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Hay litros y litros de leche, un arsenal de bricks perfectamente ordenados (de vaca, de soja, vegetal, sin lactosa), en la nave de La Cistérniga que sirve como almacén central para la solidaridad vallisoletana con los damnificados por la DANA. Allí, organizados primero en ... montones y luego en palés, hay una cantidad enorme de leche que se ha señalizado (y esto es clave) en función de la fecha de consumo preferente. Unos carteles advierten de cuándo esos paquetes y botellas están a punto de caducar. «Hasta el 30 noviembre», alerta un papel escrito a mano con letra roja. «Caduca el 31 de diciembre», dice otro de los indicadores. «Hasta el 1 de marzo», apunta el más generoso. Y en un pequeño montón, con apenas seis o siete bricks, un pequeño cartón avisa: «Caducado».
Valladolid ha activado un plan para evitar el desperdicio de toneladas de comida y de víveres donadas durante las últimas semanas, con la mirada y el corazón puestos en Valencia. Las aportaciones de los vallisoletanos se han traducido, en algunos casos, en alimentos perecederos o con muy poco margen de maniobra y que corren el riesgo de estropearse. Yogures, pan de molde, paquetes de fiambre, leche… Productos que no se han podido enviar a Valencia (ha habido otras prioridades, como material de limpieza) y que, si no se toman medidas, pueden terminar en la basura.
Pero no va a ser así.
El Banco de Alimentos ha comenzado a recibir toda esa comida en riesgo de caducar para distribuirla después entre las cerca de 12.000 personas sin recursos que atiende en Valladolid. A su nave del polígono de Argales ha comenzado a llegar esa comida pensada en un primer momento para las víctimas de Valencia y que terminará en hogares desfavorecidos y comunidades de consumo de Valladolid (parroquias, conventos…) para evitar su desperdicio. A cambio, el Banco de Alimentos se ha comprometido a donar el precio medio de esos víveres, que calculan en 1,8 euros por cada kilo.
«Todavía es pronto para saber cuánto será la aportación final, pero será sin duda una cantidad importante», asegura Jesús Mediavilla, presidente del Banco de Alimentos en Valladolid, quien explica que esta aportación económica irá directamente a la Federación Estatal de Bancos de Alimentos, que girará después la transferencia a sus delegaciones en Valencia o Albacete. «Todas esas aportaciones tienen su justificante, se hacen con total transparencia, se dirá en qué se ha destinado y se dará cuenta de ellas», asegura.
Fernando Esteban, diputado de los Servicios Técnicos de Obras y de Agricultura, Ganadería y Calidad del Agua, es la persona que desde la Diputación coordina el dispositivo solidario desplegado en Valladolid. Está en contacto directo con la institución provincial valenciana, desde donde le transmiten las prioridades que necesitan en cada momento. En función de eso, se fletan los tráileres desde Valladolid. De momento, se han enviado trece (a través de la Junta de Castilla y León), sobre todo con botas de agua, lejía, material de limpieza.
«Es lo que desde los ayuntamientos afectados nos dicen que más necesitan ahora», indica Fernando, quien recuerda que otros dos camiones con material han salido directamente a Utiel y Silla, después de que esos ayuntamientos hicieran un listado con sus necesidades más urgentes. Esta semana, reconoce Esteban, ha sido además complicada, ya que las nuevas alertas rojas en Levante y los avisos de más precipitaciones han hecho que el número de envíos no haya sido tan elevado.
Así, en esta nave de La Cistérniga se acumulan cientos de palés con comida, ropa y productos de higiene. «Hemos preparado más de 1.100», dice Esteban y certifica Gerardo Gallego, uno de los voluntarios que este viernes por la mañana ordenaba el género recién recibido. En este caso desde Mojados. Porque, aunque con mucha menos intensidad, todavía llega comida a este depósito central.
Eso sí, desde las principales entidades solidarias (Cruz Roja, Cáritas o el Banco de Alimentos) explican que ahora la mejor forma de colaborar con los afectados por la DANA no es tanto la comida como la aportación económica. Y este llamamiento no se hace solo desde Valladolid. Basta con rastrear titulares de otras provincias para darse cuenta de que es algo que sucede en toda España. Los Bancos de Alimentos de Córdoba o Cádiz dicen estar «desbordados». También utilizan esa palabra desde Alicante o Madrid.
