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Castilla y León es la comunidad que más energía genera con fuentes renovables y produce anualmente el doble de la electricidad que consume, con el resto transportado a otros territorios, sobre todo a Madrid. Tras el fin del carbón, tres provincias –Burgos, Salamanca y ... Soria– eran hace tres años las responsables de más de la mitad de la producción autonómica, mientras que otras como Segovia y Ávila tenían una aportación testimonial. La tercera que menos producía era Valladolid, con el 6,5% del total autonómico en 2019. Pero, por obra y gracia del 'boom' eólico y de placas solares, la provincia vallisoletana ha adelantado a Palencia, Zamora y León y se ha aupado a la cuarta posición. Ha duplicado su producción de electricidad y ha pasado de ser deficitaria y tener que recibir energía procedente de otras provincias a alcanzar la autosuficiencia.
La práctica totalidad del incremento tiene origen renovable, con un 165% más en el caso de la energía eólica (22 parques en funcionamiento y 756 MW instalados) y un 196% en el de la fotovoltaica (1.263 instalaciones). La producción eléctrica de origen hidráulico de Valladolid fue el año pasado de 69.706 MWh; la generación con combustibles, de 464.231; la fotovoltaica, de 707.334 MWh (frente a los 238.712 de 2019); y la eólica, de 1.598.631 MWh (fueron 601.483 en 2019).
El aumento de la potencia instalada permitió a la provincia generar año pasado un total de 2,83 GWh, frente a los 1,47 de 2019, según datos del Ente Regional de la Energía, y en la actualidad existen proyectos en marcha como para multiplicar por hasta diez veces esa producción en un plazo máximo de cinco años. Frente a esto, el consumo en 2022 ascendió a 2,39 GWh, de los que el 45% se lo llevó el sector servicios, el 32% la industria y el 22%, los hogares.
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El autoconsumo está desatado, con los paneles solares proliferando tanto en domicilios particulares como en centros de producción industrial, hospitales, colegios… Los tejados y azoteas poblados de los característicos módulos negros cuadriculados se han convertido en algo ya habitual en el paisaje urbano. De forma paralela, los huertos solares van salpicando cada vez más parajes de la provincia –algunos de ellos con contestación vecinal por el impacto paisajístico–, con capacidades van de menos de un MW a cerca de 50. Los más grandes se encuentran en Geria, Aldeamayor, Medina del Campo, el Valle del Esgueva y Tordesillas, en cuyo término municipal existen cinco con una potencia instalada agregada de casi 110 MW, según la información recabada en Red Eléctrica. Entre los que están ya en marcha hay uno en La Mudarra proyectado para 100 MW de potencia.
En el panorama tanto autonómico como provincial, los megaparques promovidos por grandes inversores extranjeros son una minoría, según explica Marcos Valles, delegado de la Unión Española Fotovoltaica (UNEF) en Castilla y León. «La mayoría los promueven pequeños inversores de la zona que son los que impulsan unas iniciativas que, al final, dinamizan la economía local». Lo cuenta entre los paneles recién instalados en el futuro parque de El Barco de los Frailes, con previsión de conectar a la red sus 4 MW antes de fin de año.
«Detrás de éste hay unas empresas de Laguna de Duero que crean riqueza en el entorno no solo por las tasas e impuestos, ni solo por la compra o alquiler de los terrenos, sino porque generan empleo en la construcción de forma intensa, en el acondicionamiento del terreno y el montaje –comenta Valles–. Además, excepto los módulos todos los materiales son nacionales, estructuras asturianas, centros de transformación vascos, cables leoneses o inversores de Salamanca. En el momento de la explotación también actúan agentes locales para los que se crea riqueza. La financiación es de una caja rural de la comunidad y la venta de la electricidad queda dentro de la región. El mantenimiento del terreno, además, se hace gracias al pastoreo, con ovejas de la zona. Por eso la fotovoltaica es una fuente de riqueza que dinamiza el entorno local donde se promueve. Es una gran oportunidad para la lucha contra la despoblación que tanto necesitamos en Castilla y León».
