Ya no sirve tan solo con fijarse en el termómetro. Está bien lo de revisar el mercurio, atender a la notificación del móvil, comprobar si ha habido récord durante la pasada ola de calor (el pico se alcanzó el miércoles, a las 16:40 horas ... , con 40 grados).
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Las temperaturas no son por sí solas un indicador suficiente para comprobar cómo nos afectará la «ebullición global», el nuevo término acuñado este verano por la ONU para definir este exceso de calor vinculado con el cambio climático. Hay que empezar a familiarizarse con unas siglas: UTCI.
Este es el modo con el que se conoce al Índice Universal de Clima Térmico, un indicador que no solo tiene en cuenta la temperatura, sino que combina ese dato con los de humedad, viento y radiación. Que sople brisita, que el sol caiga a plomo o que el ambiente esté pegajoso son factores que pueden matizar o agravar la influencia que el calor tiene en el cuerpo humano.
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Y este valor, el de los grados UTCI, es el que ha utilizado Lobelia Earth, una empresa pionera en el desarrollo de datos y análisis climáticos, para mirar al futuro y proyectar cómo afectará este índice en varios puntos del país durante los próximos años. Y las ciudades de Castilla y León no salen muy bien paradas.
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La proyección para 2030 (dentro de apenas siete años y con base en los datos de 2010) es que la media de las treinta ciudades más pobladas de España se incremente en 0,6 grados UTCI (de 31 a 31,6 en la media de las máximas para el mes de julio, el mes tradicionalmente más caluroso del año).
El aumento en todas las capitales de provincia de Castilla y León está por encima de ese valor. En León serán ocho décimas. En Palencia, 0,92 (para llegar a los 30,26 grados UTCI). En Burgos, 0,96. El incremento previsto para Valladolid ya supera el grado (1,04, hasta los 34,06)y en Segovia se llegará a un incremento de 1,15 grados UTCI, hasta alcanzar los 31,16. Eso, en el 2030. Porque el estudio ofrece además proyecciones hasta el año 2090.
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Para entonces, la situación se complicará mucho, con incrementos que están por encima de los siete puntos UTCI en todas las capitales de la comunidad salvo Salamanca (se queda en 6,95) y León (6,56). En Segovia, el incremento será de 7,23. En Palencia, de 7,74. En Valladolid, de 7,38, para llegar a 40,4 grados UTCI en julio de ese año 2090.
A la cabeza del análisis de Lobelia se sitúa Zaragoza, con 8,4 grados más. Entre las diez ciudades analizadas (los 30 municipios más poblados de España y las nueve capitales de provincia de Castilla y León), hay cinco de la comunidad: Burgos, Soria, Palencia, Valladolid y Segovia. En todos los casos, la investigación se pone en el peor de los escenarios posibles, si no se adoptan medidas eficaces que frenen este incremento de las temperaturas.
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Como refleja la proyección de Lobelia, las ciudades más castigadas por este indicador (donde más crecerá) son las del interior de la zona norte de la Península. Es el caso de Pamplona, de Vitoria, de Madrid, Segovia, Palencia o Valladolid. El incremento aquí será superior al de ciudades del sur, como Sevilla o Córdoba, donde los valores no crecerán tanto pero, como parten de niveles más altos, continuarán arriba en la tabla de las ciudades más sofocantes.
En todos estos casos del interior continental, los valores UTCI de partida son más altos que en los puntos costeros, ya que la cercanía con el mar tiende a suavizar las temperaturas. Sin embargo, en esas ciudades marítimas, la influencia de la humedad hace que los grados UTCI sean más altos de los que fija el termómetro actual.
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«Por eso es importante tener en cuenta más variables y no solo la temperatura», explica Suso Peña, director científico de Lobelia, quien insiste en que la influencia del calor en el cuerpo y la salud no puede limitarse a mirar el termómetro. La humedad influye. O las horas de sol. Y a eso habría que sumar otros factores sociales, económicos y demográficos, porque no es lo mismo sufrir una ola de calor en un pequeño pueblo que en una ciudad de 600.000 habitantes, en hogares que pueden pagar aire acondicionado o que carecen de buenos sistemas de aislamiento en casa.
Suso Peña
Director científico de Lobelia
Para definir este impacto en la salud, los científicos hablan de estrés térmico, que se refiere a cómo reacciona nuestro cuerpo a esas variaciones meteorológicas que no solo tienen que ver con las temperaturas, sino que también implican al viento, a la exposición al sol o la humedad relativa del aire.
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El pasado mes de abril, el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), una plataforma que aúna a expertos médicos y académicos, ya pidió a las autoridades que incorporaran los índices de estrés térmico en sus alertas de la ola de calor.
«Una misma temperatura ambiente de 35 grados centígrados puede ser incómoda con una humedad baja, pero se convierte en peligrosa para la salud humana con una humedad alta, incluso durante un breve periodo de tiempo», explica Malcolm Mistry, investigador de la London School of Hygiene and Tropical Medicine, que lanzó esta advertencia en alianza con ISGlobal.
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Por eso, apuntan, «las zonas geográficas donde los índices de estrés térmico revelan el mayor riesgo no coinciden necesariamente con las regiones donde se registran las temperaturas más altas». Y ponen como ejemplo la ola de calor que abrasó Europa durante los meses de junio y julio de 2019. Las temperaturas fueron más altas en el centro y noreste de España, pero al calcular los índices de estrés térmico, «se comprobó que las zonas con condiciones más críticas se encontraban en Francia, Bélgica y los Países Bajos, con un exceso de mortandad de 2.500 fallecidos».
¿Por qué es importante la humedad y no solo la temperatura?«Cuando se expone a un golpe de calor, el cuerpo humano se enfría a través del sudor, ya que la evaporación de este sudor enfría el cuerpo. Sin embargo, a medida que aumenta la humedad del aire circundante, disminuye la velocidad de evaporación, lo que hace que nuestro mecanismo natural de refrigeración sea menos eficaz», explican los expertos de ISGlobal. Yesto lo traducen en datos. Con una humedad del 80%, hay que empezar a tener cuidado a partir de los 31 grados.
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«Sin embargo, con un 20% de humedad, las condiciones peligrosas no comienzan hasta que la temperatura supera los 40». En el caso de Valladolid, la barrera al combinar ambos factores –en función de los valores medios– está en los 36 grados, de acuerdo con las alertas que maneja el Ministerio de Sanidad. Las previsiones de la Aemet se suelen fijar en las temperaturas, pero su página web dispone de un desplegable donde también es posible comprobar la humedad.
Y a partir de ahí se pueden ver las diferencias, por ejemplo, en la sensación térmica. El pasado miércoles, en el ecuador de la ola de calor, había 39,6 grados a las 17:00 horas. Pero la humedad relativa era tan baja (14%)que apenas tiene incidencia. Sin embargo, en Barcelona, ese mismo día, a las 13:00 horas, había 34,8 grados y una humedad del 43%, por lo que la sensación térmica subía hasta casi los 39 (pese a tener casi cinco grados menos de temperatura).
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Por eso la Aemet, la Agencia Estatal de Meteorología, también introduce variables para el índice de calor. Así, recuerdan que permanecer bajo el sol puede incrementar estos valores hasta en ocho grados. Yque el viento también es importante. ¿Cómo?Cuando el registro es inferior a 32 grados, el viento disminuye la sensación térmica. Sin embargo, cuando hay más de 32, el viento la aumenta.
La metodología empleada por Lobelia Earth puede consultarse aquí.
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