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Se llamaba Alicia, tenía 78 años y llevaba muerta al menos diez días cuando fue encontrada en su vivienda de Juan de Austria. Félix, de 77 años, aparecía 24 horas antes en el sofá de su casa, cuatro días después de haber fallecido. ... Los dos vivían solos. Los dos fallecieron por causas naturales. Y los dos permanecieron en la más absoluta soledad hasta que los servicios de emergencia encontraron sus cuerpos tras las respectivas llamadas de familiares y vecinos. Alicia y Félix son dos de los últimos, pero ponen nombre al escalofriante listado de más de veinte víctimas de la soledad que en lo que va de año se ha llevado por delante en Valladolid la epidemia del siglo XXI. Un aislamiento que cada vez afecta a un mayor número de ancianos y que trae de cabeza a una sociedad que busca fórmulas para combatir una de las formas más extendidas de exclusión. ¿Pero cómo se puede evitar que alguien muera en soledad? «Queremos que los mayores tengan cada vez más autonomía, que vivan todo el tiempo que puedan en su vivienda, asistidos, apoyados, pero después nos encontramos que cuando fallecen no nos enteramos. Y ése es el problema», alerta Rafaela Romero, concejala de Servicios Sociales.
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El Ayuntamiento de Valladolid está convencido de que un gran aliado para vigilar el día a día de la población más longeva pasa por el servicio de teleasistencia. Un apoyo en casa que a través de un pulsador que los usuarios llevan con ellos alerta a una sala de operadores cuando por ejemplo precisen ayuda médica por indisposición o por una caída. El servicio municipal (hay otros colectivos que también lo prestan como Cruz Roja) llega a 5.370 personas –no solo mayores, también con algún tipo de discapacidad– la cifra más alta de cuantas se dispone en el Consistorio, pues hace apenas seis años era de 1.800 usuarios. Solo en el último año, en el presente 2019, el Ayuntamiento ha conseguido que cerca de mil personas mayores de ochenta años que viven solas o en compañía de otra persona de edad similar se hayan inscrito a este servicio mediante un programa específico que pretende llegar a aquellos mayores que lo desconocen. «Son los que menos entienden este sistema, eran los que más se resisten, los que tienen más de ochenta años. Porque al final desconfiaban, pensaban que les escuchábamos o espiábamos en casa y cuando les hemos explicado en qué consiste y lo han probado, se han enganchado», explica Rafaela Romero.
Ayuda a domicilio: Destinado a facilitar la autonomía personal. Se han atendido a 3.039 personas y hay 32 en lista de espera.
Canguros: Acompañamiento y cuidados personales de carácter puntual. Se han atendido 18 casos.
Comida a domcilio: La elaboración y distribución de la comida y de la cena. Se atiende a 627 personas. No hay lista de espera.
Lavandería: Lavado y planchado de la ropa. Se atiende a diez personas. No hay lista de espera.
Cuidándote: Programa de teleasistencia para darlo a conocer a personas de más de 80 años. Tienen tres meses gratis. Hay más de 900.
¿Qué beneficios aporta este servicio de teleasistencia? Existen varios terminales que se instalan en la vivienda en función de las características del usuario y de su hogar (si hay riesgo de humo, gas...etc). Lo básico consiste en disponer de un pulsador que cuando lo necesitan pulsan y emite una llamada al centro de operaciones. Aquí le responderá una operadora para prestarle la ayuda que necesite. Muchas veces son llamadas que buscan la mera conversación, una «excusa» para poder contar a alguien, al otro lado del hilo telefónico, cómo le ha ido el día. «Partimos de la base de que el 70% de las llamadas al pulsador suelen ser erróneas o por equivocación».
Hace unos años que se han instalado además sensores de presencia para detectar si el usuario pasa o no por una habitación (normalmente el baño, que es de paso obligatorio) o de movimiento, capaz de avisar si en diez horas no detecta actividad. Entonces envía una alarma al centro de operaciones, que lo primero que hará será contactar con el usuario. Si no lo logra, intentará hablar con algún familiar. Y si éste no puede acudir o no se le localiza, entonces la empresa adjudicataria del servicio, Clece, se pone en contacto con la Policía Municipal y acude al domicilio para poder entrar. «Custodiamos las llaves de 2.400 usuarios, que de forma voluntaria nos ceden una copia para poder entrar en su vivienda en caso de que fuera necesario. El problema lo encontramos cuando cierran con llave por dentro o echan la cadena, que ahí nos toca llamar también a los bomberos», comenta Ángel Mediavilla, responsable del programa en Clece, empresa adjudicataria del servicio municipal.
