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Valladolid suma un nuevo obispo: «Estoy aquí para ayudar a Argüello»Mondoñedo-Ferrol, Santander y ahora Valladolid. Siempre Castilla, bañada en su caso entre el Atlántico y el Cantábrico, como él mismo reconoce, porque aquí nació y vuelve a su tierra para ayudar continuando así su misión pastoral. Él es Manuel Sánchez Monge, obispo de la ... Iglesia Católica que ha ejercido sus máximos cargos tras la encomienda del Papa Benedicto XVI y también del Papa Francisco. Ahora es emérito aunque le gusta decir que es un obispo jubilado «porque me siento uno más con todos mis hermanos, llegado a los 77 años de edad». Precisamente su presencia y el solideo, el casquete de seda que portan el papa, los obispos y algunos eclesiásticos para cubrirse la cabeza, que en este caso es de color violeta, han motivado la curiosidad y preguntas entre la feligresía por su creciente presencia en la iglesia vallisoletana. Una participación en la vida diocesana, «una colaboración leal al arzobispo Luis Argüello», que le convierte de facto, en oficioso que no oficial, en un auxiliar de esta provincia eclesiástica que ha sido especialmente acogido en tiempos en que el máximo representante vallisoletano compatibiliza su cargo con la presidencia de la Conferencia Episcopal Española.
El obispo emérito de Santander entre los años 2015 y 2023, anteriormente de Modoñedo-Ferrol entre 2005 y 2015, contribuye desde hace seis meses al trabajo espiritual y formativo de los fieles con sus enseñas desde el ambón y con la actividad litúrgica a petición del propio Argüello. De palentino a palentino y residentes en Valladolid, se refiere al prelado vallisoletano. Sánchez Monge nació en Fuentes de Nava y aunque sus estudios eclesiásticos los realizó en el Seminario Menor y Mayor de Palencia, lo cierto es que su vida también transcurrió en tierras vallisoletanas por circunstancias familiares, porque aquí vivían sus padres y hermanas. Varias décadas después vuelve para vivir con su melliza en un momento de madurez personal y espiritual, además de especial lucidez física y mental, que le permite estar activo en muchas labores pastorales: «Lo que me pida el arzobispo Argüello».
Una llamada de amistad, de confianza y de fraternidad del prelado vallisoletano, como explica, le ha animado a ayudarle y formar equipo junto con Jesús Fernández Lubiano, vicario general y rector de la Basílica Nacional de la Gran Promesa. Un equipo, por cierto, integrado también, en ocasiones, por el arzobispo emérito de Valladolid, Ricardo Blázquez. Tan extraordinario como singular hasta el punto de que Argüello y Lubiano además de Sánchez y Blázquez coincidieron este viernes en el mencionado santuario para celebrar la festividad de San Juan de Ávila, patrón del Clero Secular Diocesano Español, con una eucaristía presidida por el nuncio apostólico, Bernardito Auza, máximo representante de la Santa Sede en España.
«Esta nueva acogida, a mi edad, es otra experiencia que me permite enorgullecerme de mis paisanos gallegos y cántabros tras muchos años dedicados a ellos, pero desde una tierra que significa mis orígenes y donde regreso con muchas ganas de ayudar», manifiesta Sánchez Monge al agradecer a Luis Argüello por contar con él a la vez que recuerda sus inicios en esta tierra y su amistad con el sacerdote vallisoletano Marcelo González, el gran cardenal de Villanubla, que iguala incluso en intelecto y pensamiento teológico a Vicente Enrique y Tarancón, «figuras muy relevantes en la Iglesia de España», además de otro erudito, el arzobispo José Delicado Baeza. En definitiva, nombres que han pasado por la vida de este obispo que recala ahora en la Diócesis de Valladolid «para ayudar en misas, en actos extraordinarios parroquiales, en especial en la Parroquia de San Vicente de Paúl de Huerta del Rey, y sobre todo en las celebraciones del sacramento de la confirmación» habiéndose estrenado en este sentido hace varias semanas en el municipio de Cigales además de en parroquias de la capital como en La Inmaculada de los Padres Franciscanos o en San Martín.
En pleno Año Jubilar del Sagrado Corazón
Y su vuelta a la ciudad coincide además en pleno Año Jubilar del Sagrado Corazón de Jesús, «una circunstancia que me hace estar todavía más contento en lo personal, lo familiar y, por supuesto, en lo vocacional, porque cuando ya estudiaba en el Seminario de Palencia y venía a ver a mis padres siempre entraba en esta inmensa basílica y me quedaba cautivado por el gesto de la gran imagen del retablo del Corazón de Jesús». «Y vuelvo varias décadas después, dando gracias a Dios por todo lo que me ha dado y por poder seguir ayudando a los demás», remarcó.
Precisamente, el encuentro con El Norte de Castilla es en el Centro de Espiritualidad, la antesala de la basílica y el epicentro de la Gran Promesa de otro vallisoletano, el Padre Beato Bernardo de Hoyos, que a su vez es casa de acogida de este año jubilar que recibe a los peregrinos antes de su entrada en el santuario donde Manuel Sánchez Monge celebra misa en numerosas ocasiones en apoyo a los sacerdotes de este centro religioso. Y accede a la sacristía con la misma cara de entusiasmo de aquellos años de su niñez y juventud para revestirse con el alba, cíngulo, estola... Y llega el momento de la entrada al templo donde el orgullo por su labor irradia su figura de porte sintiéndose «muy bien acogido» y admitiendo su fidelidad a Argüello: «No programo compromisos sin que él lo sepa».
«Me debo donde me necesiten», comenta monseñor, al explicar que al ser emérito de Santander se debe primeramente a su último destino aunque la vinculación familiar y sacerdotal también le une mucho a Valladolid tras una «rica y fructífera» trayectoria en la que, además, en los últimos tiempos, ha puesto especial interés en las vocaciones siendo consciente de que actualmente «es uno de los grandes problemas de la Iglesia por la baja natalidad, la secularización de la sociedad, incluso entre los practicantes que no continúan su vida de fe en el ámbito familiar, y la falta de vocaciones». «Trabajo por ayudar a los demás a través de la cercanía a los hermanos y agradezco, ahora y siempre, a sacerdotes, consagrados y laicos», concluye este obispo de carácter afable con reminiscencias castellanas, gallegas y cántabras que, charlando de acogida, rememora «cómo una de mis experiencias más duras y más frías fue en la capital vallisoletana, que por supuesto fue una experiencia extraordinaria, pero que pasé muchísimo frío durante la proclamación del Sermón de las Siete Palabras en la Plaza Mayor en 2018».
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