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Dejó que su hija de 14 años tuviera una cuenta en Tuenti pero él tenía la contraseña y vigilaba el uso que la niña hacía de esa red social. Gracias a eso, recuerda, impidió que los contactos del entonces cura en ejercicio en Zaratán, derivaran ... en algo peor. «Yo sabía cuando denunció que no iba a prosperar en la vía penal porque no dejé que se cometiera el delito, no quise exponer a mi hija a eso y que se volviera en mi contra. Pero quería que la Iglesia tomara cartas en el asunto y le suspendiera de sus funciones. Desgraciadamente, aquella sanción no fue suficiente». Fernando Ribón Bornao, que reside en Alicante pero tiene fuertes vínculos con la provincia vallisoletana, donde residen algunos parientes, asegura que, «íntimamente, yo tenía el convencimiento de que iba a volver a caer, porque las personas con parafilias no pueden controlar sus impulsos, esto no tiene tratamiento».
Afortunadamente, su hija, a la que define de «muy inocente, incluso ahora con 24 años que hará en junio, no sufre secuelas de aquello. No fue consciente del peligro que le acechaba».
Este médico patólogo jubilado vino con su mujer a Valladolid en el verano de 2010 expresamente para denunciar a Ó. F. en la Guardia Civil, después de que en el Arzobispado le pidieran perdón y le dieran buenas palabras. «Me dijeron que le iban a apartar inmediatamente de su ministerio pero los días pasaron y no lo hicieron, seguía oficiando en el pueblo, así que decidí denunciar. Entiendo que la Justicia no hiciera nada entonces, porque no había ilícito, pero su conducta era reprobable como sacerdote, como referente moral, había traicionado la confianza de los fieles».
Fue recopilando las intervenciones soeces del sacerdote con las menores en el chat de la red social y recuerda la insistencia a su hija en que pidiera a sus padres que le compraran una 'webcam'. Acudió con todo ese material de seguimiento a la Guardia Civil , después de rastrear las conversaciones y conseguir identificar al sacerdote, que también tenía cuenta en Facebook y con quien se llegó a poner en contacto, al principio sin desvelar que era el padre de una de las niñas a quienes decía «lo buenas que estaban». Le recriminó por correo electrónico su comportamiento en las redes hacia las jovencitas. «Incluso llegó a ponerse gallito cuando le interpelé y me contestó que si le estaba acusando de pederastia, que era muy grave. Yo le dije que era un peligro para la gente joven y que debería estar barriendo los sótanos del Obispado y no salir de allí», rememora Fernando Ribón.
Del nuevo caso protagonizado por el hasta ahora capellán de las Angustias se enteró ayer, cuando una amiga suya de Albacete le mandó el enlace con la información de El Norte. «Se ha cumplido el presagio. Estas personas nunca cambian. Es un cazador de niñas que ahora han cazado», concluye este padre, que espera que su testimonio sirva de alerta a otros padres sobre el riesgo que corren sus hijos, cuando viajan por Internet, de caer en las garras de depredadores disfrazados de corderos.
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e. esteban y j. d. fuente
M. J. Pascual Lorena Sancho
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