Solo en un turno lo habitual es que el servicio de teleasistencia tenga que acudir una media de cuatro o cinco veces a auxiliar a algún mayor que ha pedido ayuda por caída o que ha avisado al 112 porque se encuentra mal y no puede abrir. Eso quiere decir una media de diez salidas al día, precisan desde la empresa. «Y cuando salimos es porque habitualmente es necesario, son pocas las falsas alarmas que tenemos en este sentido». Uno de los casos más recientes lo tuvieron hace unos días, cuando se encontraron a un usuario tendido en el baño, donde permanecía tras haberse caído y no poderse levantar. Salvó la vida gracias a que llegaron a tiempo. «Nos tenemos que mentalizar de que es un servicio muy necesario y que nos va a ayudar a vivir en soledad», insiste Rafaela Romero, quien añade además que el precio que paga el usuario es como máximo de 10,67 euros. «Es asequible y nos va a aportar una gran ayuda», insiste.
Las últimas tecnologías incorporan además sensores de humo y gas, también de frigorífico y de puerta para personas que rechazan otro tipo de dispositivo. Lo próximo será un geolocalizador que trazará el recorrido habitual del usuario en su vivienda y programado para avisar cuando esas costumbres, estudiadas, se alteren por algún motivo. «Puede arrojar información incluso de algún tipo de enfermedad incipiente», añaden.
La apuesta por la teleasistencia es clara. Pero no es la única en la que el Ayuntamiento se ha embarcado de cara a combatir la soledad no deseada y evitar muertes no detectadas. Se encuentra actualmente en estudio qué suministros básicos se pueden utilizar para conocer situaciones anómalas en función de su consumo. «Sabemos que la electricidad es muy difícil, porque pueden haber sufrido una caída de noche, con la luz encendida, y no nos vamos a dar cuenta. Pero hay otros suministros que pueden ser orientativos». Cabe aquí por ejemplo la posibilidad de estudiarlo con el consumo del agua, aunque aún es pronto para determinar su viabilidad, tras los primeros contactos con la empresa pública Aquavall. «Nosotros vamos a poner de nuestra parte siempre, vamos a hacer todo lo posible para combatir este problema. Pero nos tenemos que preguntar qué hacemos todos ante una situación así. No podemos olvidar que estas personas mayores tienen familia, aunque no sea directa, amigos y vecinos, que todos tenemos una responsabilidad para poder ayudarles», comenta la concejala como llamamiento hacia la sociedad.
En este sentido, hace unos meses que pusieron en marcha un programa de buena convivencia con la Federación de Vecinos Antonio Machado y otros colectivos vecinales. El objetivo es que voluntarios acudan a acompañar y ayudar a personas mayores que lo necesiten. «Pero al final los horarios de los voluntarios son limitados y no está funcionando como nos gustaría, necesitamos más voluntarios», señalan desde el área de Servicios Sociales.
Hay así ya en tramitación conversaciones con grandes empresas de Valladolid para lograr captar voluntariado social dentro de sus trabajadores con el fin de que este proyecto logre un mayor número de personas dispuestas a acompañar a aquellos mayores que lo necesiten. También existe un proyecto similar con la Universidad de Valladolid, que buscan el voluntariado de sus estudiantes para que lo puedan compaginar con sus estudios.
Prevenir la soledad. Ese es el objetivo del Ayuntamiento cuando despliega un amplio programa de envejecimiento activo a través de sus centros de mayores, donde hay inscritos más de 32.000 usuarios. La idea de los talleres, charlas y actividades diversas que se programan a lo largo del año es además que las personas que se inscriban puedan conocer gente y generar un entorno social, especialmente aquellas que viven solas. «Porque esos grupos de personas con las que compartes un ratito un par de veces o más a la semana son las que te van a echar de menos si desapareces», precisa Rafaela Romero, concejala de Servicios Sociales.
Y no solo para las personas de edad más avanzada, sino también a partir de 65 años o, incluso, más jóvenes. «Hacemos actividades de prevención de la soledad y ayudamos a su vez a que las personas puedan vivir solas en casa, con la prestación del servicio de ayuda a domicilio, que llega a más de 3.000 personas, el de limpieza en el domicilio, del que se benefician 936, o el de comida a domicilio, que reciben la comida y la cena en casa más de 600 personas», añade..
El siguiente paso sería el de la prestación de ayuda cuando esas personas ya no se pueden mover o tienen limitaciones. Ahí es donde entra en juego la teleasistencia o el programa de buena convivencia. «Completamos todo el ciclo. Es una prestación íntegra en todas las etapas».
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