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Las horas son eternas para los mayores que viven en su hogar, recluidos, con familiares o cuidadores. Esperar, esperar a qué se preguntan. Sin paseíto, sin la partida, sin ejercicio o centro de día para que estimule unas mentes que, a veces, insisten en dormirse. ... Son los más vulnerables; pero si se logra evitar que el insistente y contagioso coronavirus logre traspasar sus puertas, están a salvo. Los más de 35.000 mayores que viven en Castilla y León en residencias pierden el contacto familiar, las esperadas visitas; pero la organización y la compañía de otros residentes alivia el aburrimiento, aleja las horas abandonadas.
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Todas las residencias han buscado paliar esta soledad familiar y sustituir los encuentros con más ocio y talleres. Y aunque la tecnología no es el fuerte de los que ya suman muchos años o bien «ya nos apañamos, por lo menos con el móvil» o los trabajadores de los centros les echan una mano. Y si algún profesional gana peso en estos días ese es, sin duda, el terapeuta ocupacional. nunca estas dos palabra tuvieron tanto sentido.
Coronavirus en Valladolid
Así, las que más y las que menos, ponen en marcha juegos, más películas y misas por televisión, talleres, bailes y, sobre todo videoconferencias o videollamadas para ver a los nietos, para hablar con los hijos.
Muchos viven ya encerrados en un mundo ajeno a la realidad; pero otros entienden de epidemias y alertas y de miedos. Alguno apunta a que cómo va a inmunizarse si no sale a la calle y otros no quieren ni tomar el aire en el jardín del centro.
La asociación que ampara buena parte del sector privado, Acalerte, destaca que «hemos puesto en marcha todos los necesarios protocolos, incluso antes de la cuarentena social ya limitábamos al mínimo las visitas», explica su presidente Diego Juez.
Según explica Sandra Canales, terapeuta ocupacional de la residencia Vitalia en Tradajos (Burgos), «lo que hemos intentado es mantener sus rutinas. Es importante. Y también el contacto con sus familiares. Además, los profesionales hablamos mucho más a menudo con sus allegados para tenerlos bien informados porque les cuesta no verlos, no saber de ellos directamente salvo por el teléfono; se han multiplicado las llamadas. Tenemos una rutina que mantiene el ejercicio físico, el cognitivo y la interacción social y de ocio. Para esta segunda parte dedicamos más las tardes y hemos incrementado las actividades de diversión y fomentado la espontaneidad, la aprovechamos. Ayer mismo se pusieron a bailar de golpe y eso lo apoyamos».
Lo que más repiten es que «nosotros estamos bien, estamos a salvo» y vuelven los ojos al periódico, el móvil, el café o la televisión. «A salvo», insisten y no quieren saber más.
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