La mirada perdida de José Luis Dual dice más que cualquier estadística publicada. El virus «ha pasado de largo» por su familia, pero su rostro, escondido bajo una mascarilla quirúrgica, se adivina derrotado. Cansado de «hacer números y malabares» para conseguir llegar a fin ... de mes. Es vendedor ambulante en el mercadillo y, aunque asegura que les «da para vivir y comer», la irrupción de la covid-19 ha trastocado sus cuentas. Ahora, a los gastos diarios ha tenido que añadir un actor inesperado:los protectores faciales. «Tengo dos niñas en el cole y no sé ni cómo lo vamos a hacer; tienen que llevar todos los días dos mascarillas, con el gasto que eso supone», reconoce este vallisoletano mientras consume las últimas caladas de su puro.
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Es una situación que le «preocupa». Porque, explica, en la partida del coronavirus no todos los implicados juegan en igualdad de condiciones. «Si yo tuviera dinero, ¿tú te crees que íbamos a salir a la calle con estas quirúrgicas? Llevaría una en condiciones», reivindica. Es el segundo día que lleva puesta esa mascarilla. Procura no dilatar su uso «mucho tiempo más», pero confiesa que es una práctica habitual. «Cada dos días o así la cambio;intento cuidarla, pero es que es un dinero muy importante para familias de clase media como la nuestra;usar una cada día o cada cuatro horas como dicen no siempre es posible; supone un coste importante que muchas familias no podemos», afirma. «Hombre, es por salud. Es algo que hay que hacer y si hace falta se busca de donde no hay», apostilla este vecino de Las Delicias.
Diferente barrio, misma situación. En Pajarillos, en la zona del 29 de octubre, Alfredo Fernández comenta que está unos dos o tres días con el mismo protector, aunque en ocasiones no la usa «mucho». El único sueldo que entra en su casa, donde viven seis personas, es el suyo. «Y no es nada alto», insiste. «Supone un gasto importante, claro. Intentamos cambiarla cuanto antes, pero hay veces que no se puede», lamenta este operario.
Los de José Luis Dual y Alfredo Fernández son tan solo dos ejemplos de cómo la pandemia llega y golpea, sin repararse a mirar a su alrededor. El virus no elige a sus víctimas, pero los datos que maneja la Delegación Territorial de la Junta de Castilla y León en Valladolid desvelan una mayor incidencia en los barrios de la capital vallisoletana con un nivel de renta inferior. «No lo hemos medido como tal, pero sí que es cierto que, salvo situaciones concretas, las tasas de contagio más altas se vienen dando en zonas como Barrio España, Rondilla, Delicias, Tórtola y Circunvalación», asevera el delegado territorial en la provincia, Augusto Cobos, quien atribuye esta circunstancia a dos factores fundamentales. El primero, la condición de la vivienda. Si se trata de pisos de tamaño reducido, explica, es «mucho más difícil hacer el aislamiento y la probabilidad de que termine contagiando al resto de la familia es mayor».
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El segundo condicionante está vinculado a un componente sociocultural. «En estos barrios se dan grupos que tienden a relacionarse muchísimo entre ellos y a crear estructuras de grupo mucho más fuertes que en otras zonas de la ciudad», sostiene.
Pese a ello, Cobos insiste en que se trata de una enfermedad que «puede afectar a cualquiera, todos tenemos el mismo grado de exposición, vivas donde vivas», si bien la expansión de la covid una vez se detecte un caso positivo «es mucho más rápida en barrios pobres que en otros con renta más elevada por esos factores comentados».
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Un planteamiento que también defiende el presidente del Colegio de Médicos de Valladolid, José Luis Almudí. «Hay colectivos mucho más vulnerables porque pueden alargar el tiempo de uso de medidas de seguridad al tener recursos limitados, pero también hay colectivos en los cuales la socialización es mucho más intensa, con una vida en conjunto y más hacinados, y eso también ocurre en las zonas más desfavorecidas», argumenta el representante, quien incide en que estas cuestiones pueden ser «condicionantes para que aumenten los casos». «No existe un análisis, pero lo sospechamos por la aparición de brotes en barrios en los cuales hay menos recursos económicos», añade.
Conscientes de la «gravedad» de la situación, el presidente del Colegio de Farmacéuticos de Valladolid, Alejandro García Nogueiras, apuesta por la reducción del IVA como fórmula más acertada y que ayudaría a que las familias tuvieran «menos ahogo». «Es un producto de extrema necesidad y algo que nos preocupa muchísimo. Si las familias tienen problemas para llegar a fin de mes con los ERTE y la situación actual por la que pasa el país, ahora poner un gasto más con mascarillas y geles hidroalcohólicos..», lamenta la nueva voz de los farmacéuticos vallisoletanos, que reconoce que existe una tendencia creciente hacia las mascarillas lavables en detrimento de las quirúrgicas e higiénicas.
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Precisamente por el coste «tan altísimo» que implicaba, Juan Gabane y Sheila Jiménez, vecinos de Pajarillos, se 'pasaron' a los protectores de tela. «Al principio usábamos todos quirúrgica, pero luego todos (tienen tres niños pequeños), menos mi mujer, nos pasamos a las de tela porque se pueden reutilizar y el gasto es menor», asevera, al tiempo que subraya que ella «se la cambia todos los días porque no deja de ser salud, que es lo más importante».
Pero también están los que se gastan un «dineral» en protegerse. Como Eloísa Rico, que cada día se pone dos mascarillas quirúrgicas porque es asmática y se las cambia rigurosamente cada cuatro horas. «Somos once en casa; cada tres o cuatro días compro un paquete, y todo con una pensión que no llega a los 600 euros», comenta esta jubilada, quien cree que «habrá gente que la lleven solo para que no les multen».
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Israel Pelillo dio la batalla por perdida hace semanas, y confirma que la mascarilla que porta tiene al menos «cuatro o cinco» días de uso. «No me gasto un euro en mascarillas. ¿Tan importantes son? Pues que las regalen», sostiene ante la aprobación de unos amigos con los que comparte vermú. «Pues sí; yo me acabé comprando una de tela porque no podía ser que me gastara ese dineral todas las semanas, y con una pensión que cobro que no llega a los 430 euros mensuales», responde Miguel Ángel Olmedo.
Otro amigo, David Tortas, cuenta que «sale del paso» con las que le facilitan en su trabajo. «Si no, podría estar perfectamente con ella varios días. Es un gasto muy alto para familias de clase baja».
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