«La zona vive una situación muy difícil, con carreteras cortadas y naves hasta los topes de ayuda que no se puede repartir. Y esta situación, además, se va a prolongar mucho en el tiempo. Dentro de unos meses todavía habrá que echar una mano. Y para entonces, mucha de la comida hoy donada puede haber caducado», explica Tomás Pérez Pinto, vicepresidente del Banco de Alimentos. Por eso, desde la ONG insisten en la prioridad de las donaciones económicas. El Banco de Alimentos de Valladolid, que ya contribuyó con 30.000 euros para sus compañeros de Valencia, ha enviado además un camión con embalajes para organizar la comida que allí se recibe.
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La entidad organiza precisamente a partir del próximo viernes 22 (y hasta el 1 de diciembre) La Gran Recogida, la campaña extraordinaria de captación de fondos que tradicionalmente sirve para llenar sus almacenes en Valladolid. «Este año será la recogida más importante desde la pandemia», indica Mediavilla, quien recuerda que el dinero que se done en caja (en los supermercados adheridos a la campaña) servirá no solo para cubrir las necesidades de las familias vallisoletanas (cerca de 12.000 personas atendidas desde enero), sino también para dotar al Banco de Alimentos de los fondos necesarios para traducir en dinero esa comida a punto de caducar que tiene que dar salida durante estas jornadas.
«Evitar el desperdicio alimentario es uno de los grandes principios de los Bancos de Alimentos», dice Mediavilla. «No podemos permitir que tanta solidaridad termine en la basura porque no se puede consumir», recuerda el diputado provincial, quien apunta que hay acciones similares con Cáritas y Cruz Roja. De ahí, ese acuerdo alcanzado entre la institución y las ONG. De ahí ese plan para repartir en Valladolid esa comida que caducará en breve (y que no dará tiempo a llevar a Valencia), con su sustitución por dinero que se destinará a las entidades que trabajan allí, a pie de tragedia.
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Ana María Criado
Aunque no desdeña las operaciones kilo, desde el Banco de Alimentos de Valladolid apuestan firmemente por las donaciones en caja para organizar su despensa. «Lo implantamos en el año 2020, en pandemia, para evitar la manipulación de la comida y nos dimos cuenta de que era la mejor forma de organizarse», cuenta Mediavilla. Con ese dinero, la fundación compra lo que necesita en cada momento: «Así garantizamos que no hay desperdicio alimentario y que hay variedad de productos en cada momento». Además, permite equilibrar la ayuda durante todo el año, sin depender de campañas concretas que tal vez llena los almacenes en invierno, pero los deja bajo mínimos en verano. «Esto permite una mejor planificación a largo plazo, que es lo que se necesita en Valencia, porque la ayuda será necesaria durante los próximos meses. Y además, al destinarse allí, también se apoya así a la industria y los productores locales». Desde el Banco de Alimentos también recuerdan que estas aportaciones económicas permiten a los donantes obtener luego una bonificación de hasta el 80% en el IRPF.
Y mientras se organiza este movimiento para evitar el desperdicio de tanta solidaridad, la actividad continúa en la nave que centraliza la ayuda a Valencia. La presencia de voluntarios ha bajado en los últimos días. Atrás quedan esas largas cadenas de colaboradores que reciben, descargan, separan y organizan la ayuda. Pero todavía hay trabajo y ajetreo (sobre todo por las tardes) de colaboradores que se acercan para echar una mano. Este viernes, por ejemplo, allí están Gerardo Gallego, Mariano Viñas o Henar García. Pasean y conducen carretillas por unos pasillos de palés llenos de productos que, perfectamente embalados, esperan su turno para ser enviados a Valencia. Todo está debidamente identificado. En los grandes paquetes precintados hay carteles escritos a mano que informen de su contenido: mantas, lejía, ropa de hombre, ropa de niño, cereales, material escolar. «A partir del próximo lunes vendrá seguro más gente porque todavía hay mucho por hacer», indica Gallego. Y, como prioridad, la vista puesta en las fechas de consumo preferente para impedir que un solo kilo de comida se pueda desperdiciar.
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