan los huecos de los antiguos balcones, ahora tapados con puertas. Alrededor de los marcos de las ventanas también se ven huecos de donde se han desprendido ladrillos de la fachada posterior.
Tener en la mente este centenario edificio no es algo nuevo para los vecinos del entorno. Los quebraderos de cabeza comenzaron de alguna forma en 2015, cuando cerró la histórica tienda de Alimentación Heras. Este fue el último inquilino del inmueble construido a inicios del siglo XX y que figura en una ficha catastral de 1910. Dos años después de que el negocio bajara la persiana, se inició el dolor de cabeza de verdad. En 2017 se cubrió la fachada con un andamio en lo que iba a ser el inicio de la recuperación del edificio, el último inmueble centenario sin rehabilitar de Caño Argales y que no tiene residentes desde hace más de treinta años. La situación actual ya da respuesta a qué pasó con la restauración. Lo primero que se hizo fue limpiar el interior del inmueble y examinar su estado. La catalogación de la fachada hace que cualquier intervención debe conservarla para dar continuidad al resto de edificios en altura y antigüedad.
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Desde entonces, sí que se observan cambios en el edificio. Como que se ha limpiado la fachada, que ahora muestra el ladrillo desnudo, antes oculto tras los materiales que cubrían la portada y que mostraban un aspecto más que deteriorado antes de la instalación de la estructura metálica. Así estuvo, tras un andamio, hasta 2022, cuando se iniciaron, ahora sí, las obras de rehabilitación. El proyecto contempla habilitar siete viviendas, un estudio y un local comercial en su planta de calle. Además, la fachada se revestirá con revocos imitando la sillería para tener un aspecto uniforme con el resto de los bloques de viviendas. En el proyecto se establece un plazo de ejecución de entre 17 y 24 meses, pero ya han pasado 32 desde entonces y el inmueble mantiene el mismo aspecto.
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