Secciones
Servicios
Destacamos
«Sabía siquiera que la materia se desintegra, se desvanece, que es caduca, finita, limitada». Esta cita, nacida de la pluma de Miguel Delibes (1920-2010) y extraída de 'La Sombra del ciprés es alargada', sirvió en su día de base para reforestar la senda ... de las Arcas Reales con más de un millar de árboles de 20 especies autóctonas citadas por el escritor en nueve de sus novelas –el ciprés entre ellas, obviamente–, y ejemplifica a la perfección lo ocurrido en la malograda senda de las Arcas Reales.
La materia, en efecto, es finita y se desintegra, sobre todo, después de más de cuatro años sin cuidados que han tirado por la borda los trabajos de regeneración de este espacio histórico, que discurre en un tramo lineal de 1,2 kilómetros entre la carretera de las Arcas Reales y la avenida de Zamora y en el que hoy las malas hierbas son las protagonistas. Solo los protectores de plástico, ya rotos y sin nada que florezca en su interior, salvo cardos, evidencia que un día se pretendió convertir este camino en un vergel del que solo queda el recuerdo. Ni rastro de los cipreses, álamos, pinos, encinas o rosales (y así hasta sumar una veintena de variedades) plantados en febrero de 2016 y que en los siete meses siguientes ya fueron parcialmente pasto de las llamas. Pocos o ninguno de aquellos ejemplares sobrevivieron al paso del tiempo y la senda aguarda ahora una inversión para su recuperación que la propia concejala de Medio Ambiente, María Sánchez, reconoce que tendrá que esperar.
La ubicación del paraje, más allá de la avenida de Zamora, al otro lado del polígono de Argales, no ha jugado precisamente a favor de su mantenimiento. Y eso que hace dos décadas, entre los años 1999 y 2003, se invirtió allí más de un millón de euros para desbrozar el camino y rehabilitar las seis arcas, incluida la principal (la única visible desde la carretera), que forman parte del Viaje de Argales, esa suerte de acueducto urbano puesto en marcha en tiempos del rey Felipe II y que surtió de agua a las fuentes de la ciudad entre el siglo XVIy mediados del XX.
Noticia Relacionada
Aquella intervención no tuvo continuidad y para cuando volvió a tocarse el paraje, ya en febrero de 2016, en el marco del proyecto 'Sembrando oxígeno' impulsado por Aguas de Valladolid –entonces empresa privada–, las arcas volvían a presentar un estado poco acorde a su valor histórico.
El caso es que aquel proyecto de reforestación sirvió para recuperar de nuevo este paseo de 1.200 metros lineales y jalonar el camino de sirga con más de un millar de ejemplares vegetales (1.010, exactamente) de 20 especies diferentes citadas por Miguel Delibes en nueve de sus novelas: 'Viejas historias de Castilla la Vieja', 'Parábola del náufrago', 'El último coto', 'La sombra del ciprés es alargada', 'El disputado voto del señor Cayo', 'El hereje', 'Diario de un cazador', 'Aventuras, venturas y desventuras de un cazador a rabo' y 'Los santos inocentes'. Todo un homenaje a un amante de la naturaleza, como fue el ilustre escritor, de cuya muerte se cumple este año el vigésimo aniversario. Pero el homenaje resultó, y basta un paseo por la senda para comprobarlo, más que fallido. Yeso a pesar de que el futuro bosque, que nunca llegó a ser tal, estaba ideado precisamente para requerir de un «bajo mantenimiento». Pero tan bajo fue que apenas un año después de poblarlo de árboles, arbolillos, arbustos y matorrales apenas quedaba ya rastro de ellos. De aquel «bosque lineal de bajo mantenimiento», como fue definido por sus impulsores, solo sobrevive un viejo letrero de madera que recuerda que el proyecto 'Sembrando oxígeno' fue una «plantación para la restauración de las Arcas Reales con especies vegetales citadas por Miguel Delibes». Y lo fue, en efecto, en 2016.
El grueso principal de la senda parte del también maltrecho merendero situado a los pies del arca principal, que aún luce en su fachada el escudo de Felipe II (1527-1598). Allí, entre los árboles y la maleza, pueden encontrarse un viejo frigorífico desguazado y otras joyas tiradas al borde del canalillo de piedra del ingenio hidráulico puesto en servicio en 1584. El paseo continúa por un camino razonablemente transitable, aunque cubierto en algunos puntos por la maleza (cardos, malas hierbas...), en el que solo se aprecian los plásticos verdes que en su día intentaron proteger a los árboles de la acción de los conejos. Estos últimos campan a sus anchas por un paraje que oculta, en algunos casos literalmente, cinco de las quince arcas que se conservan –hubo 32–. Estas casetas de piedra, construidas en el siglo XVI, también presentan un estado de deterioro considerable, con algunas pintadas en sus muros, losetas caídas a sus pies y las cubiertas (rehabilitadas en la actuación llevada a cabo entre 1999 y 2003) con boquetes que dejan pasar el agua de la lluvia.
La concejala de Medio Ambiente, María Sánchez, reconoce que la «falta de presupuesto» impide llevar a cabo una intervención a corto plazo para recuperar este paraje, aunque apunta que no se descarta en un futuro próximo.
Noticia Relacionada
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.