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María Jesús Pelaz, Emilio Miguel, Carmen Rodríguez, Guillermo y Mariano Ibáñez. Ramón Gómez
Coronavirus en Valladolid: A la calle, «sin miedo» y solo a por pan, leche y fármacos

A la calle, «sin miedo» y solo a por pan, leche y fármacos

Cinco vecinos mayores de la capital, el sector de población más vulnerable al Covid-19, relatan cómo viven el aislamiento en sus casas y los motivos por los que salen a la vía pública

Eva Esteban

Valladolid

Jueves, 19 de marzo 2020, 06:17

A Carmen Rodríguez «esto del coronavirus», como se refiere, no le da «nada de miedo». Tiene 80 años y el temor a que le «digan algo» –en referencia a la prohibición de salir de casa más que para lo estrictamente necesario– le lleva a apresurar el paso. Son las once y media de la mañana y en la intersección de las calles Perfección –donde vive– y Tirso de Molina, en el barrio vallisoletano de La Rondilla, apenas hay gente. Tan solo un goteo de viandantes, algunos de avanzada edad, en busca de un supermercado o una farmacia en la que poder adquirir los productos de primera necesidad por los que se exponen. «Si es que es normal. Si nos han dicho que no salgamos, habrá que cumplir, porque si no me veo un mes metida en casa», comenta.

Ella, cuenta, sale a la calle únicamente «a lo justito»: comprar el pan y fármacos, básicamente. Su hijo se ofrece, sin éxito, a hacer los recados en su lugar –«de vez en cuando se sale con la suya», desvela–, pero no quiere sentirse «una anciana». «Me viene bien salir a tomar el aire cinco minutos porque en casa uno se acaba cansando. Eso sí, no salgo por gusto, sino por necesidad, para comprar las pastillas, el pan, algo de fruta...», asegura mientras tira de un carrito de la compra prácticamente vacío, «con una barra, un paquete de leche y poco más».

Esta vallisoletana es una de las cerca de 76.600 personas mayores de 65 años que, según el Instituto Nacional de Estadística (INE), viven en la capital. Y, por tanto, más vulnerable a contraer el Covid-19 (al igual que los pacientes con patologías previas). «¿Qué voy a hacer? Pues tener cuidado y hacer caso a lo que dice el presidente del Gobierno», apostilla. Repite una y otra vez que no tiene «miedo». Siguiendo las indicaciones, comenta, «todo va a salir bien».

Esta opinión la suscriben todos los nombres que comparecen sobre estas líneas. Lo único que tienen en común es que forman parte de este grupo de riesgo por su edad y que se sitúan en primera línea frente al coronavirus para adquirir principalmente pan, leche y medicamentos.

Dice otra vecina, María Jesús Pelaz, de 79 años, que ella «sale de casa porque hay que hacer la compra», pero extrema las precauciones. Cada vez que se echa a la calle, se coloca un pañuelo que le cubre dos tercios del rostro y unos guantes de látex para «tocar todo sin miedo» a un posible contagio. Cuenta que ella es la que «tira del carro» estos días. La que se expone en vía pública porque «mi marido está mayor –84 años– y tiene que quedarse en casa».

Salidas justificadas

Es la segunda vez que sale a la calle desde que se decretara el estado de alarma. Pero ambas, asevera, son «justificadas». «Iba a ir a la a farmacia, pero viendo la cola que hay igual lo dejo para otro día», sostiene. «También vengo de por pan. Hoy he tenido suerte y he podido llevarme barra y media, así que probablemente mañana no me toque salir», prosigue.

«¿Aburrirnos? No sabemos lo que es eso», señala entre carcajadas. Este matrimonio lleva «bastante bien» el confinamiento. Juegan a las cartas, ven el parte y telenovelas y «charlamos». «Lo pasamos peor», apunta Pelaz, por no poder ver a sus hijos. «Eso lo llevamos regular, pero sabemos que es por el bien de todos», añade.

Esta misma «preocupación» comparte Mariano Ibáñez, de 67 años. Habla «a diario» con sus nietos, pero «no es lo mismo». «A ver, estamos acostumbrados a ir de un lado para otro con ellos, que si el colegio, que si al parque... Pero bueno, tendrá que ser así. Además, nuestra hija es médico y sabemos que estar alejados es lo mejor para todos», incide.

Permanece «encerrado» en casa con su esposa y su madre, de 97 años, pero no lo llevan «nada mal». «La verdad es que lo vivimos bien. No éramos mucho de salir de casa, y ahora para lo justo. Pan, agua, leche, fruta... Además, al estar con mi madre tenemos que tener más cuidado porque es muy mayor», argumenta.

Dice Guillermo –quien prefiere no desvelar su apellido para que no le «digan nada»– que él no se cree «nada de lo del coronavirus». Que le suena a «cuento chino». Considera que todo está orquestado por los países para solventar sus desavenencias. Prueba de ello, explica, es que en sus 81 años de vida no había visto «nada igual». «Ni guerras, ni ébola ni nada. No he vivido nada igual, pero no tengo miedo. Creo que es algo montado entre países que no se atreven a darse leña y matan a la gente», afirma visiblemente cabreado. Precisamente por que no se cree nada, este hombre afirma no haber variado en nada su rutina desde que se activara el estado de alarma. «Hago lo mismo de siempre; me levanto pronto, bajo a por pan, fruta o lo que haga falta y me doy un paseo por el camino», indica.

Echar en falta los bares

Lo que más echa en falta, asegura, son los bares. «Hacía horas allí. Me gustaba tomarme mi vinito. Habrá que ver qué pasa cuando se restablezca la normalidad, seguro que se llenan», bromea este octogenario.

Emilio Miguel tiene 70 años y, al igual que Guillermo, reconoce no haber visto «algo parecido». Le «sorprende» la magnitud de los acontecimientos, aunque apela a la responsabilidad y defiende «salir a la calle solo para lo justo». «Suelo salir yo, mi mujer se queda en casa. Bajo uno de cada dos días, cuando se nos acaba la comida o productos para la casa». Eso sí, reitera que siguen escrupulosamente las indicaciones y, si no es necesario, «mejor nos quedamos dentro». Entre las ganas de salir y el deber de aislarse, estos vallisoletanos, todos mayores de 65 años, comparten que «lo mejor para todos» es la segunda opción.

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