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Valladolid se sitúa como uno de los territorios europeos (se han analizado 1.368 de 30 países) que más sufrirá el incremento de muertes relacionadas con el exceso de calor durante los próximos años. Un estudio de la Comisión Europea (elaborado por el Joint Research ... Centre) concluye que si de aquí hasta el final de siglo la temperatura media en verano creciera en 1,5 grados, el número de fallecidos por dolencias asociadas al calor se duplicaría en Valladolid.
De acuerdo con este informe, publicado la semana pasada en la revista científica 'The Lancet Public Health', Valladolid presenta en la actualidad, vinculada con las temperaturas extremas, una tasa de 16,82 muertes por cada 100.000 habitantes (tomando como referencia el periodo 1991-2020). Si se extrapola este dato al conjunto de la provincia, supondrían 87 fallecidos al año. Ese aumento de 1,5 grados de media elevaría la tasa de fallecidos en el año 2100 a 30,50 (158, si se mantiene el número actual de vecinos en la provincia). Pero el escenario podría ser todavía peor. Si la temperatura media se calienta en dos grados, la tasa pasaría a 39,26. Si subiera tres grados, ya serían 64,38. Si el calentamiento alcanzara los cuatro grados, se llegaría a 99,49 muertos por cada 100.000 habitantes (517, con la población actual).
Para evaluar este cálculo, el equipo de expertos que han elaborado el estudio, liderados por David García León, analista en el Impacto del Cambio Climático y Políticas de Adaptación, han tenido en cuenta no solo la variación de las temperaturas, sino también las características de la población de cada territorio. Así, aquellas regiones con una mayor perspectiva de envejecimiento presentan un mayor incremento de muertes asociadas al calor. Valladolid (y especialmente Castilla y León) se encuentran en ese listado de zonas más envejecidas y, por eso, los expertos la sitúan como un 'hotspot', un «punto caliente de mortalidad por calor para mitad de siglo», según palabras de García León asociadas directamente a Valladolid.
El Ministerio de Sanidad ha fijado este año en 36,9 grados el umbral a partir del cual las altas temperaturas tienen en la meseta castellana alta incidencia en la salud. En lo que llevamos de verano, este límite se ha superado en doce jornadas. Son cuatro días más que en 2023. Es el segundo año en lo que va de siglo que más veces se ha rebasado ese valor (por detrás de las 18 jornadas del bochornoso 2022). Sanidad subraya que «se ha demostrado que las temperaturas extremadamente altas inciden directamente sobre la mortalidad por enfermedades cardiovasculares y respiratorias». El exceso de calor agrava de forma significativa estas dolencias. Y esto tiene especial impacto en las personas mayores, de ahí que la previsión de envejecimiento sitúe a Valladolid como una de las regiones que más se pueden ver afectadas.
Por eso y porque Valladolid es una de las ciudades que más sufrirá en el futuro los efectos del calor. Un estudio elaborado el año pasado por Lobelia Earth, empresa pionera en el desarrollo de datos y análisis climático, situaba a Valladolid como la séptima ciudad de España donde más se incrementará el estrés térmico. Para ello, analiza el Índice Universal de Clima Térmico (UTCI), un valor que no solo tiene en cuenta la temperatura, sino también otras variables como el viento o la humedad. De acuerdo con este indicador, las temperaturas (si no se toman medidas eficaces contra el cambio climático) podrían trepar desde los 33,02 grados UTCI en julio (en 2010) a los 40,4 previstos para el mismo mes del año 2090. Así, un incremento de las temperaturas y un envejecimiento de la población sitúan a Valladolid en una situación delicada. El análisis se fija especialmente en los mayores de 85 años y Valladolid es la quinta provincia de España con más esperanza de vida. De hecho, durante este primer semestre, uno de cada tres fallecidos ya había cumplido los 90 años.
De acuerdo con ese mapa publicado la semana pasada en 'The Lancet', Valladolid se sitúa entre las peores posiciones de uno de los peores países, ya que los más afectados serán los del sur del continente (junto a España, Grecia, Italia y el sur de Francia). Hoy, las peores tasas están en Malta e Italia. Dentro de Castilla y León, las noticias son menos halagüeñas aún para Zamora o Ávila, con mayores índices de mortalidad por tener una población más envejecida.
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García León recuerda que estos datos tienen como base las personas que viven en áreas urbanas (se han analizado 854 ciudades con más de 50.000 habitantes). Explica, además, que las urbes suelen sufrir en mayor medida las altas temperaturas, por el llamado efecto isla de calor (que se nota sobre todo por las noches, cuando refresca menos que en el medio rural). Por eso, para sus cálculos han tenido también en cuenta otros factores, como los ingresos económicos (que influyen en la compra de aparatos de climatización o en el aislamiento de las viviendas). El estudio incluye núcleos de los 27 países de la Unión Europea, además de ciudades de Suiza, Noruega y Reino Unido.
Además, el informe no solo analiza cómo influiría este incremento de las temperaturas en los valores más calurosos, sino también cómo afectaría en los tramos más bajos del termómetro.
En el caso de Valladolid, el incremento de las temperaturas mínimas en invierno tendría un impacto muy limitado en la mortalidad (sobre todo asociado con las enfermedades respiratorias, las complicaciones de la gripe). De acuerdo con los cálculos actuales, las muertes atribuibles al frío y las bajas temperaturas en Valladolid se sitúan en 66 por cada 100.000 habitantes. El frío es hoy aquí más perjudicial para la salud que el exceso de calor. Si en el año 2100 la temperatura mínima subiera 1,5 grados de media, esa tasa de afectados subiría a 90,68, por ese cálculo de que cada vez habrá más personas envejecidas. Pero si la temperatura se incrementara en cuatro grados, la tasa de mortalidad apenas subiría de 66 a 68 (con valores mínimos más benignos, habría menos mortalidad asociada al frío). Esto se nota especialmente en los países del norte de Europa, donde el porcentaje de fallecidos se reduciría de forma más drástica al no sufrir temperaturas tan extremas ni tantos días bajo cero.
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