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El mundo es hoy radicalmente distinto al que conocíamos el 31 de diciembre de 2019, fecha en la que China notificó a la OMS sobre un conglomerado de casos de neumonía en Wuhan. Un nuevo coronavirus comenzaba entonces a extenderse por el planeta transformando nuestra forma de vivir. Sergio Camarero y Pablo Muelas, son dos vallisoletanos con residencia en China que cuentan cómo han vivido la pandemia y su día a día en un país ejemplo de prevención y control del virus y de recuperación económica y social.
Sergio Camarero, de 34 años, emigró a China con un único sueño: convertirse en líder y referente mundial en el sector financiero. Este vallisoletano, criado en el barrio de la Rondilla, vive en Shanghái desde hace ocho años. Allí está la sede central del banco de inversión que ha creado desde cero, ARC Capital, enfocado a la mediana empresa y que ya cuenta con delegaciones en Nueva York, Ciudad de México, Singapur, Wuhan, Yakarta y una filial conjunta en la India.
Cuenta que la primera noticia que tuvo sobre la pandemia se la dio su padre por whatsapp. «Me dijo que tuviera cuidado con las neumonías que había en China. Eso fue el 20 de enero. Al día siguiente recibimos un comunicado oficial del gobierno y a los dos días, Wuham quedaba cerrado a cal y canto», relata este joven, a quien el punto álgido de la pandemia en su país de acogida, le pilló viajando por medio mundo.
«Tuve que volar a EE UU. Al ser residente chino me llamaron por megafonía en el avión y me bajaron el primero. No me obligaron a pasar cuarentena gracias a que los últimos 15 días no los había pasado en China, sino en Filipinas. A últimos de febrero, vine a Valladolid. En ese momento en España no había restricciones de ningún tipo. Iba por la calle con mascarilla y la gente me miraba como si fuera un bicho raro», añade este vallisoletano, que desde España viajó a Indonesia y más tarde a Singapur, donde la pandemia estaba en plena ebullición.
sergio camarero
«En mi viaje de regreso a China, debido a mi pasaporte español, me dieron asiento en la última fila del avión, sin nadie a mi lado. Me pusieron todo tipo de problemas para entrar al país y justo al día siguiente cerraron todas las fronteras. En ese momento me obligaron a cumplir cuarentena, pero una de verdad. Instalaron un sensor en mi puerta y, si la abría, a los dos minutos tenía a la policía en casa».
El gigante asiático, ha conseguido doblegar al virus. La vida allí ha vuelto a la antigua normalidad, sin ningún contagio local registrado en el último mes.
«En Shanghái el tráfico, la actividad en las calles y en los negocios y la vida social son lo que eran antes del covid», reconoce. «La gestión de China ha sido excelente. Además tiene un gobierno más autoritario, al que todo el mundo obedece. Otros factores clave para la recuperación han sido la obligatoriedad de la mascarilla desde la primera fase, su tecnología y la configuración de las ciudades. Shanghái lleva libre de covid desde marzo y las medidas se han relajado por completo».
Este vallisoletano considera que algunas de las medidas impuestas por el Gobierno español, «no han estado a la altura» y lo único que se ha conseguido es «es retrasar la recuperación. Es preferible cerrar por completo 2 o 3 semanas y que sufra la economía mientras se erradica el virus para luego poder hacer vida normal, a mantener medidas en el tiempo que no solucionan nada. La gestión china es un modelo casi perfecto. En España y en el resto de países, bien por falta de experiencia, de tecnologías o de mano dura de los gobiernos, no se han logrado los mismos resultados y siguen sufriendo la covid».
Cree que la clave para recuperar los niveles de consumo precrisis en España, está en mantener el empleo estable. «España no genera confianza a la comunidad internacional de inversores. En estos momentos en el mercado hay mucho dinero flotando que acabará en otros países en lugar de a España», opina.
Pablo Muelas, de 28 años, licenciado en ADE y diplomado en Comercio Exterior, llegó a China el 2 de enero para realizar unas prácticas de un año en la Oficina Económica y Comercial de España en Shanghái. «Aquí la normalidad es absoluta, de hecho, ya casi nadie lleva mascarilla por la calle», recalca.
pablo muelas
Una de las medidas chinas más efectivas tiene mucho que ver con la tecnología. Se trata de una aplicación que asigna un código QR con tres posibles colores -verde, amarillo y rojo- a cada ciudadano en función de su estado de salud. Su uso es obligatorio para todo aquel que quiera acceder a servicios públicos y a muchos privados. «Actualmente el código QR y la toma de temperatura son los únicos controles que se hacen. Se han convertido en un trámite y no suponen mayor inconveniente. Los últimos en recuperar la normalidad han sido los cines, hace un mes. Mi día a día aquí es exactamente igual que antes de la pandemia».
A Pablo le cuesta digerir las noticias que llegan desde España. Ha vivido con preocupación el brote de coronavirus de su pueblo, Torrelobatón, en el que ha habido más de 100 afectados. «Tengo previsto volver a España a final de año y me costaría verme confinado a mi regreso, ya que en China esa situación solo la hemos vivido durante un mes. El hecho de que gran parte de los vecinos de mi pueblo estuvieran infectados me preocupó muchísimo, especialmente por los más mayores, como mi abuela», concluye.
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