Hay un umbral en Valladolid a partir del cual las autoridades se ponen en alerta: 36,9 grados. Esta es la temperatura que el Ministerio de Sanidad toma este año como referencia en la provincia para advertir del impacto que el calor extremo puede tener ... en la salud.
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El nuevo Plan nacional de actuaciones preventivas de los efectos del exceso de temperatura sobre la salud, aprobado el pasado 29 de abril, ha revisado los valores a partir de los cuales habrá que extremar las precauciones. El año pasado, el aviso se daba a partir de los 36 grados. En este 2024, se ha modificado y se calcula que los avisos no son necesarios hasta que se alcancen los 36,9 grados.
Esta revisión (no en todas las provincias al alza) se ha producido en todo el territorio nacional, después de que el Ministerio, en colaboración con la Aemet, haya tomado como referencia no las provincias (como hasta ahora), sino 182 zonas meteorológicas en todo el país, lo que ofrece un mapa «más preciso». Esta distribución no afecta a Valladolid (coincide la provincia con el espacio meteorológico), pero sí a otros territorios donde hay importantes diferencias de temperaturas por la orografía y la situación geográfica (es lo que ocurre, por ejemplo, entre el norte y el sur de Palencia).
Este «ajuste» de los umbrales se ha adoptado «para tener en consideración los datos de temperaturas más recientes y actuales». Así, se han tomado como referencia las máximas de los últimos años, después de los dos veranos más calurosos desde que existen registros (2022 y 2023). «Se ha actualizado el algoritmo en función de la evidencia científica actual», aseguran desde el Ministerio de Sanidad, cuyo informe subraya que «el calentamiento global observado debido al cambio climático es inequívoco».
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«Los impactos del cambio climático están influyendo ya negativamente sobre muchos sistemas físicos y biológicos, y estos efectos irán en aumento», apunta este plan nacional, que recuerda que los umbrales se fijan no solo en función de esa serie histórica de temperaturas, sino también de acuerdo a las estadísticas de mortalidad (se observa si ha habido más muertes de las habituales en episodios sofocantes) y la pirámide de población, ya que el calor excesivo afecta más a las personas mayores o con patologías previas. En estos cálculos no se tuvieron en cuenta los datos da 2020, ya que la covid desvirtuó las cifras de fallecidos.
Si nos fijamos en ese umbral de 36,9 grados, vemos cómo el año pasado se superó esa temperatura en ocho jornadas (el 18 de julio, 8 y 9 de agosto y del 20 al 24 de agosto). El año anterior fueron 18 días. En lo que va de siglo, han sido 98 días los que las máximas se han situado por encima de los 36,9 grados. Con la frontera usada hasta ahora (36 grados) fueron 179 días desde 2001 (con once jornadas en 2023 y 25 en 2025, el año con temperaturas más extremas).
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Estos valores son importantes porque a partir de ellos se establecen las medidas de prevención que han de activar las administraciones para prevenir golpes de calor o muertes asociadas al exceso de temperaturas, especialmente con campañas informativas a colectivos vulnerables. El plan de este 2024 entró en vigor el pasado 15 de mayo y se prolongará hasta el 30 de septiembre (con la posibilidad de extenderlo hasta el 15 de octubre si en aquella época persisten las altas temperaturas).
167 muertes
fueron atribuibles al calor extremo en Valladolid en el año 2022.
El informe más reciente, elaborado por el Instituto de Salud Global, establece que durante el año 2022 se registraron en Valladolid 167 muertes atribuibles al calor extremo. «Se ha demostrado que las temperaturas extremadamente altas inciden directamente sobre la mortalidad por enfermedades cardiovasculares y respiratorias», concluye el plan nacional del Ministerio de Sanidad, que instauró este programa de previsión en 2004, «después de que en el verano de 2003 hubiera temperaturas muy elevadas por toda Europa que provocaron un importante aumento de la mortalidad», explica Pedro Gullón, director general de Salud Pública y Equidad en Salud.
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Un estudio del Instituto de Salud Carlos III (calculado a partir de la serie temporal 2000-2009) dice que el riesgo de mortalidad crece entre el 9,1% y el 10,7% por cada grado de temperatura por encima del umbral de impacto. «Una temperatura muy elevada produce pérdida de agua y electrolitos que son necesarios para el normal funcionamiento de los distintos órganos», explican desde el Ministerio de Sanidad, donde ponen especial atención en las personas mayores y los menores, ya que son «más sensibles a los cambios de temperatura». «Los primeros tienen reducida la sensación de calor y, por lo tanto, la capacidad de protegerse. A ello se suma la termólisis reducida del anciano (numerosas glándulas sudoríparas están fibrosadas y la capacidad de vasodilatación capilar disminuida)». El 80,3% de todos los fallecidos en 2023 por causas atribuibles al calor excesivo tenían más de 80 años. En el caso de los menores, el informe recuerda que estos no suelen adoptar medidas (hidratarse o protegerse) si no es por la supervisión de un adulto.
El trabajo del Ministerio de Sanidad recuerda que, además de estos factores vinculados con la salud (o las patologías previas), hay que tener en cuenta otras variables socioeconómicas. Por ejemplo, la mortalidad suele ser más elevada entre las personas que viven solas, están en ambientes más contaminados, tienen una excesiva exposición al calor por su trabajo o habitan viviendas donde no se puede mantener una temperatura adecuada (por ejemplo, por no estar bien aisladas o carecer de aire acondicionado).
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El documento de trabajo de este plan nacional recuerda que la situación puede empeorar durante los próximos años, con temperaturas cada vez más altas. Lo explican a partir del sexto informe de evaluación del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), que dice que Europa vivirá, a lo largo de este siglo, un aumento de temperaturas a un ritmo superior al global y que los «eventos extremos cálidos aumentarán su frecuencia», con unos agravantes para la subregión mediterránea: «Se prevé un incremento de la aridez y de los incendios forestales y una disminución de precipitaciones».
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