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Están la mitad de los pupitres vacíos, las pizarras sin rastros de tiza, poco concurridos los pasillos y los patios sin gritos de más en el colegio Cristóbal Colón. Tan solo diez estudiantes (sobre un total de 199) se acercaron el miércoles, el primer día ... de clase, al centro de la calle Cigüeña, en Pajarillos, para empezar el curso escolar. Solo diez. De casi doscientos. Este jueves, después del trabajo de los profesores y el equipo directivo para informar y convencer a las familias, ya fueron casi cien. La mitad. Hoy confían en haber reclutado a más. E intentan que el lunes se sumen los más desconfiados. Aún así, el cole todavía presenta un nivel altísimo de absentismo en estas primeras jornadas. El epicentro de la insumisión vallisoletana ante la covid está aquí, en el 29 de Octubre, una zona donde desde hace años se activan todos los protocolos para combatir la ausencia en las aula, con faltas a clase que este septiembre se han acentuado por el temor de las familias a la pandemia.
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«En algunos casos será complicado que vengan al colegio, pero lucharemos para conseguirlo», afirma Alberto Rodríguez 'Bertoni', director de un centro cuyo alumnado procede de forma casi exclusiva de familias vulnerables, de minorías étnicas y llegadas de otros países.
El curso tendría que haber comenzado este miércoles, pero ante la ausencia de escolares, el equipo directivo ha citado a los padres para que visiten las instalaciones, que vean que en las aulas se guardan las distancias de seguridad, que se han adoptado medidas para que sea un entorno seguro. «Hay familias del barrio que han sufrido el coronavirus, focos en varios clanes. Y no mandan a los niños a clase. Los que están en cuarentena, porque tienen que guardarla y es así. Pero otros no vienen por miedo o desinformación», asegura Bertoni, quien recuerda que el centro se ha adaptado para extremar la seguridad. «Hemos habilitado siete accesos, entre puertas y horarios, para que no se crucen los estudiantes de varios cursos».
Además, se trata de unas instalaciones antiguas, con amplias aulas y ratios reducidas, donde se cumple mucho más allá del metro y medio de separación. «Incluso hemos organizado los horarios de los profesores para desdoblar la clase de sexto. Teníamos 22 alumnos [la ratio es de 25] y hemos conseguido hacer dos grupos, de diez y de doce», añade. «Facilidades máximas» que no han hallado respuesta en las familias.
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La semana pasada, varias de ellas se reunieron aquí, en el entorno del colegio, en pleno 29 de Octubre (junto a Las Viudas, una de las zonas con menos renta de Valladolid) para participar en una marcha que, desde Pajarillos hasta la Plaza Mayor, reclamó «la posibilidad de elegir la educación 'on-line'», al entender que la vuelta a las aulas «no es segura». A ella asistieron familias de escolares del Cristóbal Colón, el Narciso Alonso Cortés y el Miguel Hernández (en Pajarillos) y del Miguel de Cervantes o el Allúe Morer (en Delicias).
Al frente estaba Esther Ramírez, abuela de cuatro estudiantes del Narciso Alonso Cortés (también en Pajarillos) que estos días no han ido a clase. «He llevado un justificante al colegio diciendo que las niñas no van porque entiendo que no es seguro para ellas por el coronavirus. Los padres tenemos derecho a ver dónde estudian nuestros hijos, saber cómo se van a desinfectar los colegios, que nos garanticen que son seguros. Y no pueden hacerlo», dice Ramírez.
«Hay mucha desconfianza entre estas familias y por eso, de forma excepcional, hemos organizado una visita al centro para que vean todas las medidas que hemos tomado», asegura Fran Ordax, jefe de estudios del Cristóbal Colón. «Tenemos colgado en nuestra web, como todos los colegios, toda la información. Pero este centro no es igual que el García Quintana, por ejemplo. Aquí muchas familias no tienen conexión a Internet. Usan móviles de prepago. Se les acaban los datos. Cambian de número cada poco tiempo. No es tan fácil el contacto con las familias y casi todo tiene que ser presencial», indica. De ahí, la necesidad de generar confianza en el cara a cara. Y de garantizar con charlas que el colegio se ha adaptado «Este cole va a otro ritmo».
Entre las familias que han asistido a esas reuniones está la de Jonathan Escudero, con dos niñas escolarizadas en el Colón, de 11 y 7 años. «Tenemos miedo a los rebrotes. Y por mucha seguridad que haya, son niños. Es muy difícil controlarlo todo. Es mejor perder un curso que perder la vida», defiende.
