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Abilio de Vega (1959) se pasea por el aparcamiento del Parque de Bomberos de las Eras frente a una fila de «máquinas», siguiendo la jerga del gremio: «Siempre que paso por delante me gusta echar un vistazo para ver que está todo en orden». Durante ... los últimos siete años ha ocupado el puesto de suboficial jefe de los servicios generales y se ha encargado de modernizar los equipos para que los compañeros tuvieran mejoras materiales. Posa junto a uno de los camiones, un BUP (Bomba Urbana Pesada) adquirido durante su primer año al frente del cargo administrativo, que costó cerca de un millón de euros y del que presume, ya que fue el encargado de diseñar cada tornillo del pliego: «Esto llevó tres años de estudio. Es una de las mejores autoescalas que ha recorrido las carreteras de España». Ante su inminente jubilación, recorre nostalgico las instalaciones en las que ha desarrollado su labor durante 31 años en el Servicio de Extinción de Incendios de Valladolid.
Solo interrumpen sus explicaciones acerca de los vehículos los abrazos de algunos compañeros, que aprovechan su presencia para despedirse y desearle que disfrute de su nueva etapa, conscientes del reto que esto supone para Abilio, entregado a una profesión en la que aterrizó por casualidad en el verano de 1983. Tras apuntarse a cinco oposiciones simultáneamente, la primera convocatoria a la que se presentó fue la de un embrionario parque de bomberos en Ponferrada. «Hice el examen de bombero y de conductor y saqué el número uno en las dos», presume De Vega, natural de Villacalabuey (León). Algunos se sorprenden de verlo aún uniformado, pero quiere exprimir al máximo sus últimas horas en la base. Abandona el cuerpo obligado, ante el imperativo de que ningún bombero puede continuar ejerciendo a partir de los 65 años. Confiesa que ha intentado estirarlo para dejar cerrados algunos proyectos, pero el jueves sopla las velas que necesariamente ponen fin a toda una vida en el cuerpo: «Esta es la penúltima vez que me visto de bombero».
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Desde que entrara en el cuerpo en Ponferrada, donde permaneció diez años, Abilio ha dedicado gran parte de su vida a la profesión, fruto del amor que le profesa: «Me gustaba sentir las emociones que te embargan cuando has logrado hacer algo y has logrado hacerlo bien». Una «mente inquieta» y sus ganas de prosperar profesionalmente le llevaron a presentarse a otra prueba para ocupar un puesto de sargento en el Servicio de Extinción de Incendios del Ayuntamiento de Valladolid: «Me enrolé aquí y tuve que caminar muy deprisa para ponerme al ritmo de los entresijos de un parque que entonces tenía aproximadamente 150-160 miembros».
Tras afrontar unas duras oposiciones consiguió la plaza en enero de 1993, y desde entonces ha desarrollado aquí la mayor parte de su carrera, 31 años que han dado para mucho. «Yo estoy enamorado de mi profesión, son muchas vivencias positivas pero también negativas», expresa emocionado. Lamenta que una de las partes más duras de su trabajo ha sido lidiar con la muerte, la de otros compañeros y la de aquellas víctimas de algún suceso por las que no ha podido hacer más que rescatar sus restos: «No te acostumbras nunca a ver el cuerpo de una persona que estaba hace cinco minutos viva con todas sus ilusiones».
Abilio de Vega
Bombero jubilado
Las vidas que ha salvado se han convertido en el mejor aliciente para seguir adelante en una profesión que requiere una «preparación intrínseca y revestirse de una gran fortaleza». Recuerda con especial cariño cómo una persona a la que había auxiliado en un accidente de tráfico, meses después, al pasar frente al parque cuando estaban haciendo unas maniobras, lo llamó por su nombre y le dijo una frase que se le quedó para siempre: «Gracias a ti yo sigo viendo a mis hijos». A nivel personal su trayectoria no ha estado exenta de sustos, ya que ha tenido algunos accidentes que en una ocasión le llevaron a la UCI como consecuencia de la «intrepidez y la falta de percepción del riesgo que da la juventud»
Durante su última etapa, al mando de los servicios generales, una parte importante de su labor ha sido la de formar a las nuevas generaciones, a las que ha tratado de inculcarles su particular visión sobre lo que significa ser bombero: «Esta profesión, si la vives desde dentro y la vives con fuerza, le da un sentido a la vida. Te permite ayudar a la gente, te sientes bien». Sus compañeros le han agradecido toda una vida de dedicación, su cariño y su calidad humana en un sentido homenaje, arrancando las sirenas y rotativos de todos los vehículos del parque. A ellos ha dedicado las últimas palabras de esta entrevista: «Lo único que me ha preocupado ha sido ser un digno representante de mis servicios y de mis compañeros. Y creo que lo he conseguido».
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