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El inspector jefe Antonio González Clavero, días antes de su jubilación. A. Mingueza
Valladolid

El último servicio del inspector jefe de Parquesol

Antonio González Clavero se jubila tras casi cuatro decenios en la Policía Nacional: «Nunca he dejado de aprender»

Álvaro Muñoz

Valladolid

Jueves, 21 de marzo 2024, 00:06

Se le escapa el término 'polisaurio' sin querer. Lo comenta en forma de chascarrillo aunque no sea la realidad de sus últimos días de su vida laboral como policía nacional. El inspector jefe y máximo responsable de la comisaría de Parquesol, Antonio González Clavero, soplará este lunes 65 velas y con esa exhalación le tocará entregar la placa que le ha acompañado durante casi cuarenta años. No se ha despegado de ella en todo este tiempo y lo que es todavía su despacho se empieza a despejar con grandes cajas de mudanza. Tal vez solo aguante el cuadro con la fotografía del Rey.

Porque González Clavero se jubila y eso se palpa en los pasillos de la comisaría de Parquesol antes de que este jueves 130 compañeros le acompañen en una multitudinaria comida en el hotel Lasa. «Va a parecer una boda», recalca, después de desgranar una vida al servicio de la ciudadanía, encumbrada en los últimos años como jefe de la sede policial de la calle Enrique Cubero.

Siempre al lado de los buenos para combatir contra los malos, Antonio, como realmente le llaman sus compañeros, aprobó allá por el 1980 unas oposiciones para entrar en el Ejército. Estuvo seis años por Lérida, Valladolid y Salamanca hasta que salieron las primeras oposiciones de las que se precisaba una diplomatura. Él contaba con Magisterio y eso le abrió las puertas de la que ahora considera su familia, la Policía Nacional.

Empezó en Barcelona a principios de 1989 para permanecer un tercio de su carrera profesional en Cataluña. Componente (y hasta jefe de grupo) de lo que hoy en día se denomina Extranjería y Fronteras, investigó posibles falsificaciones y redes para dejar anécdotas que ahora recuerda, como el día que le tocó investigar una suposición de parto (padres inmigrantes que alegaban que su hijo había nacido en España). «Esta es una profesión de la que nunca paras de aprender. Ahí me di cuenta de que el Código Penal recoge esos casos», incide, mientras relata todos estos años de uniforme.

«Policía lo seré toda la vida, aunque esté jubilado»

Antonio González Clavero

Tras su paso por Cataluña, solicitó el traslado a la Escuela de Ávila. Empezó en 1999 para sacar a relucir la docencia y la formación de los que por aquel entonces eran jóvenes agentes. Y en 2010 pudo volver a su Valladolid natal, primero en la delegación de informática y desde hace siete años, los últimos de su carrera, al frente de la comisaría de Parquesol. Una dilatada trayectoria en la que le ha tocado aprender y adaptarse a las nuevas necesidades del servicio y de los ciudadanos. Porque la delincuencia ha evolucionado. Se ha modernizado y aunque el timo del 'tocomocho' siga presente, las ciberestafas han crecido en los últimos años a través de los dispositivos electrónicos. «Hay que decir que Valladolid es una ciudad segura. Sus índices están por debajo de la media nacional. Ha cambiado todo para que todo siga igual», agrega con cierta añoranza González Clavero, para insistir en los avances que ha experimentado el Cuerpo Nacional de Policía.

De la máquina de escribir al ordenador

De la máquina de escribir al ordenador y de unas escuchas telefónicas más precarias a lo último en tecnología. «Cuando empecé tenía que aporrear las teclas de la máquina para calcar en cinco papeles. Al igual que los 'pinchazos'. Escuchábamos las cintas en un magnetófono. Y para saber el número al que llamaba el sospechoso teníamos que contar cómo giraba la ruleta de los números para descifrar a qué número llamaba. Ahora no creo que sea más fácil. Antes no se hacían tantas llamadas como ahora. Todo eso es trabajo», continúa el inspector jefe.

Pero no solo cariño dejará González Clavero en las paredes de Parquesol. Por una «'pedrada' de pequeño» le dio por coleccionar objetos del Cuerpo Nacional de Policía. Empezó con una gorra hace tres decenios y ahora atesora miles de piezas de todo tipo. Siempre le gustó la uniformidad y ahora los pasillos de la comisaría son un pequeño museo que pronto, con motivo del 200 aniversario de la Policía, recorrerá la geografía regional y nacional. «Ahora que me toca hacer las maletas me doy cuenta y digo 'madre, mía cómo he podido he acumulado tanto'. A los que nos gustan estas cosas, lo disfrutamos mucho. Estoy encantando de que se quede aquí y se disfrute», manifiesta.

A. Mingueza

Precisamente, esos objetos le servirán para ser la percha que le permita seguir ligado como policía. «De momento el Ayuntamiento no me ha mandado el plano de las obras para contemplarlas», bromea Antonio a escasos días de dejar de ser policía en activo. «Porque policía lo seré toda la vida», concluye.

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