Valladolid es idónea para las instalaciones de parques solares porque éstos necesitan tres factores para ser viables: «Lo más importante es una línea eléctrica donde inyectar la energía que se genera y la provincia y toda la comunidad es privilegiada en este sentido porque cuenta con las líneas de los sistemas de saltos de agua del Duero y las que vienen de la cornisa cantábrica. Estamos plagados de líneas y La Mudarra es la subestación más grande de España, por lo que tenemos acceso a una red de transporte y distribución muy potente».
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También se necesita, por otra parte, superficie: «Aquí somos privilegiados porque tenemos una gran superficie plana. Además, no hace falta que sea de cultivo y tener que eliminar ese uso. Muchos de los terrenos donde se promueven no tenían aprovechamiento agrícola. Lo tercero es radiación solar y la nuestra es óptima para generar electricidad de manera barata y ecológica. Tenemos muchas horas de luz, que es lo que hace falta, y no tanto calor como en otros sitios, que no es necesario y hasta puede ser contraproducente».
En los últimos años, la potencia generadora de los paneles ha pasado de 150 a más de 500 W, lo que ha disparado la capacidad de producción a la vez que la rentabilidad de los parques, así como el ahorro de costes. «Hay que tener en cuenta, además, que la electricidad que se produce se queda en la zona, en un radio de pocos kilómetros. Lo que producen los paneles de Boecillo, por ejemplo, se consume en el pueblo, en Laguna, en Renault… de forma mayoritaria y es una parte minoritaria la que se vierte a la red para ir a otros lugares», señala.
Cuando se construyan todos los parques solares que están ya en diferentes pasos del proceso, algunos ya empezados, otros a punto de engancharse a la red y otros con la autorización administrativa, Castilla y León estará en condiciones de superar en producción a comunidades que ahora la superan, como Aragón, o incluso la triplican, como Castilla-La Mancha o Extremadura. Solo Andalucía quedará por encima. Aun así, el delegado de UNEF cree que las cosas se podrían hacer mejor. La obra de un parque dura unos ocho meses y 'los papeles', entre tres y cinco años.
También hay recorrido para mejorar en lo que a planificación se refiere. Valles elogia el caso extremeño, donde, además, «se está ligando la producción a la captación de industrias a las que abastecer, desde baterías a diamantes sintéticos, para que además de generar energía se generen empleos y riqueza económica».
Este gran desarrollo ha motivado que una treintena de entidades ciudadanas plataformas ciudadanas, asociaciones y fundaciones, sobre todo del medio rural de Castilla y León, lleven meses solicitando a la Junta mayor transparencia sobre las macroinstalaciones renovables y mostrando su preocupación por «los efectos que la falta de planificación en la implantación de los proyectos industriales de generación de energías renovables está teniendo sobre el paisaje, el patrimonio cultural, la economía y los recursos naturales de la comunidad».
Estas asociaciones, entre las que se encuentra la de Defensa del Valle de Esgueva, exigen a la Junta que cree un visor cartográfico donde se vea cuánta superficie ocupan las macroplantas ya instaladas, así como las que están en tramitación. Según advierten, «el terreno ocupado superaría con creces los objetivos marcados tanto por la Junta como por el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima». Demandan una planificación «adecuada, para seleccionar las que sean más respetuosas con el entorno y contribuyan efectivamente al desarrollo económico de la comunidad».
Para el delegado de UNEF, el futuro del sector pasa por parques pequeños y medianos, de entre 3 y 20 MW de potencia, en zonas donde se puede consumir la energía que se genera. «No es el fin de la eléctricas –comenta sobre lo que va a suponer para el mercado–, pero sí pueden perder hasta la mitad del negocio; no es quitárselo, sino obligarlas a compartirlo». En este sentido, opina que el Gobierno sigue un modelo de transición «bien pensado pero mal ejecutado». «Los permisos están funcionando en los casos pequeños, pero cuando se trata de los grandes, los que son por concurso, tienen demasiados condicionantes, desde los estudios de impacto a la exigencia de entrada de inversores locales, temas de gobernanza, medioambientales, hasta estudios de genero…».
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