«Esta semana va a ser un poco extraña», reconoce Henar Rubio, directora del Allúe Morer, en Delicias, otro de los centros que ha tenido un importante número de pupitres vacíos en este arranque de curso. Insiste en que un elevado número de familias de su alumnado no domina las nuevas tecnologías. «A ellos no les sirve el protocolo colgado en la web. Necesitan venir aquí y que se lo expliquemos en persona». Entre el miércoles y ayer, varias madres se acercaron al centro para recibir información sobre cómo está siendo la vuelta a las aulas. «Tienen miedo. No tanto del propio colegio. Ven lo que ocurre en la calle, que hay gente sin mascarillas, y se temen que algo así pase dentro de las aulas. Les tenemos que explicar las medidas que hemos tomado y ya se van más tranquilas. Recuperaremos la normalidad poco a poco», cuenta Rubio. En el Allúe Morer toman la temperatura a la puerta del cole, han adquirido alfombrillas desinfectantes y cuentan con la presencia allí de personal de limpieza
El Cristóbal Colón ha informado de la situación a la inspección educativa y ha comenzado a aplicar el protocolo de absentismo escolar para estas familias. La de estos días han sido las primeras faltas. Si acumulan el 20% del total del horario lectivo del mes, se les considerará ya abiertamente absentistas y, en esos casos más graves, la Dirección Provincial de Educación puede solicitar ya la intervención de la Fiscalía de Menores. El artículo 226 del Código Penal contempla penas de prisión de tres a seis meses o multa de seis a doce meses por un delito de abandono de familia.
El 56% de los casos graves de absentismo escolar registrados el curso pasado en Valladolid se da en centros educativos de la zona este de Valladolid (Pajarillos y Delicias), sobre todo en Secundaria, de acuerdo con los datos que maneja la concejalía de Educación del Ayuntamiento, en su programa contra el absentismo.
«Para nosotros esto es un paso atrás muy importante en la inclusión y la socialización de estos chavales. Desde hace años estamos luchando contra el absentismo escolar. Habíamos conseguido ya grandes cosas. El coronavirus es una zancadilla más. Habíamos logrado que el colegio fuera un lugar en el que los chavales se formaran, salieran de la calle. Es bueno para ellos. Pero esta situación nos ha hecho retroceder en todo lo que habíamos luchado y conseguido», se lamenta el director, 'Bertoni'.
«El mejor modo de acabar con las minorías es que los niños vayan a clase, que se formen y se eduquen», asegura Henar Rubio. El pupitre como la principal arma contra la brecha escolar. «No podemos permitir que los niños se queden en casa. Tienen que venir al colegio. Y el coronavirus no puede servir de excusa para faltar», añade la directora del Allúe Morer, quien asegura que se ha puesto en contacto con varios centros con alto porcentaje de minorías, donde también han notado ausencias de estudiantes. «Aquí ha faltado gente, en todas las aulas, pero se han impartido clases con normalidad. Confiamos en que, en los próximos días, según los padres se acerquen y vean la realidad, empiecen a traer a sus niños».
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El Cristóbal Colón reclama a la consejería «más facilidades» para trabajar «a partir de las realidades de cada barrio», con propuestas «semipresenciales» que atraigan poco a poco los alumnos absentistas al aula. «Tienen que venir al colegio, que formarse. La enseñanza presencial es lo mejor para ellos. Y hay que luchar para que las familias lo comprendan».
Lola Villarrubia, de la Fundación Secretariado Gitano, insiste en la necesidad de «ofrecer información veraz de forma accesible». «A veces no es sencillo para todas las familias descargarse un protocolo de 25 páginas por Internet, leer y comprenderlo. Hay que apostar por mensajes claros. Muchas familias se han dado esta semana de margen para ver cómo funciona la cosa. Necesitan reuniones en las que se les ofrezcan datos, quieren ver la realidad del centro. Si no pueden entrar, puede servir un vídeo. Que visualicen el lugar en el que estarán sus hijos», indica Villarrubia, quien reconoce que durante las últimas semanas han circulado cadenas de Whatsapp con informaciones contradictorias «y a veces la presión del grupo puede».«Hay que explicar que uno no es mejor ni peor padre por llevar a su hijo al centro. Desde Secretariado Gitano han impulsado campañas de información sobre el virus con «encuentros y talleres», como uno de «confección de mascarillas, que ha sido la disculpa para informar sobre el coronavirus», asegura.
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