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El dilema de cómo pasar las Navidades rondó por primera vez por la cabeza de Carmen Martín hace cuatro meses. En septiembre, ante la posibilidad ... de que la pandemia impidiera que su madre, Ana María Cacho, residente en el centro de mayores Cardenal Marcelo (situado en Valladolid capital, dependiente de la Diputación Provincial), pudiera pasar las fiestas navideñas con la familia, decidieron «sacarla unos días» para que disfrutara de sus hijos y nietos «después de un año tan complicado y en el que hemos pasado tanto miedo», como reconoció Carmen Martín. Ni ella ni sus hermanos daban «un duro» porque a su madre, de 75 años e interna en este geriátrico desde hace casi tres, le permitieran salir estos días.
Pero la covid ha dado una tregua a Cardenal Marcelo y tres de sus residentes, entre los que se encuentra esta zaratanera, han hecho las maletas y abandonado estos días el centro de mayores para reencontrarse con sus seres queridos. Aunque con precaución.
Porque si algo tiene claro Ana María Cacho es que aún tiene mucha vida por delante. «Con todo lo que yo tengo que vivir, con todos los años que aún nos quedan por delante... Hay que tener cuidado, pero mi familia y todo el mundo. Que Navidades hay muchas y este bicho es muy maldito», afirmó este miércoles esta mujer, minutos después de que su hija acudiera a recogerla para llevarla a la que será su casa hasta el próximo 6 de enero:el barrio vallisoletano de La Victoria.
Estaba contenta y entusiasmada. Bajo la mascarilla quirúrgica que llevaba se intuía una gran sonrisa. Y eso que no verá a sus nietos –tiene tres, dos mayores y una más pequeña– estos días. «Por videollamada sí, ¿verdad?», preguntaba a su hija. «Claro, mamá. Todos los días. Mañana –en referencia a hoy, Nochebuena–, como solo cenaremos mi marido y nosotras dos, imagino que haremos alguna videollamada tanto con mi familia como con la de mi marido», explicó Carmen Martín, al tiempo que creyó conveniente «juntarse lo justo porque es mejor prevenir que curar». «Somos muchos, cada uno de nuestro padre y nuestra madre, mis sobrinos ya son mayores, tienen su vida... Y hay que tener cuidado para que, cuando le hagan el test justo antes de volver, no dé positivo, porque luego tenemos que volver a la actividad y al trabajo y mi madre no puede quedarse sola», apostilló.
Asimismo, Cacho anticipó que aprovechará, además de para ver la telenovela –«esa no me la pierdo por nada del mundo», incidió–, para leer y hacer tareas de estimulación cognitiva. «Luego se hace mucho la remolona, aunque parezca que lo hace, ¿eh?», reveló Carmen Martín, ante la carcajada cómplice de su madre.
Justo antes de regresar al que es su hogar desde 2017, el centro de salud de Zaratán le realizará una prueba. Ya le hicieron otra hace tiempo, aunque de esa no recuerda mucho. Fue en abril, «cuando todo el mogollón» (entonces, 183 residentes de este centro tenían covid). Entre los casos positivos estaba esta mujer. «Por suerte», subrayó Martín, fue asintomática. «Lo pasó prácticamente sin enterarse», concretó. Sufrió, eso sí, «un poco con el estómago, pero poco más», continuó. «Cuando me cogió el bicho lo pasé muy mal. Nos han cuidado mucho y tratado muy bien, pero tuvimos miedo», añadió Cacho.
Un temor que corroboró su hija, quien destacó que vivieron unos meses «muy intensos, en vilo, viendo que la cosa podía empeorar en cualquier momento». Se marchó a las seis de la tarde. Aún no había perdido de vista la fachada de Cardenal Marcelo y ya estaba pensando en su regreso. «Aquí estoy muy feliz. Tengo muchas amigas, nos llevamos bien y nos hacemos compañía», sentenció esta residente.
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