Deserciones

Pero hoy no toca hablar de las deserciones alentadas por esos progenitores sino de las que guardan relación con la pandemia que sufrimos. Porque el deseo irracional de los adultos que prefieren que los chavales dejen los estudios para vender quincalla, no tiene nada que ver con el terror que despierta la posibilidad, muy real, de que enfermen gravemente por pisar el patio.

Aunque desconozco las estadísticas, supongo que serán numerosos los padres y madres a quienes les tiemblan las canillas cada vez que dejan a sus niños a la puerta del cole. Críos obligados a lavarse las manos cinco veces como mínimo mientras estén dentro del recinto, a no compartir nada con sus amigos, a pasarse el día entero con la mascarilla puesta y a otros 'martirios' similares para no infectarse.

Para no ser un cretino insensato, no diré que aplaudo a los padres que, en estas circunstancias, intenten huir de la obligación de llevar a sus niños al colegio. Solo digo que los entiendo.

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